Fados de la joven cantante Joana Amendoeira en el Gran Teatro de Huelva, acompañada por su hermano Pedro (guitarra portuguesa), Paulo Paz (contrabajo) y Pedro Pinhal (guitarra clásica). Se sirven del repertorio clásico, sin que falten composiciones propias, de los miembros del grupo, dedicadas a Oporto o Lisboa. Entre los momentos emocionantes del concierto, disfruté especialmente con "Extraña forma de vida", ese fado cuyo mayor valedor entre nosotros ha sido Enrique Vila-Matas. Conforme avanzaba el concierto, comentaba Basanta que tenía la sensación de que si se hubiera encendido una mecha, hubiera ardido el viejo teatro, dado lo entregado que se mostraba el público onubense. Para los que sólo somos aficionados al género, estusiastas seguidores de estas canciones portuguesas, a menudo melancólicas, tristes, sin que falten las alegres, lo más singular del directo es observar cómo se mueve Joana Amendoeira en escena, como si de una interprete de blues se tratara, cómo encoge el cuerpo, juega con los brazos y el micrófono, se vale discretamente del mantón de Manila, pareciendo que quisiera abrazar al público, subirlo con ella al escenario, tras lo que nos cuenta entre canción y canción.
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Después, lo más apetecible en Huelva, si la noche es buena y la compañía amable, conversadora y llevadera, como era el caso (Carlos, Àlex, Javier y Ángel), es sentarse en El Portichuelo, en la plaza, junto al teatro, y tomarse unas cervezas y unas raciones de pijotas o acedías, con fresas de la tierra como postre. Las camareras que nos atendían eran la una ucraniana y la otra bielorrusa; al final, de tanta lata como les dimos, logramos arrancarle una medio sonrisa condescendiente a la hierática bielorrusa, quien con tanta paciencia nos servía. La chica ucraniana, en cambio, era de una pasta más amable. Sin duda, estamos cada vez más cerca de Portugal, aunque bastante lejos todavía de las antiguas repúblicas soviéticas...
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