lunes, 14 de abril de 2008

DIEGO CATALÁN

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La semana pasada murió en Madrid, con 80 años, el filólogo Diego Catalán, nieto y discípulo de don Ramón Menéndez Pidal, e hijo del científico Miguel Catalán. Su madre, Jimena, fue una de las fundadoras en Madrid del Colegio Estudio, continuador de la tradición del Instituto Escuela, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Su última batalla la libró contra la Fundación Areces, que tras comprar la casa de su abuelo incumplió sus promesas. .
Era medievalista, catedrático de Filología Hispánica (en La Laguna; San Diego, California; y luego en la Universidad Autónoma de Madrid) y presidente de la Fundación Menéndez Pidal. Sus estudios se han centrado, sobre todo, en el Romancero y las crónicas medievales, editando con rigor sus textos. Coordinó un gran proyecto, el Romancero panhispánico, que pretendía recoger, conservar informáticamente, todas las variantes del mismo.
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Además de un gran filólogo (desde la primera de sus obras, el Poema de Alfonso X: fuentes, dialectos, estilo, Gredos, Madrid, 1953; a la última, la ed. y notas de la Historia de la lengua, de Menéndez Pidal, publicada por la Fundación Ramón Menéndez Pidal y la Real Academia Española, Madrid, 2005 y 2006), Diego Catalán fue siempre un personaje con ribetes entrañables y pintorescos, un individuo independiente, al margen de los círculos del poder académico, del que se cuenta inmumerables anécdotas, todas ellas memorables: desde su intervención en la tesis doctoral de Jon Juaristi (o cómo un rito clásico puede convertirse en un acto heterodoxo), quien lo consideraba un maestro generoso, hasta su disputa con Joaquín de Entrambasaguas en la sección de raros de la Biblioteca Nacional, mientras que un bedel gritaba: "Se están pegando en raros...".
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Y sin embargo, yo no puedo dejar de recordarlo en el salón de infantes del Palacio de la Magdalena, en Santander, tras haberse dado un baño, asistiendo a una reunión a primera hora de la mañana, vestido desenfadadamente, con el bañador chorreando en la mano... Quizá ha desaparecido el último eslabón de una cadena de humanistas, el último descendiente directo de la gran Escuela de Filología Española. Esperemos que sus discípulos se afanen por mantener vivas sus empresas y saberes.
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* En la primera foto aparece Diego Catalán, con su abuelo, Ramón Menéndez Pidal.

5 comentarios:

Joaquín Parellada dijo...

Magnífico retrato, Fernando, de Diego Catalán. Un buen libro para comprender el ambiente intelectual en el que se formó es el de su tío Gonzalo Menéndez Pidal "Papeles perdidos", que publicó la Residencia de Estudiantes en 2004, cuyo último capítulo está dedicado por entero a Miguel A. Catalán, padre y cuñado respectivamente de Diego y de Gonzalo. Por cierto ¿qué pasa con lo de la Fundación? Desde un correo electrónico en el que se denuciaba la situación no he vuelto a saber nada más.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Coincido con Joaquim: estupendo retrato. Muchos filólogos españoles hemos la pérdida del maestro Catalán.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Olvidé en mi comentario anterior un verbo después de "hemos": léase "sentido" o "lamentado".

Anónimo dijo...

Gracias por su magnífico artículo. Hemos añadido el enlace a su artículo en nuestro "In memoriam Diego Catalán".
Saludos cordiales

http://olivarchamartin.blogia.com/

Fernando Valls dijo...

Gracias Joaquim, Antonio y Amigos del Olivar de Chamartín.