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Fidelidad
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Desde lo alto
de la colina podía ver el cementerio. Los ataúdes resucitaban desde la entraña
de la tierra, ascendían y luego comenzaban a moverse como un magma. Los
primeros se atascaban en el cauce estrecho, pero la fuerza de los últimos se
imponía y creaba un nuevo camino. Era cuestión de tiempo hasta que las aguas
nos taparan.
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Bajaron con
rapidez y quebraron las altas puertas de hierro oxidado. Y luego se
transformaron en una ola enorme y lenta que avanzaba sin pausa. De pronto, me
pareció ver algo que se movía junto a los ataúdes. Pensé que estaba alucinando.
Pensé que asistía a una venganza apocalíptica. Pero no. Efectivamente, había
algo. Eran perros. Nadaban con destreza, acompañando. ¿Acompañando qué? Y
entonces comprendí: todas las cosas volvían a su origen; los perros a sus amos,
los amos a sus perros.
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Sentí un ruido, como si tocaran a la puerta. Cuando me di vuelta y
miré hacia las escaleras, hubiera jurado que mi perro me sonrió.........
* Pablo Brescia (Buenos Aires, 1968) ha publicado los libros de
cuentos Fuera de Lugar (Borrador, Lima, 2012) y La apariencia de las
cosas (Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1997) y el libro de
textos híbridos No hay tiempo para la poesía (Tantalia, Buenos Aires,
2011). Es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad del Sur de la
Florida. Su blog es: Preferiría (no) hacerlo (http://pablobrescia.blogspot.com). El microrrelato es inédito.
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3 comentarios:
No conocía a Pablo Brescia, Fernando. Te agradezco que nos lo hayas traído hasta aquí.
Un abrazo,
Un relato excelente ¡EXCELENMTE!
Muchas gracias a Pedro y Alí por sus gratos comentarios! Pablo
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