miércoles, 25 de septiembre de 2013

GABRIEL DE BIURRUN

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Volar un momento

En ocasiones, desde el auto, observo compañía a un lado. Un pájaro. No es siempre el mismo. No puede ser. Por un instante acomoda su aletear secreto al bárbaro petardeo de la máquina. Lo veo por la ventanilla. Es un instante, no más. La memoria se encarga de ralentizarlo, de hacerlo dos instantes, tres; lo que tarda en dibujarse un sueño, lo que tarda uno en darse cuenta de que rueda a velocidad de pájaro.
Pero es un instante, no más. El pájaro no vuela más tiempo junto al auto. No es idiota. Sí es curioso, sin embargo, y quiere saber qué animal viaja en la panza del monstruo; a quién dejará perplejo con la máxima demostración de libertad.
 
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Vieja Pamplona

De lo oscuro de las sombras se deduce a veces lo intenso de la luz.
En ocasiones, si el ojo del que observa se deja guiar por las voces de los sueños y los vientos de otros mundos, en lo oscuro de la sombra se intuye el apellido del suelo y el nombre del objeto interpuesto.
En los adoquines de las calles oscuras de la vieja Pamplona se adivinan genealogías de casamientos apropiados, es decir, fachadas de piedra y vigas de madera que se apoyan en la calzada levantada sobre un hojaldre de romanos y detritos. Allí la sombra es lo que es, una defensa que otorga la casa al suelo que la sustenta.
Sin embargo hay mares inhóspitos, charcos de sombra difusa, que ni es sombra ni es bruma. Sombra que apenas cobija, que apenas refresca. Es ésta la sombra de las nuevas construcciones recién llegadas, de aluminio con brillo venenoso, acero y vidrio y soldaduras hipertrofiadas, malditas de la historia y concubinas anexas. No las quiere el suelo y, tal vez, tampoco el sol. En las sombras de estas casas se hunden los niños que bajaron a comprar el pan, o esas viejas de pelo amarillo, cuyo chapoteo último es acallado por un picoteo tuerto de paloma coja.

* Estos microrrelatos forman parte de su libro inédito Algunos animales malignos.
La imagen es de Cy Twombly.
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11 comentarios:

AGUS dijo...

Gabriel tiene un estilo – incluso un registro – muy singular, innato. De una manera insólita sus textos se alejan, en detrimento de una narratividad más explícita, de los cánones más usuales del género, y derivan de una manera expresa y manifiesta hacia esa línea neutra - ¿difusa? - en la que en muchas ocasiones, lejos de distar, coinciden microrrelato, poesía, o poema en prosa. Y claro, si al aliciente de la novedad se le suma la calidad, el resultado suele ser más que gratificante.

Por ello, y por otros méritos, espero que muy pronto vea la luz ese libro inédito, cuyo título ya es toda una declaración firme de intenciones.

Un placer, siempre, leer a Gabriel. Gracias, Fernando.

Abrazos

Félix Terrones dijo...

Excelentes textos. Gracias por colgarlos! Abrazos. Félix

Beatriz AA dijo...

Siempre ocultas misterios, Gabriel. Y me gustan tus títulos.

Jesus Esnaola dijo...

Me encantan los microrrelatos de Gabriel, un escritor preocupado por la forma y el fondo como un todo. En especial "Vieja Pamplona" es un excelente ejemplo de lo que digo. Una pieza por la que uno sobrevuela sin poder detenerse pero con la certeza de que habrá de volver.

Ojalá lo leamos en papel en poco tiempo.

Abrazos para los dos

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Leí estos micros de Gabriel ayer por la noche, pero era demasiado tarde para dejar un comentario.

Hoy regreso al placer de la relectura y encuentro el comentario de Agus que -mucho mejor de lo que yo lo hubiera hecho- dice todo cuanto me hubiese gustado decir; así que suscribiré cada una de sus palabras.

En términos más mundanos, solo añadiré que Gabriel es un fuera de serie. Cada vez que lo leo me cuesta contener las ganas de aplaudir. Hoy me desmelenaré y dejaré aquí mis aplausos.

Gracias por traérnoslo, Fernando.

Un abrazo,

Manu Espada dijo...

Hace poco me preguntaban qué era un microrrelato, y cuando estaba hablando sobre la narratividad y las historias, me acordé de los micros de Gabriel, que son como estampas de momentos, postales de instantes o metáforas sutiles, y pensé que quizá habría que redefinir los límites del género. Un abrazo.

Propílogo dijo...

Mil gracias a los amigos por los comentarios. Un placer escribir para vosotros.
Gracias, Fernando, por dejarte visitar, y por estos empujones.
Abrazos
Gabriel

Pedro Herrero dijo...

"Vieja Pamplona" me parece un texto epidérmico, centrado en describir la textura de las sombras, que transmite al lector una sensación corpórea de algo tan inasible como la cara oculta de la luz. Las frases tienen tacto, volumen, la reflexión es profunda, sugestiva, y conduce a esa sana e inevitable apetencia que tienen los buenos relatos, de ser leídos una vez más.

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

Dos textos excelentes, sin lugar a dudas. "Volar un momento" me gustó un poco más, pero admiro la facilidad del autor para transmitir lo sombrío y lo angustiante en "Vieja Pamplona".
Saludos.

hugo dijo...

Hola Fernando:

Con LaNave casi a punto de pirarse de puerto, pienso que aún llego a tiempo para comentar los textos de otro galeote, que aunque últimamente se prodiga poco en su bloss, siempre es de agradecer la lectura de sus textos.

Gabriel: una alegría encontrarte en LaNave y una alegría también, observar, después de la lectura de estos dos micros, tu celebración de la prosa o, dicho de otra forma, tu interés por situar la construcción o elaboración de la prosa en el centro mismo del quehacer creativo que precede a estos dos textos

“Volar un momento”;
me quedo con dos cosas, una es el tema de la fugacidad, tanto espacial como temporal, en esa carrera que el pájaro plantea al coche, es decir, sin la presencia del pájaro el narrador que conduce el coche no es conciente de esa fugacidad, es la “velocidad de pájaro” la que convierte al coche en alguna cosa diferente a una máquina; la otra cuestión son las variables a las que se somete al pájaro y que son las que marcan la narración: el pájaro es a la vez, sorpresa, compañía, motivo de juicio del conductor del coche –“el pájaro no es idiota”- y al final un bicho ganado por la curiosidad que quisiera dilucidar cual es “ese otro” pájaro que viaja en la barriga de la máquina;
...y sí, por supuesto me quedo con eso de: “La memoria se encarga de ralentizarlo, de hacerlo dos instantes, tres; lo que tarda en dibujarse un sueño, lo que tarda uno en darse cuenta de que rueda a velocidad de pájaro”.

“Vieja Pamplona”
tiene un arranque extraordinario con ese primer párrafo que marca todo el acontecer del texto –y que no deja de ser una máxima de los “viejotopos” o velltalps, como prefieras, que es aquello de “buscar la luz detrás de las sombras y en lo profundo de la oscuridad” (fin de la cita)-;

y la luz cae por el lado del juego de oposiciones entre las sombras de dos Pamplonas diferentes y casi incompatibles, casi antagónicas: una, la de la piedra: “Allí la sombra es lo que es, una defensa que otorga la casa al suelo que la sustenta”. (¡grande, company, grande!) y por otro la del “...acero y vidrio y soldaduras hipertrofiadas, malditas de la historia y concubinas anexas.”, la luz reúne las sombras que la ciudad se encarga, después, de encajar y desencajar, según el humor y la circunstancia de quién la camina, la disfruta y la sufre a la vez,

un micro, donde la historia, aquello que se narra, queda por debajo del discurso y destacado
por la calidad de la prosa que lo sustenta,

y hasta aquí llego,

gracias Gabriel por estos dos textos
y gracias Fernando por traer a cubierta al único galeote del Mar del Sadar y los Propílogos.

Salut,
hugo

Javier Ximens dijo...


Felicidades, Gabriel, por escribir estos micros que engrandecen el género, que se apartan y mucho de los habituales sorpresivos que quedan en meras anécdotas. Son para reflexionar