EL DESEO
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Imagino que a usted le gustaría
entrar en el establecimiento, curiosear por los expositores, tocar esa
mercancía tan provocadora, conversar con la joven rubia que le está invitando a
pasar desde el fondo y que, cada vez que alza la mano, deja al descubierto un
dragón azul ovillado en torno a su minúsculo ombligo. Imagino que no es la
primera vez que sucede, porque usted parece uno de esos tipos que viven en una
encrucijada constante, dubitativo en la antesala de las dos puertas en litigio:
la del deseo y la de la renuncia. Imagino que buena parte de su vida ha
consistido en ignorar los arrebatos de la química por obedecer sumiso las leyes
estables de la física. Imagino que no habría sido distinto si hoy se hubiese
usted escapado del grupo, tomado el metro hasta Blanche y caminado solo por el
bulevar de Clichy, porque, en lo tocante al deseo, no hay testigo más incómodo
que uno mismo. En fin, imagino que la señora que le tira con fuerza del brazo
para conjurar sus malos pensamientos ante el escaparate del Musée de l’Érotisme es su querida
esposa, la misma que un día le confesó que no quería morirse sin haber visto
París.
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DILEMA
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La escalera mecánica se ha detenido bruscamente justo en mitad del
trayecto, y en ese mismo instante Catherine ha vacilado, sin que podamos ahora
determinar por falta de datos si lo primero ha sido causa o efecto de lo
segundo. Se vuelve hacia arriba con la sospecha, fundada, de que está sola en
medio del inmenso cubo gris que constituye una parte, solo una mínima parte, de
las entrañas de la Biblioteca Nacional François Mitterrand. Las escaleras
salvan una altura de unos treinta metros, la distancia que separa el
ensordecedor tráfago diario y el silencio conventual de las salas de lectura. Catherine
podría descender por sus medios, traspasar las puertas batientes, caminar por
el pasillo acristalado que flanquea el patio subterráneo, ocupar el pupitre
asignado, iniciar la rutina de recoger en el mostrador los libros solicitados a
través del catálogo online, buscar la
información necesaria, anotar los datos precisos que exige la interminable
tesis doctoral... Por el contrario, también podría dar la vuelta, ascender hacia
los aires de arriba, salir al encuentro de la mañana primaveral que se ha
posado fulgurante sobre el Sena, cruzar el Pont d’Austerlitz y buscar a los
amigos en las terrazas habituales del distrito 4º. Abajo o arriba. Elección que
es renuncia. Siempre fuiste indecisa, Catherine; por eso te sientas en el
escalón a esperar una señal. Sabes que esas averías mecánicas llevan su tiempo.
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* Antonio Serrano Cueto
(Cádiz, 1965) es profesor de Filología Latina en la Universidad de
Cádiz. Compagina la investigación académica con la creación literaria. Ha
publicado el libro de microrrelatos Fuera
pijamas (Ayto. de Montcada - DeBarris, 2010), el de relatos Zona de incertidumbre (Paréntesis, 2011) y los de poemas No
quieras ver el páramo (Sevilla, Isla de Siltolá, 2010) y Son caminos (Madrid, Del Centro
Editores, 2012). Estos dos microrrelatos son inéditos y forman parte de un libro que prepara inspirado íntegramente en
París.
........* El cuadro es de Eulalia Grau, y la foto está hecha en el café Le Valmy, frente al Canal Saint-Martin, París.
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5 comentarios:
Me ha encantado conocerle. Me gustan sus textos. Bss.
Me gusta la presencia del narrador en ambos textos, nos convierte en observadores atentos de esa incertidumbre que es como una pompa de jabón a punto de romperse. Pero me gusta todavía más la limpieza y claridad del lenguaje, que consigue una pintura firme de la escena. Cuando se lee a Serrano Cueto se sabe que todo está bien colocado; y se siente una seguridad formal que contrasta hábilmente con la elección del tema.
Abrazo doble
Me gusta más el primero que el segundo, pero tienen ambos un estilo muy reconocible. Me alegro de haberme enrolado por aquí para descubrir maravillas así.
Si el diccionario define el deseo como un movimiento de la voluntad (es decir, algo dinámico) y el dilema como un enfrentamiento más bien pasivo entre dos proposiciones, estos dos textos de Antonio Serrano Cueto son una excelente demostración de ambos significados. Tanto más elocuente cuanto que el deseo en el primero resulta frustrado por una realidad irreversible, mientras que el segundo se congela a la espera de un Deus ex machina que resuelva el trance.
Los relatos de Antonio siempre son así: cultos, amenos y de gran calado. Y hablando de deseo, confío que ese nuevo libro parisino no se haga esperar demasiado.
Muchas gracias, Fernando, por la plataforma y muchas gracias, queridos amigos, por vuestras amables palabras. Un abrazo.
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