domingo, 5 de mayo de 2013

Sobre `Polvo en los labios´, de Montero Glez

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El sabor del infierno
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De marginal, rara, política y literariamente incorrecta se ha tachado la obra de Montero Glez. No se engañen sin embargo: el autor puede elogiar sin pudor las novelas de Fernando Sánchez Dragó y María Dueñas, pero es un lector empedernido que conoce tanto los clásicos norteamericanos como los españoles, con Baroja, el Valle-Inclán expresionista, su principal referencia, e Ignacio Aldecoa a la cabeza.
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Este nuevo libro (Polvo en los labios, Lengua de trapo, Madrid, 2o12) recoge once cuentos y un microrrelato, de los cuales cinco son inéditos. Dentro del territorio de la narrativa breve tampoco ha evitado la heterodoxia al reconocer que sus piezas no son más que un campo de prueba para las novelas. Y, en efecto, así es, ya que del cuento solo tienen la dimensión y el final sorpresivo, el cual, por repetido, acaba convirtiéndose en un mecanismo previsible. Por lo demás, la retórica y hechuras de estos relatos son más propias del género novela.    
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Para quien no conozca la obra de Montero Glez, este libro resulta adecuado si busca adentrarse en su mundo literario, con sus virtudes y algunos de sus defectos. Entre las primeras resalta la utilización del lenguaje, a menudo lírico, aunque otras veces sea todo lo bronco que requiere la historia, y un buen oído para captar las jergas y el habla popular. Destaca, además, tanto su alejamiento de senderos trillados como la creatividad verbal, que no solo afecta al léxico sino también a la capacidad para generar metáforas e imágenes sorprendentes. Y, sin embargo, en alguna ocasión se echa de menos un mayor cuidado por la estructura, por que los personajes no acaben convertidos en simples muñecotes que el autor maneja a su antojo. La literatura, en efecto, tiene mucho de juego, pero nunca debería carecer de pensamiento y emociones, de profundidad y tensión en suma.
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Lo mejor de sus cuentos es lo que hay en ellos de humor y lirismo, aunque a menudo el tono sea descarnado y el desenmascaramiento de los deseos humanos pase por el sexo, el dinero y la muerte. Sin olvidar las vinculaciones que establece con motivos del cine y la literatura, con el mundo de la música, sobre todo del jazz y el flamenco. 
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Todos los cuentos están narrados en primera persona, a veces por un individuo que podría confundirse con el autor y que se vale de las muletillas habituales del relato oral. Los más logrados son “El secreto de la Garbo”, “Barrio de las Injurias” y sobre todo el que le proporciona título al conjunto. En cambio, me parecen menos afortunados “La mascota”, “Rubia de rabia” y “El vestido de la Chata”.
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La acción de estas historias sucede a comienzos del siglo XX o en el presente, y se sitúan habitualmente en Madrid o en la provincia de Cádiz, donde ha transcurrido la vida del autor. Los personajes, se trate de seres imaginarios o históricos a los que a veces animaliza, suelen ser putas, anarquistas, policías, lesbianas, traficantes, tipos rijosos, chisperos, o bien seres amorales. Y no solo no los juzga, sino que en alguna ocasión a pesar de sus acciones poco encomiables, los califica de desamparados inocentes.   
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Disfruto con las obras de Montero Glez, pero creo que le vendría bien una crítica menos complaciente (las más atinadas se las debemos a Ricardo Senabre) y un editor que le ayudara a administrar mejor su indiscutible talento narrativo, pulir las burradas innecesarias con las que tropezamos en sus narraciones, pura sal gorda, lo que no supone la domesticación de un estilo que solo adquiere sentido si permanece salvaje, tal cual es.   
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* Esta reseña apareció publicada en el suplemento Babelia del diario El País, el 4 de mayo del 2013.
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4 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

No he leído al autor, pero tomo nota.
Un abrazo.

Nicolás Jarque dijo...

Le deseo una buena trayectoria con este libro a Montero Glez, al cual le guardo un especial cariño desde que lo conocí en un concurso donde él actuaba de juez.

Tomo nota del título.

Abrazos.

Miguel Ángel Pegarz dijo...

No he leído aún nada de Montero González, pero después de leer esta crónica sigo en la duda. Mi única "relación" con él fue su actuación en un concurso de microrrelatos hiperbrevísimos y tampoco puedo quejarme.

Anónimo dijo...

Leí este libro hace unos meses y ya no recuerdo los títulos, pero me dejó esa sensación de que junto a relatos interesantes había otros textos bastante endebles. Me gustó mucho, sin reserva ninguna, su novela corta Pistola y cuchillo, y quiero leer en cuanto tenga ocasión Sed de champán. Me alegra leer una crítica en la que se señalan las virtudes y los defectos concretos de la obra que se reseña.

Saludos.

Antonio Báez