Antonio Vilanova, catedrático emérito de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, acaba de fallecer a los 85 años. Había legado su extraordinaria biblioteca a la Universidad en la que trabajó siempre. Dedicó su vida a la literatura, en las diversas facetas de profesor, filólogo, ensayista, crítico literario de actualidad y editor. A la escritura, en suma, podría decirse, porque si algo le proporcionaba sentido a todo su trabajo era el buen gusto, el rigor y la claridad expositiva.
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En los primeros años de postguerra, como joven letraherido que era, trabó amistad, en el mítico Patio de Letras, con Juan Perucho, Néstor Luján, el musicólogo Nani Valls, el pintor José María de Martín, Francisco José Mayans, Carlos Fisas, etc. Casi todos ellos hicieron sus primeras armas en revistas del SEU, tales como Alerta (la dirigió el doctor José Espriu, hermano del escritor) y Estilo, para luego, años más tarde, reencontrarse los más brillantes en las páginas de la revista Destino.
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Entre quienes no fuimos alumnos directos, sus publicaciones –se ocupó, como veremos, de todo tipo de temas y autores, desde la Edad Media hasta nuestros días- fueron siempre una referencia imprescindible, un seguro de acierto y lucidez. En aquellas páginas, no sólo adquirimos innumerables conocimientos, sino también el rigor, la exigencia, la escritura amena y sencilla, intuyendo –sobre todo- el arte de leer los textos, de entenderlos y valorarlos en sus justos términos. Siendo, en primer lugar, especialista en literatura española, se consideraba discípulo de Dámaso Alonso y Martín de Riquer, estudió también la literatura catalana, desde Bernet Metge hasta Joan Perucho, de lo que es buena prueba su libro Auge y supervivencia de una cultura prohibida: literatura catalana de posguerra (2005), en donde recogía sus reseñas, publicadas entre 1950 y 1967, en Destino, ocupándose nada menos que de Josep Carner, Josep Maria de Sagarra, Carles Riba, Josep Pla, Salvador Espriu, Joan Vinyoli, Joan Perucho, entre otros autores; sin olvidar que había editado las Obras completas (1947) de su tío abuelo, el escritor popular Emili Vilanova.
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Entre sus trabajos más eruditos destacan los dedicados a Las fuentes y los temas del Polifemo de Góngora (1957), que tiene su origen en la tesis doctoral, dirigida por Dámaso Alonso; y Erasmo y Cervantes (1989), compuesto por estudios publicados en las primeras décadas de la postguerra, en torno al Elogio de la locura de Erasmo y su relación con Cervantes y el Quijote o la influencia de El asno de oro, de Apuleyo, en la composición del Lazarillo de Tormes. Fue, además, uno de los investigadores que más contribuyera a la revalorización de la novela de Leopoldo Alas, con artículos luego recogidos en Nueva lectura de `La Regenta´ (2001).
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Una cátedra universitaria tardía en la Universidad de Barcelona, la obtuvo en 1975, en donde se topó con otro sabio de su calibre, José Manuel Blecua; una voracidad lectora poco habitual y una curiosidad insaciable por la mejor literatura europea y norteamericana de los sesenta, pueden estar también en el origen de una vocación cultural que se desplegaría, a partir de 1964, en la dirección de la exquisita colección Palabra en el tiempo, de la editorial Lumen, donde lo llevó su antigua alumna Esther Tusquets, para poder competir con unas ciertas garantías con la prestigiosa empresa de Carlos Barral. En esta ocasión, el lema machadiano servía para poner al día al lector español y acercarle la obra de James Joyce (los derechos fueron un regalo que Carmen Balcells le hizo a la editora), Virginia Woolf, Celine, Samuel Beckett, Bernard Malamud, Max Aub o Umberto Eco (de Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas a El nombre de la rosa), pero también la de Giorgio Bassani, Simone de Beauvoir, Alberto Moravia, Juan Carlos Onetti o la versión castellana de la que seguramente es la mejor novela de Terenci Moix, El día que murió Marilyn (1970). En la otra colección que dirigió para Lumen, a partir de 1987, Palabra crítica, aparecieron volúmenes de Clarín, Josep Ixart, Unamuno, Paul de Man o Gérard Genette. .EEEn 1987
Vilanova fue uno de los mejores críticos literarios españoles de los años cincuenta y sesenta, yo diría que el mejor, lo que puede comprobarse leyendo las reseñas que firmó en Destino, en sus secciones "La letra y el espíritu" y "Literatura y sociedad", o en la revista Papeles de Son Armadans, luego recogidas en libros como Novela y sociedad en la España de posguerra (1995) y Poesía española del 98 a la posguerra (1998). En el primer libro demuestra un profundo conocimiento de la obra de Cela y Delibes, por sólo citar a dos autores que apreciaba especialmente. Como crítico, gozó del privilegio de ocuparse sólo de lo que le parecía de valor, creyendo ciegamente en el instinto; le parecía que el olfato, la sensibilidad y el buen gusto eran imprescindibles para poder dedicarse a la crítica literaria.
En 1959 se incorporó como jurado al Premio Nadal. Sólo faltó a la convocatoria del año siguiente, cuando permaneció en los Estados Unidos como profesor invitado en la Universidad de Madison. Todavía en la postrera figuraba entre sus componentes. En los últimos años, solía encontrármelo siempre en los pasillos del hotel donde se fallaba el galardón y cuando le preguntaba por la calidad literaria de la obra ganadora, casi siempre me contestaba con prudencia, pero con sincero pesimismo; juicio certero que solía confirmarse en la lectura posterior. También coincidía con él en los pequeños festejos que organizaba en su casa Esther Tusquets, donde siempre aprovechábamos algún rincón, entre libros y canapés, a ser posible, para mantener un rato de charla.
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El caso es que, en una primera impresión, podía parecer un hombre algo arisco y distante, aunque conmigo siempre se mostró cordial. Lo conocí personalmente a través de Perucho, uno de sus más antiguos y queridos amigos, aunque sabía juzgarlo como escritor en sus justos términos, y siempre se comportó como atento y ameno conversador, escéptico en sus juicios, de aquella rara estirpe casi extinguida de los que sólo opinan de lo que saben y siempre fundamentando sus juicios.
Hace unos dos años, cuando la editorial Menoscuarto consiguió los derechos para publicar los cuentos completos de Miguel Delibes, le propuse que escribiera el prólogo, idea que al escritor vallisolitano consideró acertada y que a don Antonio me parece que le agradó. Unos días después, lo visité en su propia casa, donde me enseñó -discretamente orgulloso- su biblioteca, el despacho donde trabajaba, para luego pasar a conversar despacio sobre el proyecto. Al final, tras pensárselo, me dijo que sí, que escribiría el prólogo. Pero, la verdad es que lo vi ya muy fatigado, con escasas fuerzas, preocupado sobre todo por la salud de su esposa, Lolita, que moriría no mucho después. El caso es que unos pocos meses más tarde, no me extrañó recibir una llamada de teléfono excusándose por no sentirse capaz de releer la obra de Delibes y componer esas páginas con el detenimiento que requería la edición.
No quiero concluir sin dejar de afirmar que me parece que don Antonio Vilanova ha sido un lujo para la literatura española, un trabajador infatigable, otro sabio maestro que mucho me temo que tampoco hemos sabido apreciar y valorar, en la justa medida que le correspondía. Lo echaremos de menos.
* Cuadros de Eduardo Naranjo, "Jardín en invierno" (2000) y "Patio de casa" (1998).
6 comentarios:
Como exalumno del Dr. Vilanova tengo que felicitarte encarecidamente por el escrito que le has dedicado. Se lo merece. Aprovecho para felicitarte por tu blog. Lo sigo con asiduidad y aprendo mucho. Otra vez, gracias
Me ha entusiasmado y entristecido mucho encontrarme con esto, soy un estudiante de filología catalana y estoy haciendo un vídeo divulgativo sobre Emili Vilanova. No me malinterpreteis cuando digo que me ha entusiasmado, me refiero a que por la parte que me toca el hecho de ver que la descendencia del autor que estudio continuó también dedicándose a la literatura me sorprende gratamente lo que me lleva a hacer esta pregunta: Sabéis si Antonio Vilanova dejó descendencia? En ningún caso pregunto con malas intenciones, mi intención es homenajear al linaje de "los Vilanova" que ya antes de que naciera Emili en el siglo XIX ya se dedicaban a la música, la cultura y a la vida bohemia.
Anónimo comentarista, el profesor Vilanova no tuvo hijos.
Fernando no se si tienes razon o no, pero te dire que yo soy descendiente de Emili Vilanova.
Asi que anonimo, el linage de los Vilanova sigue vivo.
Loida, ¿qué parentesco tenías con el profesor Vilanova? Saludos.
Fernando siento haber tardado tanto en contestar, pues no me di cuenta de tu respuesta.
Bien tanto Emili Vilanova como el Dr. son de mi familia.
De pequeña mi padre me solía llevar a ver el busto que hay de Emili en Barcelona y me contaba una y otra vez lo que sus padres a él dejándome clarísimo de donde provengo.
Lo que es de lógica es que es un antepasado mío, está en mi árbol genealógico, lo que no se es cuantas generaciones pero su apellido sigue vivo y seguirá.
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