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Silvia tiene más de cincuenta años, el mismo aire
que las mujeres de los cuadros de Hopper y un cáncer inoperable. Ha vendido
todo lo que tenía para pasar lo que le queda de vida a orillas del mar en una
ciudad al otro lado del mundo. Javier, un joven fotógrafo, cuida a Julio, un
niño que le pide siempre contar cuentos de piratas y hacer fotos a las
palabras. La inesperada historia de amor entre Silvia y Javier y la singular
familia que ambos forman con Julio es un aprendizaje desesperado de la
felicidad y, para Silvia, la ocasión de reinventarse su infancia, cuando jugaba
a vender tiempo a cambio de caramelos. La
vendedora de tiempo quiere ser una narración vitalista, en la que pasan
historias, muchas historias, y los últimos destellos de la vida se exprimen
como naranjas. Silvia vive una sexualidad espléndida e intensa y se aferra al
cuerpo, al mar y al poder salvador de la ficción.
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Reinventarse la infancia, por Ioana Gruia
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Una vez me preguntaron qué
tipo de escritora quería ser y respondí sin dudarlo: una escritora
mediterránea. Con acento mezclado e intercontinental, por supuesto, de todas
las ciudades en las que viví y que amé. Lo más difícil de escribir en un idioma
que no sea el materno es reinventarse la infancia (sus olores, reales o
soñados, sus palabras, su anhelo de mar) en otra lengua. Tal vez más que
imaginar las últimas semanas de vida y la sexualidad intensa de una mujer bastante
mayor que la aprendiz de novelista que escribió La vendedora de tiempo en Mar del Plata, Granada y París. No
es el Mediterráneo el mar que aparece en el libro, pero quise que sus naranjos
fueran inseparables de los abrazos de la protagonista que tiene el mismo aire
de las mujeres de los cuadros de Hopper y del joven fotógrafo que se convierte
en su amante en una ciudad al otro lado del mundo.
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Ojalá haya logrado al menos
algunas de las cosas que quise al escribir la novela. En su generosísimo
prólogo, Luis García Montero avanza, mucho mejor de lo que pudiera hacerlo yo,
varias claves de La vendedora de tiempo:
Silvia, la protagonista, creció y vivió gran parte de su vida en una dictadura
y su vitalismo es también una manera de enfrentarse a la muerte como a una
figura dictatorial más. No sólo se enfrenta a la muerte, también a la moral
puritana de la madre y la hermana, e incluso a la renuncia a la felicidad,
dolorosamente representada por las figuras luminosas del padre y la tía. Por
eso se permite dos lujos enormes, un regalo de la vida al final de la vida: un
amante que la cuide y un niño al que procura cuidar y alentar su imaginación
poblada, como la suya, por barcos fantasmas e islas del tesoro. El niño, Julio,
es un personaje al que me une un vínculo especial. Procuré cuidar su mirada
infantil y clarividente, su lenguaje, su deseo de hacer fotos a las palabras,
su amor por las novelas de aventuras y su descubrimiento de que los adultos
ocultan secretos in-con-fe-sa-bles. La infancia acompaña a la protagonista
hasta el final, la infancia de la pequeña tendera que jugaba a vender tiempo
-un año, diez años, toda la vida para
que se la quiera una vida más- a cambio de caramelos. A la niña que se contaba
historias a sí misma y que descubrió con seis años que la muerte existía y que
un día ella también moriría, a la niña que decidió entonces rebelarse ante esta
certeza inaceptable, se agarra la mujer partidaria de la felicidad, a través de
un erotismo desesperado, un deseo permanente de vivir en la narración de muchas
historias, y la escritura del diario del capitán Smollett: en La isla del tesoro se nos habla de este
diario, pero no sabemos qué contiene. Será el regalo de Silvia a Julio.
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Son los lectores y (si logra
llamar su atención) los críticos los que deben valorar La vendedora de tiempo. Yo sólo puedo decir que fui muy feliz al
construirla, y creo que esta felicidad es vital para quienes escribimos.
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2 comentarios:
Hola, pues a mí me ha gustado tu artículo. También os quería recomendar una página muy interesante que tiene unos contenidos sorprendentes, de mucha calidad.. ¿Podéis echarle un vistazo y ver qué os parece lo que dicen aquí? La página se llama Pastiche y esto es lo que dice: http://pastiche.es/pastiche-y-el-valor-de-la-palabra/
Pues promete mucho esta introducción. Los personajes y el tema son muy atractivos, y el tema profundo y poético.
Abrazos
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