viernes, 3 de mayo de 2013

Homenaje a Cristina Nieto, y 2

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Llovía, llovía mucho
Helena mía, pensó
Duarte sin quererlo.
¿Cómo voy a despedirla
sin decirle?
Ella no verá otra lluvia
entre mis brazos
no habrá ojo gris
como el de ella, Helena
la mía tantísima
que mire un rayo
y yo esté sobre la tierra
sus pasos corren
y se oye un rumor
de viento y lluvia
en sus polleras
pensó Duarte, yo creía
que la muerte
no importaba
y no me importa
pero la vida, carajo
puta vida
que voy a dejar
o a ella que es lo mismo
y tengo que decirle
y tengo que irme
si pudiera esperar
que lloviera en mi pecho
un poco menos
te hablaría, Helena
Miísima, te diría.
La partió la soledad
en dos mitades
una de viento
una de naves
y se fue con los náufragos
hermanos
a morir al sol
como es debido
que no hay que andar en playas
de verdugos
ni en envidias fáciles
de bagatela
ni perder la amistad
por un silencio
nadando un mar de lágrimas
viniste
que no es poco.
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Cristina Nieto trajo tres hijos a este mundo: Patricio, Eugenio y Severino. Desde la década del ochenta se radicó en Neuquén donde, junto a su nuevo compañero, compartió la pasión por la educación y la lucha por una sociedad más humana y más justa. Convirtió su actividad como docente, en los niveles universitario y secundario, en una activa militancia por los derechos de las mujeres, de las minorías sexuales, de los jóvenes y de los explotados de este mundo en general; supo combinar teoría y práctica en una praxis libertaria que atravesó el aula, la calle y el hogar sin reconocer fronteras nacionales ni autoridad estatal.
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De ella escribió su amiga Cecilia: “Su palabra valía lo que un documento protocolizado y no ocultaba jamás su norte, aunque quemara como el lamento de un dragón”; y “En lugar de producir papers [trabajos de investigación] que le permitieran escalar posiciones en el ámbito de la filosofía, nos dejó piezas literarias exquisitas, desaforadas y luminosas que constituyen una resistencia activa por la vida, la solidaridad con el prójimo, la justicia social y la piedad. La filosofía fue su instrumento, la mina del lápiz que hizo visible sus entrañas”.
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Y su compañero de vida en los últimos veinticinco años, Marcelo, escribe: “Sus clases eran maravillosas, dándole voz a los que nunca habían tenido lugar en la historia de la filosofía; la agudeza y precisión de su lenguaje despertaba amores y odios sin términos medios y yo me enamoré de esa bella e inteligente profesora que desplegaba esa ética urgente por tomar partido en las cosas de la vida… fue una verdadera iconoclasta”
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* El cuadro es de Zau Wuo-Ki.
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3 comentarios:

checha dijo...

YA QUE MORIMOS, TENGAMOS LA SUERTE DE QUE SEA AL SOL,
ÚLTIMO ALIENTO DE LUZ Y CALOR PARA NAUFRAGOS,
QUE EL SOL ILUMINE EL DESENLACE ANTE EL QUE MUCHOS HUIRÁN O CUBRIRÁN SUS OJOS.
PRECIOSA TU POESÍA

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

No sé, Fernando, si me ha gustado más este hermoso poema o el microrrelato de la entrada anterior,espléndido; en cualquier caso, ambos, mucho. Lamento la desaparición de esta escritora. Miro su fecha de nacimiento y me invade una inquietante melancolía.
Un abrazo, Javier.
Mis condolencias a la familia de Cristina.

Isabel Mercadé dijo...

Todo lo que quería decir, lo ha dicho Javier Quiñones.
Con tu permiso, Fernando, le voy a pasar el enlace del blog a una bloguera argentina que recoge poesía de mujeres: http://emmagunst.blogspot.com.es/
a lo mejor también tiene interés en difundirla.