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En uno de sus barbarismos apunta Andrés Neuman que el laberinto es el camino más corto para extraviarse. Desde luego, no seré yo quien lo niegue, puesto que hace unas semanas me extravié cerca de Padua, en el laberinto de Villa Pisani, de Stra. Tras muchos empeños, vueltas y revueltas, logré llegar al centro, pero para salir tuvo que rescatarme la guardesa del parque, quien vino a nuestro encuentro seguramente porque tenía que cerrar la verja e irse a su casa con viento fresco. Mientras andaba de acá para allá, perdido, sin rumbo cierto, me dio por pensar que quizás el laberinto no se construyó para alcanzar ninguna meta, sino para perderse entre sus diferentes recovecos, lugares apropiados para requiebros amorosos y coqueterías sin fin... Al salir, una vez a salvo, le pregunté a la vigilanta si me vendería el secreto del laberinto. Pero por respuesta soltó una carcajada y me obsequió con un ciao.
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* Para los muy, muy curiosos, no quiero dejar de contar que se llega al laberinto torciendo a la derecha, tras atravesar la Villa. Aparece rodeado de tilos y carpas y se compone de nueve círculos concéntricos de boj. Se trata seguramente de un laberinto de amor, como hemos insinuado anteriormente. Se accede a él por una puerta del siglo XVIII que se apoya en dos bajas pilastras sobre las que aparece un par de amorcillos montados en un águila y un pez de grandes dimensiones. En el centro, lo hemos visto en las fotos, se erige una torre construida por el arquitecto Frigimélica, coronada por la estatua de Minerva, diosa de la razón. D´Annunzio describió este lugar en El fuego (1910).
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* Las fotos son de Gemma Pellicer. En la torre, situada en el centro del laberinto, aparece Carla, la primera que alcanzó el difícil objetivo.
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* Las fotos son de Gemma Pellicer. En la torre, situada en el centro del laberinto, aparece Carla, la primera que alcanzó el difícil objetivo.
2 comentarios:
Qué maravilla estar allí, hallarse y perderse y ser salvado, en fin, un abrazo para ti y Gemma, que habéis estado cerca de aquella pianura a la que ahora le da por temblar.
Un abrazo
Beatriz
El jardín de senderos que se bifurcan. Mejor entrar con un buen hilo de ariadna.
Saludos
Manuel
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