miércoles, 5 de octubre de 2011

La memoria de las víctimas: realidad e imaginación

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Hoy, miércoles, modero en Bilbao una conversación sobre la obra de Luisa Etxenike, autora de El ángulo ciego (2008), y Fernando Aramburu, que tiene en su haber libros como Los peces de la amargura (2006) o Los vigilantes del fiordo (2011), con la participación de ambos escritores. Está organizada por Bakeaz, la Fundación Fernando Buesa Blanco y el Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto. En días posteriores intervendrán también los escritores Aingeru Epaltza, Lourdes Oñederra y Ramiro Pinilla, moderados por el profesor Mikel Iriondo e Ibon Zubiaur, actual director del Instituto Cervantes en Munich.  
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Lo singular de estos libros, el problema que plantean, estriba en cómo tratar las ideas, el pensamiento dentro de la ficción, y en cómo diluirlo en la trama. Me parece que este tipo de ficciones que tienen como protagonistas al terrorismo etarra y a sus cómplices no están escritas para el mero entretenimiento, ni siquiera son relatos que atañan solo a lo personal, sino que se proponen abordar un problema colectivo, candente, que nos afecta a todos; un asunto trágico que tiene que ver con la vida y la muerte de las personas, pero también con su existencia cotidiana, o con la felicidad, el miedo, la heroicidad, la cobardía y las culpas individuales y colectivas. ¿Con qué lenguaje debe, pues, tratarse este tipo de tramas dentro de una ficción? ¿Tienen que aparecer por igual víctimas y verdugos, mostrándonos todos ellos sus razones y sinrazones? ¿Cómo lo ha tratado el cine, y cómo lo ha hecho la literatura? Estas son algunas de las preguntas que me hago y que me gustaría debatir con los autores. Quizá vosotros tengáis otras semejantes. 
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Me gustaría preguntaros, finalmente, qué literatura y qué películas, que se ocupen de ETA, de la violencia en el País Vasco, os han interesado más y por qué.
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12 comentarios:

AGUS dijo...

Fernando, a mí me pareció un ejercicio interesante "Tiro en la Cabeza" (2008), de Jaime Rosales. Es una película muda en la que hay diálogos, pero estos no se escuchan. A lo sumo, uno intuye alguna que otra palabra suelta. La película muestra la historia cotidiana de un personaje, su día a día anodino y rutinario. Hasta que el hombre sube a un coche junto a otros, cruza la frontera, y se encuentra de manera fortuita con unos gendarmes franceses... Creo que está basada en hechos reales. Me gustó, pero claro, conocía la historia de antemano (así la publicitaban) y el título es demasiado revelador. Me preguntó, cómo hubiera reaccionado de no saber nada. Creo que entonces la sensación de estupor, de sinrazón de la violencia que el film pretendía transmitir a través de la ausencia de la palabra y argumento hubiera sido mucho más grande.

Abrazos.

manuespada dijo...

Una película que generó un gran debate sobre este tema y es una cinta relativamente reciente es "Tiro en la cabeza", de Jaime Rosales. La película fue muy criticada desde algunos sectores porque mostraba la vida cotidiana de un etarra que va a la oficina, que liga con una chica, que hace todo lo que hace cualquier persona normal y, al final, como quien come, comete un asesinato. Está basada en el asesinato de Capbreton, cuando coincidieron por casualidad en mesas colindates de una cafetería unos etarras y unos guardias civliles. A Rosales se le criticó que mostrara a los etarras humanos, y no como monstruos. En su día tuve un compañero que fue guionista de Rosales en la película que le dio el Goya, "La soledad", donde también sale un atentado que cambia la vida a los personajes. Mi compañero me dijo que este tipo de cine (no pone música y utiliza como actores a gente de la calle no profesional, como Ken Loach en algunas escenas) es mostrar sin juzgar, alejarse de la escena y enseñar, aunque en mi opinión el mero hecho de mostrar una cosa y no otra ya es subjetivo. Este tipo de debate sobre la creación y la moral me ha recordado a la polémica que trajo un libro titulado "Todas putas" al que se acusó de hacer apología de la violencia de género porque el narrador era un violador que defendía sus acciones de manera vehemente en el texto con frases de este tipo: ""¿Por qué seguimos demonizando a los violadores como si fueran monstruos, cuando son personas normales y corrientes con una pequeña afición que da la casualidad de que ahora está considerada como un delito y tipificada como tal". En mi opinión una cosa es lo que diga el personaje y otra lo que diga el autor. No es lo mismo que un personaje sea un nazi que cometa actos atroces en una peli de Lans Von Trier, a que salga Lans Von Trier diciendo que le cae bien Hitler. De hecho, la peli de Rosales se proyectó (para dejar las cosas claras) en el Festival de San Sebastián con un comunicado de condena a los atentados de ETA. Por último, mencionar el caso de Julio Medem, que lo pasó muy mal con los ataques personales que sufrió tras el rodaje de "La pelota vasca, la piel contra la piedra", un documental en el que recogía testimonios de víctimas y de familiares de ETA. Se le acusó de equiparar a verdugos y víctimas. Un abrazo y disculpas por la extensión, pero es un tema que me interesa, me crié en Rentería en los años de plomo, cuando un niño del barrio perdió una pierna al adrle una patada a una bolsa de deporte. Aquello nos dejó marcados a todos los niños de aquella generación.

Pedro Herrero dijo...

Me gustó "Días contados" de Imanol Uribe, porque sitúa el terrorismo en un segundo plano y, a mi entender, eso permite abordar el tema sin ceder de antemano a una posición ideológica determinada. No he leído el libro de Juan Madrid que inspira la película, pero el drama romántico del protagonista define a este personaje como una persona con sentimientos que hace algo monstruoso, no directamente como un monstruo. La capa humana del personaje es la que invita a un posterior debate, que quizás arroje luz sobre la parte oscura.

También creo que las razones de las víctimas y las de los verdugos no han de aparecer juntas en un mismo argumento de ficción. Una historia sólo puede explicarse desde un punto de vista, más o menos comprometido. A nivel documental, la cosa cambia. Pero en el cine y en la literatura estamos acostumbrados a que el autor no se contradiga al vendernos su mensaje.

Susana Camps dijo...

Yo sólo recuerdo haber leído "El tazón de hierro" de Félix Novales, memorias de un exgrapo escritas desde la cárcel. Me gustó, pero es un libro que tiene muchos años y representa un punto de vista un poco convencional, de arrepentido que lucha por volver al rebaño. No sé si no estará desfasado.
A mí tampoco se me olvidó nunca el niño que dio una patada a una bolsa de deporte y perdió la pierna. Hay cosas que ocurren en la piel de todos.
Abrazos.

Óscar Esquivias dijo...

Las primeras obras literarias que me vienen a la cabeza son "Los peces de la amargura" de Fernando Aramburu, "El hombre solo" de Bernardo Atxaga y "La soledad del ángel de la guarda" de Raúl Guerra Garrido. Son tres perspectivas distintas sobre una misma realidad, vista desde las víctimas, desde los terroristas y desde un escolta nacido fuera del País Vasco pero que trabaja allí (bueno, si no me acuerdo mal, en "La soledad del ángel..." no se dice explícitamente dónde se desarrolla la acción, pero es evidente que sucede allí). A mi modo de ver, son tres monumentos literarios.

Emilia Oliva dijo...

No voy a hablar de las películas, sino del ángulo de visión. Para la víctima, el mundo ha saltado hecho pedazos y no hay recomposición posible. No es que la memoria sea obstinada, es que hay un hecho que marca un antes y un después. La persona parece que se desdibuja y sólo queda la víctima. No hay recomposición posible. La víctima parece no poder hablar o dirigirse a los otros como persona. Pertenece a otra órbita, ha sido catapultada a otro plano. El verdugo, sin embargo, no pierde esa condición. Tiene voz y ley (que le protege). El verdugo es persona, no deja de serlo. ¿Qué protege a la víctima? Cuando además se esgrimen razones que justifican los hechos sufridos por la víctima… La víctima ya no existe, deja de ser, fue. Me parece una frivolidad hablar de las razones de las víctimas y las razones de los verdugos. Admitir la razón del verdugo… es una obscenidad.

Propílogo dijo...

Por razones de peso entre las que se incluyen el hartazgo y la parcialidad no he leído nada relacionado con el terrorismo, aunque ha despertado mi interés la película que comentan Agus y Manu.
Como también me han hecho pensar los comentarios de Pedro y Emilia, acerca de las razones de víctimas y verdugos. Si yo tuviera que escribir sobre el tema creo que me apoyaría en eso, en el valor de las razones. En que las razones del verdugo son el obsesivo alimento diario de un sesgo heredado, mientras que las razones de la víctima, que son razones para vivir, sólo se plantean una vez muerta.
Saludos
Gabriel

manuespada dijo...

Por cierto, habría estado bien hablar en el coloquio sobre la concesión del Premio Euskadi de ensayo a Joseba Sarrionandia, el etarra huido en 1985 en el interior de un altavoz y al que han plagiado unos cuantos, incluido Bunbury. Creo que este caso es el ideóneo para debatir sobre ética y creación, sobre si deben separarse ambos conceptos o van unidos.

carmen peire dijo...

Me impactó La soledad de Jaime Rosales como película,más que días contados, acaso porque el atentado "entra" en una vida normal con consecuencias desastrosas. En libros, Esos cielos, de Bernardo Atxaga, la historia de una mujer de treinta y siete años que ha pasado la última parte de su vida en prisión. Empieza justo cuando sale y coge un autobús para volver a su pueblo. Un itinerario de enfrentarse con lo que ha hecho, una road movie, la iniciación a otra vida tras el cambio hy lo que se pueda encontrar.
Aparte de todo esto, ánimo y suerte, creo que está bien que se hagan estos encuentros. Espero conclusiones y comentarios en el blog

Fernando Valls dijo...

Disculpadme por no haber dicho nada hasta ahora, pero desde el martes por la noche no he podido mirar el blog.
Gracias por vuestros interesantes comentarios. Esta misma tarde sacaré una nueva entrada sobre el acto de ayer en Bilbao. Saludos.

Pedro Herrero dijo...

El 6 de octubre dejé un comentario en esta entrada, respondiendo, por alusiones, a mi buena amiga Emilia Oliva. Posteriormente recibí constancia de su publicación en mi buzón de correo electrónico. Pero el comentario ha desaparecido. Era una simple y respetuosa matización que no tiene mayor importancia, pero acuso el hecho (sin acusar a nadie, por supuesto).

Fernando Valls dijo...

Pedro, tienes razón. No sé qué ha podido pasar. He recuperado tu comentario de mi buzón de correo, que paso copiar de nuevo:

"Querida Emilia, todo lo que ocurre, ocurre por una razón determinada, por obscena o incomprensible que nos parezca. La fuerza de una razón es lo que lleva a mucha gente a defender su punto de vista. En cambio, si esa razón no tiene fundamento en una sociedad civilizada, entonces estamos en condiciones de aplicar un castigo acorde con la tragedia que provoca.

Yo no hablaría de frivolidad en este debate. Por muy culpable que sea una persona, merece un juicio, no un linchamiento. Y para juzgar hay que atender a razones, incluso a las que escapan a nuestras entendederas."
PEDRO HERRERO