domingo, 26 de agosto de 2012

Por los cines del mundo, con Antonio Costa Gómez

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CINES DEL MUNDO
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En aquel cine como un hangar en Ushuaia, en la Tierra del Fuego, ponían una película sobre un deportista bocazas a cuyo cuidado dejan una niña. En un cine de Tokio en un décimo piso comprendí que un joven seguía a una joven y no se atrevía a hablarle en el metro y miraba su foto en la habitación. En otro cavernoso en Rostov del Don tuve que pagar quince entradas para que me pusieran a mí solo una película de Drácula. En uno imperial en Budapest vi una versión subtitulada en húngaro de Instinto básico y aprendí a decir “gracias” en húngaro. En un cine gigantesco de Agra todo el mundo daba vueltas y hablaba como en la calle y había un sonido altísimo y ponían una película donde indios de película llegaban a la mansión familiar en avión privado y todo el mundo lloraba mucho y se titulaba Días alegres, días tristes. En el Raj Mandir de Jaipur, el palacio del cine  de un multimillonario cinéfilo, había una cola larguísima pero un policía con una porra grande me ofreció entrar directamente. En uno polvoriento de Isfahan ponían una película en que un joven rapta a una chica y se empeña en llevarla por las montañas hasta el mar Caspio, pero nunca la toca, porque en el cine iraní nunca se tocan los hombres y las mujeres. En uno escondido en un vestíbulo en Estambul unos jóvenes quisieron desplumarme y vi como Valeria Bruni entraba lentamente en el mar. En una filmoteca solitaria en Bogotá solo estábamos Consuelo y yo y había carteles de películas que nadie vería. En el más apartado de Santiago de Compostela el patio estaba lleno de gatos y de carrocerías de coches, y me pusieron Leolo y el portero me preguntó si me había sentido solo. En la  filmoteca galáctica de Oslo volví a ver Lawrence de Arabia y tuve  una discusión con un estalinista sobre quién controla el cine. En una sala debajo de una escalera en Lisboa vi películas de terror y un día perdí la entrada y el portero me dejó entrar. En otra en Quito que se llamaba Ocho y medio volví a ver Cinema Paradiso y servían  platos combinados con nombres de películas. En un cine en el Village de Nueva York cada tres minutos se oía el estruendo del metro debajo de la sala y había que reconstruir  los diálogos. En el Luchana de Madrid ponían Ellos robaron la picha de Hitler. En otro detrás del templo de Luxor, los egipcios sonreían porque iba a ver una película europea y podían verse mujeres en ropa interior. En el Gaumont de Buenos Aires, en el vestíbulo  se veían reproducciones de Edward Hopper y las soledades de las habitaciones en los hoteles. En todos ellos me  preparaba para la magia de las imágenes en la oscuridad. Y la encontré muchas veces. Y la viví.
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Bar del cine Chaplin, La Habana
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Bar del cine Ocho y medio, Quito
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Cine Bucaresti, abandonado, en Bucarest
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Cine Rex, diseñado por John Ebertson
Cine Moskva, Yerevan, Armenia
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Cine Rustaveli, Tiflis, Georgia

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* Las fotos son de Consuelo de Arco.
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* Os recuerdo que podéis mandarme vuestras crónicas de viajes. Publicaré encantado aquellas que me gusten..
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3 comentarios:

Gemma dijo...

Muy interesante ese recorrido tuyo cinéfilo-social. Yo recuerdo especialmente haber acudido en el 2006 a un cine de Berlín (situado en la Potsdamerplatz) para ver nada menos que "Volver", de Almodóvar. La daban en versión original subtitulada, y me llamó la atención lo mucho (y fuerte) que se reía el público alemán a lo largo de toda la película. Interesantes fotos también. Saludos

Anónimo dijo...

Un saludo. Te falta el Cine de Barrio con Carmen Sevilla. Alberto Lauro.

Beatriz AA dijo...

Apasionante recorrido por el mundo y por las salas de cine. Buena crónica. Un saludo.