La comida puede ser de tres tipos diferentes. La alemana propiamente dicha, a base de carne, patatas y verduras; tampoco debe dejar de probarse el codillo, el choucroute y alguna de las exquisitas variedades de salchichas, como el currywurst, un invento berlinés. La italiana, con restaurantes extraordinarios. Les recomiendo mucho la trattoria Paparazzi, en la Husemannstrs. 35, y Al Sarago, al lado de Viktoria-Louise Platz (aquí vivió Billy Wilder). Esta plaza, junto con Gendarmenmark, son para mi gusto las más bellas de la ciudad. Y la comida oriental, en la que premomina la turca (los kebabs pueden ser excelentes, sobre todo los shawarma) y la thailandesa. Tampoco faltan los japoneses de gran calidad, como el Kuchi, en Kantstr. 30. No obstante, les voy a recomendar un chino inolvidable, en la misma calle, el llamado The Goods Friends. Tampoco deben dejar de probar la Wiennerschnitzel (exquisita escalopa de ternera) y los mejores sitios para tomarla son la cadena Werner & Lutter o el Café Einstein, en el 42 de Unter den Linden. Estas comidas deben regarse, en alguna ocasión, con una Weißbier (cerveza de trigo) o, si es verano, con una Berliner Weisse (cerveza con grosella o aspérula) .
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De todos los espectáculos posibles, quizá lo más apetecible sea una visita al Berliner Ensemble, el viejo teatro de Brecht, ahora en excelente forma; la Staatsoper, en Unter den Linden, dirigida por Daniel Barenboim, a precios muy asequibles y con posibilidades de conseguir buenas entradas con poca antelación; y la celebérrima Filarmónica, que ahora dirige Simon Rattle.
Les aconsejo, en cambio, que no pierdan el tiempo visitando el Checkpoint Charlie, Tacheles, la East Side Gallery, los Hackesche Höffe, Alexanderplatz (los berlineses la llaman Alex) o los restos del muro, lugares todos ellos de muy escaso interés. En cambio, sí hay que subir a la cúpula de Norman Foster, en el Reichstag. Y si el tiempo es bueno, entre abril y septiembre, es obligado un paseo en barco por el Spree, y una visita a Prenzlauer Berg, el barrio de moda, en el antiguo este. Así como al mercado de los sábados por la mañana en la Winterfeldplatz, que tiene fama de ser el mejor surtido de Berlín, lo que de ser cierto (que creo que sí), es mucho decir... Y los amantes de visitar cementerios tienen en la ciudad dos joyas, el de Kreuzberg (puede aprovecharse, además, para darse un garbeo por la multicolor Oranienstr.) y el Jüdischer Friedhof, con las tumbas del compositor Meyerbeer y del pintor Max Libermann, cuya casa y estudio estaban nada menos que junto a la Puerta de Brandeburgo.
Y, para acabar, una visita a Potsdam (tanto al pueblo como al Palacio de Sanssouci) es obligada, pero para eso necesitarán realizar otro viaje.
* El Ayuntamiento rojo y el monumento a Marx y Engels, en Alexanderplatz. Foto de Gemma Pellicer.
1 comentario:
Berlín ha sido una de las ciudades que más me ha impresionado...gracias por recordarme la maravillosa semana que pasamos
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