sábado, 4 de mayo de 2013

`La vendedora del tiempo´, novela de Ioana Gruia

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Silvia tiene más de cincuenta años, el mismo aire que las mujeres de los cuadros de Hopper y un cáncer inoperable. Ha vendido todo lo que tenía para pasar lo que le queda de vida a orillas del mar en una ciudad al otro lado del mundo. Javier, un joven fotógrafo, cuida a Julio, un niño que le pide siempre contar cuentos de piratas y hacer fotos a las palabras. La inesperada historia de amor entre Silvia y Javier y la singular familia que ambos forman con Julio es un aprendizaje desesperado de la felicidad y, para Silvia, la ocasión de reinventarse su infancia, cuando jugaba a vender tiempo a cambio de caramelos. La vendedora de tiempo quiere ser una narración vitalista, en la que pasan historias, muchas historias, y los últimos destellos de la vida se exprimen como naranjas. Silvia vive una sexualidad espléndida e intensa y se aferra al cuerpo, al mar y al poder salvador de la ficción.
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Reinventarse la infancia,  por Ioana Gruia
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Una vez me preguntaron qué tipo de escritora quería ser y respondí sin dudarlo: una escritora mediterránea. Con acento mezclado e intercontinental, por supuesto, de todas las ciudades en las que viví y que amé. Lo más difícil de escribir en un idioma que no sea el materno es reinventarse la infancia (sus olores, reales o soñados, sus palabras, su anhelo de mar) en otra lengua. Tal vez más que imaginar las últimas semanas de vida y la sexualidad intensa de una mujer bastante mayor que la aprendiz de novelista que escribió La vendedora de tiempo en Mar del Plata, Granada y París. No es el Mediterráneo el mar que aparece en el libro, pero quise que sus naranjos fueran inseparables de los abrazos de la protagonista que tiene el mismo aire de las mujeres de los cuadros de Hopper y del joven fotógrafo que se convierte en su amante en una ciudad al otro lado del mundo.
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Ojalá haya logrado al menos algunas de las cosas que quise al escribir la novela. En su generosísimo prólogo, Luis García Montero avanza, mucho mejor de lo que pudiera hacerlo yo, varias claves de La vendedora de tiempo: Silvia, la protagonista, creció y vivió gran parte de su vida en una dictadura y su vitalismo es también una manera de enfrentarse a la muerte como a una figura dictatorial más. No sólo se enfrenta a la muerte, también a la moral puritana de la madre y la hermana, e incluso a la renuncia a la felicidad, dolorosamente representada por las figuras luminosas del padre y la tía. Por eso se permite dos lujos enormes, un regalo de la vida al final de la vida: un amante que la cuide y un niño al que procura cuidar y alentar su imaginación poblada, como la suya, por barcos fantasmas e islas del tesoro. El niño, Julio, es un personaje al que me une un vínculo especial. Procuré cuidar su mirada infantil y clarividente, su lenguaje, su deseo de hacer fotos a las palabras, su amor por las novelas de aventuras y su descubrimiento de que los adultos ocultan secretos in-con-fe-sa-bles. La infancia acompaña a la protagonista hasta el final, la infancia de la pequeña tendera que jugaba a vender tiempo -un  año, diez años, toda la vida para que se la quiera una vida más- a cambio de caramelos. A la niña que se contaba historias a sí misma y que descubrió con seis años que la muerte existía y que un día ella también moriría, a la niña que decidió entonces rebelarse ante esta certeza inaceptable, se agarra la mujer partidaria de la felicidad, a través de un erotismo desesperado, un deseo permanente de vivir en la narración de muchas historias, y la escritura del diario del capitán Smollett: en La isla del tesoro se nos habla de este diario, pero no sabemos qué contiene. Será el regalo de Silvia a Julio.
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Son los lectores y (si logra llamar su atención) los críticos los que deben valorar La vendedora de tiempo. Yo sólo puedo decir que fui muy feliz al construirla, y creo que esta felicidad es vital para quienes escribimos.
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Ioana Gruia (Bucarest, 1978) es investigadora Juan de la Cierva y docente de literatura comparada en la Universidad de Granada. En 2011 ganó el Premio de Poesía Andalucía Joven con el libro El sol en la fruta (Renacimiento, 2011), cuyas traducciones al francés y al rumano se publicarán próximamente. Es autora además del ensayo Eliot y la escritura del tiempo en la poesía española contemporánea (Visor, 2009) y de las obras Nighthawks (Premio de cuento Federico García Lorca de la Universidad de Granada en el 2007) y Otoño sin cuerpo, poemas que datan del 2002. La vendedora de tiempo es su primera novela.
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2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, pues a mí me ha gustado tu artículo. También os quería recomendar una página muy interesante que tiene unos contenidos sorprendentes, de mucha calidad.. ¿Podéis echarle un vistazo y ver qué os parece lo que dicen aquí? La página se llama Pastiche y esto es lo que dice: http://pastiche.es/pastiche-y-el-valor-de-la-palabra/

Susana Camps dijo...

Pues promete mucho esta introducción. Los personajes y el tema son muy atractivos, y el tema profundo y poético.
Abrazos