jueves, 28 de febrero de 2008

José María Merino, premio Salambó

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Que un volumen de microrrelatos obtenga un premio literario prestigioso, que concede un jurado compuesto sólo por escritores, es siempre noticia pero, en esta ocasión, me parece que el reconocimiento es triple: a un libro valioso, a un género que todavía lucha por su aceptación debido a la miopía de la crítica, a pesar de haber dado ya frutos importantes, y a un editor (Páginas de espuma) que viene apostando por las formas narrativas breves.

En La glorieta de los fugitivos, el libro que ha conseguido el Premio Salambó, se recoge una generosa selección de los dos primeros libros que José María Merino le había dedicado al género, Días imaginarios (2002) y Cuentos del libro de la noche (2005), junto a un buen puñado de inéditos. A quienes hayan seguido su trayectoria literaria, no debió sorprenderles la aparición del primero de esos volúmenes, al que en su momento ya se le concedió el Premio NH al mejor libro del año de narrativa breve. Los cien textos que lo componen, su estilo, la utilización de los motivos de lo fantástico para mostrar su visión crítica del mundo y la reflexión metaliteraria, son las armas que viene manejando el autor con absoluta solvencia, como experimentado escritor de ficciones y lúcido crítico. Y por si todo ello fuera poco, reaparece el profesor Souto (volveremos a encontrarlo en los textos inéditos), “maniático de los signos”, uno de sus personajes más emblemáticos.

El caso es que Merino debió pensar que si Félix de la Concha, autor del cuadro que aparece en la cubierta de la edición de Seix Barral, y a quien, además, va dedicado el conjunto, pintó la ciudad de Pittsburg durante todos y cada uno de los días del año, en otros tantos cuadros, por qué no escribir las impresiones que puede producir la realidad a lo largo del mismo período. El conjunto adopta así la forma de un diario, en el que vemos transcurrir los meses, algunas de sus fechas señaladas, los episodios de la vida real. En suma, textos varios, prosa narrativa breve: del artículo de opinión, la carta (excelente la de Charlotte Brönte) o el informe policial, al cuento literario o el microrrelato.
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José María Merino en el Belvedere, Postdam, 2007


El libro, por tanto, puede leerse como las variadas anotaciones de un “diario personal pasado sin disimulo por los filtros de la ficción”, pero también como un “jardín de flores curiosas”, por usar las denominaciones que se utilizan en la breve nota de presentación. Los textos tienen su origen en recuerdos y sueños, en las noticias de los medios de comunicación, en lecturas, reflexiones o intuiciones del autor.

Los temas que trata son variados: la ecología, la guerra, la emigración, la mendicidad, lo anestesiante del fútbol, el mal uso del progreso científico (“la candidez de ciertos científicos y sus erróneas expectativas”), los orígenes de las fiestas tradicionales, etc. Merino remeda ‘géneros’ (del sueño al informe policial); rememora moldes clásicos (el mito, la leyenda o la tradición) o utiliza símbolos para mostrarnos y explicar aspectos de un presente bastante más conflictivo de lo que se nos quiere hacer creer.

En un autor tan consciente del material literario que maneja, tenía que aparecer la reflexión metaficticia, sus clásicas tesis sobre cómo la ficción ordena la caótica realidad (“a la ceguera de la realidad debe oponerse la lucidez de la ficción”, nos dice), o bien acerca de que “lo imaginario y lo vivido constituyen ya una memoria única y confusa”. Se trata aquí, además, del papel del lector, del valor del tiempo en la narración y de la estrechez de miras de los llamados estudios culturales. En muchos de estos textos el autor dialoga con la tradición literaria. Así, en el que cierra este primer libro, titulado “Cien”, transforma el celebérrimo microrrelato de Monterroso sobre el dinosaurio, en un diálogo entre el autor guatemalteco y Kafka.
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Merino y Mari Carmen, su mujer, en el Belvedere

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Merino se inventa un año y, al imaginárselo, nos lo presenta con todos los ribetes de una realidad, de una historia verdadera, que tiene los peores visos de las grandes inocentadas. Estos Días imaginarios, por tanto, deben leerse como una muestra más de que -según escribiera Montaigne- la costumbre nos roba el auténtico rostro de las cosas.

Además, al autor le debemos alguna de las contribuciones teóricas más sobresalientes a la narrativa brevísima, recogidas en Ficción continua (2004). En la primera salida de los Cuentos del libro de la noche, publicada por Alfaguara, aparece también otra faceta del autor, su interés por la ilustración, que venía cultivando en las dedicatorias privadas de sus libros. El caso es que Merino, frente al concepto de microrrelato que se está imponiendo en España, prefiere optar por el de cuento desde el mismo título del libro, tal y como hicieron hace muchos años Borges y Bioy Casares en una imprescindible antología, lo que queda ratificado por las denominaciones de varias piezas. Creo, de todas formas, que estos textos se entienden mejor dentro de la tradición y práctica actual del microrrelato. El libro debe leerse sin perder de vista las diversas series que se generan en el conjunto. Así, el volumen se abre y cierra con dos piezas significativas. En la serie que contiene más textos va marcando las horas de la noche, desde “Las doce” a “Las seis”, aunque al llegar a “Las cuatro”, de manera excepcional, le siga inmediatamente “Las cuatro y media”. La pieza titulada “El despistado” está compuesta por microrrelatos. Y la que podríamos llamar `serie de las estaciones´, por cuatro, conforme al orden tradicional de primavera, verano, otoño e invierno. No falta tampoco un “Cuento de hadas”, una “Micronovela” (creo que si no lo llama microcuento es porque aporta toda una serie de elementos que no desarrolla, aunque bien pudiera hacerlo) y un “Relato verídico”, e incluso un texto titulado “El efecto iceberg (ensayo)”. Con ellos se apela a los géneros, desde el mismo título, y se propicia otras lecturas posibles.
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“En el libro de la noche nuestras páginas están en blanco”, reza la cita de Chuang Tzu, de donde proviene el título del volumen. Creo que lo poco que sabemos de este escritor tiene su origen en un libro que en 1889 publicara Herbert Allen Giles con el nombre del autor chino, pero quizá su difusión en el mundo hispano provenga de la Antología de la literatura fantástica (1940), de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, y de los Cuentos breves y extraordinarios (1951), de los dos primeros. En esta última recopilación aparecen “La discípula” y el titulado “Sueño de Chuang Tzu”, del que el mismo Merino se ha servido en diversas ocasiones para aquilatar su propia poética, sustentada en la incapacidad para distinguir sueño y realidad. A decir verdad, el escritor chino utiliza una variante de aquella metáfora clásica en la que el mundo era un libro donde podíamos leer. ...
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Mari Carmen, José María Merino y FV en L'Orangerie


Por su parte, Merino, célebre insomne (hace poco apareció un artículo, al respecto, en El País Semanal), contrapone las páginas del “libro del día”, donde lo escrito suele permanecer inalterable demasiado tiempo, a las del “libro de la noche”, que “son de sombra, tienen varios significados, y además pueden borrarse continuamente para escribir otras”, como si de un palimpsesto se tratara. En la contracubierta se afirma que estos textos breves, habida cuenta de que “el espacio nocturno de la imaginación está hecho de iluminaciones, de súbitos centelleos”, fueron “soñados o pensados al hilo del sueño”.

Arranca con “Página primera”, un microrrelato que sirve como advertencia inicial, donde se narra que hay seres que viven lo oscuro, son los “habitantes de la casa en la noche”, como aquellos dos duendes de Lorca (Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín) que andaban “por lo oscurillo”. Esta pieza inicial se completa con “Las doce”, una “hora de límites”, en donde se explica que esos personajes se reúnen, hablan y dejan rastros, aunque nunca nadie consiga verlos. Y en “Divorcio”, el yo crítico, acusador, que aparece en el espejo al cumplir cincuenta años, se hace insoportable. Pero al llegar a los sesenta ya no refleja nada, la imagen se ha evaporado, lo que supone un alivio. Este microrrelato es una variante, aún más pesimista si cabe, de uno de los mejores cuentos del autor, titulado “Imposibilidad de la memoria”.

No faltan, según suele ser frecuente entre los cultivadores del género, las relecturas de mitos u obras literarias célebres, como ocurre en “Andrómeda”; “La vuelta a casa”, a propósito de La Odisea; “Metamorfosis”, sobre un hombre lobo pacífico que consigue sobrevivir; “El lugar debido”, que trata del paso de la laguna Estigia; “El final de Lázaro”, acerca del resucitado de la Biblia; y “Ni colorín ni colorado”, revisión de la historia de Cenicienta.

Los más afortunados, creo que son “Poca luz”, “Los días robados”, “Telúrica”, “Crisis de percepción”, “La gran catarata”, “Satánica” y “Casas pintadas”. En el primero, la rueda de la fortuna gira para que el protagonista, preceptor de los hijos de un conde que habita un castillo, se vea perjudicado o favorecido por la escasa iluminación de sus estancias. Al final, le cuesta la vida y acaba convertido en un fantasma.

......... José María Merino y Gemma junto al arquero de L'Orangerie.
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En “Los días robados” el personaje olvida las imágenes de los viajes felices que ha realizado a lo largo de toda su vida, y sólo le quedan los recuerdos ajenos. En “Telúrica”, mientras se cocina un calamar, se evocan los distintos lugares de donde provienen los diversos elementos e ingredientes que utiliza para su guiso. El narrador protagonista de “Crisis de percepción” ve y advierte cosas que los demás no aprecian, con lo que los médicos le diagnostican “pérdida grave del sentido de la convención”. Para curarse decide mentir, acomodarse como los demás y compartir las opiniones generalizadas, esto es: que el rey va vestido, que ciertas películas y novelas son excelentes... Por su parte, el obsesivo protagonista de “La gran catarata” se distrae con algo secundario, dejando de percibir lo principal, ya que en vez de fijarse en la espectacular catarata, se entretiene en sacar un lápiz que se había quedado incrustado en una ranura.

La más humorística de todas estas piezas es sin duda “Satánica”, en donde el mismo Diablo, mostrado a la manera tradicional (rojo, desnudo, con cuernos y alas doradas, patas peludas cabrinas y bigote y perilla de mosquetero, como la ilustración que reproduce un diablo popular mexicano), es quien se le manifiesta al autor, para quejarse -con la voz de Marlon Brando en El padrino- de que en un “libro de la noche” no se le haya prestado ninguna atención, como si del Augusto Pérez unamuniano se tratara. La segunda parte del microrrelato empieza con la aparición de la mujer del narrador. Satanás, tras ser exorcizado por ella, acaba convertido en una masa y congelado en el frigorífico. En la conclusión, se comenta que quizás en “el libro de la noche” ya no reine el crimen, pero aun así, en “el libro del día” “el mundo sigue dominado por la hipocresía, la guerra, el horror”, de ahí que al narrador le dé miedo imaginar a quién puede corresponder su señorío. Tampoco falta la chanza en microrrelatos tales como “La tostadora”, en el que unos extraterrestres se asustan al encontrarse en su mesa de desayuno una especie de platillo volante pilotado por seres humanos. Por último, el microrrelato que cierra el libro, “La gran trama / El desenlace”, puede leerse como un aviso a los críticos, a su exagerada manía de señalarle antecedentes e influencias a los libros, y como una breve reflexión sobre el modo en que surgen las ficciones.

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Merino, Mari Carmen y FV junto a la Casa del dragón, Postdam
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De los llamados “Inéditos y dispersos”, destacaría “Para una historia secreta del éxito”, “Temores infundados”, “El desposeído”, y “La verdadera historia de Romeo y Julieta”. El primero podría ser la biografía de más de un autor español de éxito, aunque no lo sea de ninguno en concreto, ni el autor haya pretendido tal cosa. En el segundo, que reproducimos, se disipan los temores de quien acostumbrado a llegar volando a su oficina, se levanta pensando que no podrá hacerlo. “El desposeído” es un relato humorístico en el que el narrador es abandonado por su sirena que lo deja por el trasgo del desván, llevándose éste además, y es lo que más siente, su colección de sellos. Y en el último de los citados, realiza una relectura –“la verdadera historia”- de los amantes de Verona, barajando a sus protagonistas con los de Otelo, en la que ella se fuga con un trapecista, mientras que él no consigue enamorar a Desdémona, más interesada por Otelo.

La segunda parte de La glorieta de los fugitivos, compuesta por “La glorieta miniatura”, organizada en lo que el autor llama “veinticinco pasos”, está dedicada a la reflexión, en forma de microrelatos, sobre las formas narrativas breves, entre los cuales destacaría los que se ocupan del Quijote. Lo que no acabo de entender, en cambio, permítanme que me ponga chinche, es por qué el libro lleva por subtítulo “Minificción completa”, puesto que no es ni una cosa ni la otra, según hemos visto. Respecto al término de minificción, cabe decir que estas piezas no son, en rigor, minificciones, ya que con aquel concepto denominaríamos también (aunque no sea partidario de esta inútil casuística) a los textos breves no narrativos, sin que sea éste el caso que nos ocupa. Pero lo importante, al fin y a la postre, es que sin duda constituye un libro significativo, al que con este premio se le hace justicia, compensando la escasa atención prestada por la crítica hasta ahora. La muestra que les doy a continuación, "Temores infundados", no es más que una mínima prueba de las muchas piezas de calidad que atesora un volumen que los interesados en la buena literatura deberían de conocer.


Merino y Mari Carmen en el restaurante Al Sarago, Berlín


"Temores infundados"

Esta mañana me he despertado con un miedo angustioso a no poder volar, y la desagradable impresión persistía mientras iba subiendo por la escalera de la terraza, con la gabardina bien ceñida y mi cartera colgada de una mano. Sin embargo, me he lanzado al vacío, he emprendido el vuelo sin problemas, y he llegado con toda puntualidad a la oficina.
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P.S. Nada me alegra más que haber acertado en mi pronóstico, entre otras razones porque me libra de quedarme manco, al menos por esta vez...
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* Fotos de Gemma Pellicer.
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