ROSAS ROJAS PARA TERESA
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Tras una larga dedicación a la literatura
fantástica, José María Merino acaba de publicar la que quizá sea su primera
novela estrictamente realista, narrada en segunda persona e ilustrada con
dibujos geométricos, El río del Edén (Alfaguara, Madrid, 2012). No creo que nadie se sorprenda, pues se trata de uno de
los escritores más curiosos e inquietos que ha dado la literatura española en
las últimas décadas.
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Esta
obra forma parte del ciclo dedicado a los espacios naturales, iniciado con El lugar sin culpa (2006) y La sima (2009), novelas que transcurren
en una isla y una montaña, respectivamente, y se completa por ahora con esta
narración cuya trama se desarrolla en la laguna de Taravilla, en el Alto Tajo, un
espacio mítico: allí se consumó la traición del Conde don Julián, la historia
del rey Don Rodrigo y la Cava ,
relato que nuestro autor había recogido en Leyendas
españolas de todos los tiempos. Una memoria soñada (2000).
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Asimismo
se ocupa Merino de la traición, aunque en un sentido muy distinto, al contar la
historia de amor entre Daniel y Tere, y los diversos avatares que sufre a lo
largo del tiempo, debido sobre todo al egoísmo del protagonista, pero también a
las importantes decisiones que toma la esposa sin consultarlo, a pesar de su
habitual sensatez.
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En la novela se relata el camino que
recorren Daniel y Silvio, su hijo con síndrome de Down, una vez que Tere ha
muerto, para esparcir sus cenizas en la laguna, el lugar donde alcanzaron la plenitud
amorosa veinticinco años atrás. Así, el protagonista recuerda su pasado, aquellos
momentos tan gratos, y la posterior ruptura, producto de su personalidad
escindida -el bondadoso y el inseguro, que lo lleva a alimentar dudas e
infundadas sospechas- y de las mutuas deslealtades. Conocemos, además, las
relaciones que Daniel mantuvo con otras cuatro mujeres; dos de ellas, su jefa y
Carla, la joven cuñada tan autodestructiva como él, desempeñan un cierto papel
en la historia. Pero el personaje más sugestivo es Silvio, el chico, a quien su
progenitor, tras el rechazo inicial, ha acabado aceptando y convirtiendo en la
mejor herencia de su matrimonio. Tanto las conversaciones que Silvio sostiene con
su padre, como el importante papel que desempeña en el desenlace de la historia,
lo convierten en un personaje singular y logrado, imagen de la inocencia y
contrapunto de los egoísmos de los demás.
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Esta novela
intimista plantea también un par de dilemas: la libertad de la mujer para
decidir su maternidad, y los riesgos que se corren al dar a luz cuando existen en
la familia antecedentes de enfermedades graves. Pero, además, cuenta la
historia de la transformación y redención de Daniel, quien acaba aprendiendo a
valorar y cuidar lo que resulta realmente importante en su vida.
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Que la narración sea de corte realista
no significa que Merino renuncie a algunos de los motivos frecuentes en su
obra, tales como la presencia de mitos y fábulas, la naturaleza edénica, las
alusiones a tesoros y marcianos, la reflexión metaliteraria o el protagonismo
de los cuarenta mandalas que encabezan
los capítulos, semejantes a los calendarios aztecas o a los cuadros de Frank
Stella, síntesis geométricas, más o menos explícitas, de las preocupaciones
existenciales de Tere, su autora. La utilización de la segunda persona le
proporciona al autor una distancia reflexiva y propicia las recriminaciones que
se hace el protagonista por los muchos errores cometidos. Esta es, en definitiva,
una novela distinta en la trayectoria de Merino, sin que falten en ella los importantes
elementos que la emparentan con su obra anterior, ni desde luego su habitual
excelencia.
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* Esta reseña apareció publicada en el suplemento Babelia del diario El País, el 12 de enero del 2013. La foto del escritor es de Francisco Seco.
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2 comentarios:
Buena reseña. Mi enhorabuena por la publicación en Babelia.
Par de abrazos.
Ya la había leído en Babelia, Fernando, y me gustó mucho. Un placer leer la novela, y otro, lo que escribes sobre ella.
Pilar
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