lunes, 30 de julio de 2012

La Dordoña de Gabriel de Biurrun

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Dordogne, en busca del Déjà vu
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Si hubiera sabido que esto me iba a gustar tanto, habría venido antes. Pero entonces habría sabido que me iba a gustar, y no me habría gustado tanto.
Dejando a la izquierda el habitual atasco de Burdeos y sus mesnadas, nos dirigimos hacia  Bergerac, rodeándolo, y entramos en un increíble laberinto verde de carreteras comarcales, pastos y maizales, valles poco profundos coronados por castillos y mansiones, que dominan una enorme extensión plagada de granjas.
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A Les Granges se llega desde Saint Fèlix de Villadeix, un pueblo en cuesta que, según nuestra anfitriona, tiene una iglesia y un colegio; y vale. Gîte Apifera es un conjunto de construcciones inmerso en un jardín de varias hectáreas, y en unos bosques prietos, de pinos y fresnos, rodeados por tejos, nogales y avellanos. En la casa principal viven Claude y su mujer, con hijos que aparecen y desaparecen, dedicados a sus huéspedes y a la huerta ecológica, y a seguir reconstruyendo esta infinidad de metros cuadrados. En un lateral de la casa alquilan un pequeño apartamento, y, en lo que en otro tiempo fue un corral, estamos nosotros, separados por una pared -aparentemente infinita- de otra familia con niños.
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Lascaux
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Por alguna razón que desconozco hay por aquí un núcleo importado de holandeses con sus roulottes y sus Volkswagen, y sus jeroglíficos en el buzón, que desciframos perezosamente en nuestros paseos por los caminos. Yo voy resoplando entre las ramas, buscando mis arañas favoritas, enseñándole a Íñigo la diferencia entre Araneae y Thomisidae, dejando que las atrape en su bote de jabón, y las vea y las suelte; mordiéndome la lengua para no decirle que también iremos a Corfú gracias a un microrrelato.
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Aquí se está tan bien que apenas hay cobertura. Nos dice Claude que en julio es habitual este calor sofocante, que invita a bañarse en el río y a pasear con agua en la mochila.
Siete días no dan para ochocientas visitas, así que hemos seleccionado sin prisa lo poco que se puede ver con niños: Limeuil, Lalinde, Sarlat, las cuevas de Lascaux... Todos ellos sitios muy bonitos, con el tamaño justo para que no decepcione una visita breve. Los tejados aquí hablan de nevadas, o de lluvias monumentales, y ocultan áticos de oscuridad densa y húmeda. Cada rincón de las calles esconde un nuevo pasadizo, un recoveco medieval tan bien conservado que huele a armadura y caballo.
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Limeuil
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Lalinde
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Sarlat
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Sarlat
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Sin embargo, lo que yo he disfrutado han sido los trayectos. En alguna carretera se podrían alcanzar los 90 por hora, pero no apetece. Lo realmente entretenido es ir a 50, charlando con Irantzu, mira qué casa, mira qué casa, serpenteando, observando desde lejos los castillos de princesas de las que habla Itsaso, deteniendo el coche en un cruce a la sombra, solos, sin que importe mucho si giramos a la izquierda, hacia Saint Nosequé, o a la derecha, hacia Saint Nosequé.
Me he sorprendido a mí mismo en busca de un Déjà vu, ansiando brevemente en cada recodo, encontrarme con una granja que hubiera soñado, con un río que conociera sin querer; para poder recordar el nombre y decir más tarde: aquí. Aquí vendré a jubilarme.
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Gîte Apifera
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Os recuerdo que podéis mandarme vuestras crónicas de viajes. Publicaré encantado aquellas que me gusten.
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7 comentarios:

Yashira dijo...

Pues esta entrada deja buen sabor de boca, y eso que no se habló de comida. Pero ese vieja debió ser memorable.

Un saludo.

Beatriz AA dijo...

Un plácido recorrido donde la vista, por lo que cuentas, nunca descansa. Francia es bella, sin duda. (Desde el pasado Tour estoy deseando ir, aunque luego no vaya).

Un abrazo Gabriel y familia.

Óscar dijo...

Estás en territorio de Los Duelistas, de Ridley Scott, una película única -la gemela apasionada de Barry Lyndon, para mí- cuya belleza han rastreado siguiendo su rodaje en una página, Forum Napoleon 1er, que encontré en la red. Yo llegué a Sarlat con un amigo, después de muchas horas de viaje, y teníamos que volver al día siguiente. Se nos hizo de noche y no encontramos el Château de Monfort, desde donde observa Harvey Keitel su ocaso, el fin de la lucha de su vida, y se te hiela la sangre con la impresión de estar viendo al mismo Corso. Algo que no sale en la película y me impresionó, es la Linterna de los muertos, que pertenece a un tipo edificaciones en donde elevan el fuego que simboliza las ánimas y supongo que así las mantienen tranquilas. A ver si nos podéis dar alguna pista curiosa a los que tenemos pendiente ese viaje que merece detenimiento y, en el caso de que te guste el cine, hasta un peregrinaje.

Un saludo.

Propílogo dijo...

Óscar, la verdad es que pocas pistas te puedo dar. En un viaje con niños uno se arriesga a pagar un dineral por cuatro entradas para una visita, y que a mitad del recorrido alguien se obsesione por un helado urgentísimo.
La Linterna de los muertos es, efectivamente, un edificio curioso, junto a la abadía. Pero todo Sarlat es espectacular.
Para otra vez se quedan las visitas a Collonges y Padirac, de las que me habían hablado muy bien.
Si yo volviera allí de viaje, creo que repetiría la zona de alojamiento, porque es un sitio muy tranquilo, y estás a una hora de la excursión más lejana. Las casas rurales allí son más baratas que aquí, aunque también cobran como extras cosas básicas como sábanas o toallas.
Por último, conociendo el tráfico en los nudos de autopistas francesas, conviene buscar una ruta alternativa, que al final ahorra tiempo. En nuestro caso, acortamos a la vuelta hasta Pamplona por Mont de Marsan, haciendo buena parte del viaje por nacional.
Un saludo
Gabriel

Propílogo dijo...

Óscar, la verdad es que pocas pistas te puedo dar. En un viaje con niños uno se arriesga a pagar un dineral por cuatro entradas para una visita, y que a mitad del recorrido alguien se obsesione por un helado urgentísimo.
La Linterna de los muertos es, efectivamente, un edificio curioso, junto a la abadía. Pero todo Sarlat es espectacular.
Para otra vez se quedan las visitas a Collonges y Padirac, de las que me habían hablado muy bien.
Si yo volviera allí de viaje, creo que repetiría la zona de alojamiento, porque es un sitio muy tranquilo, y estás a una hora de la excursión más lejana. Las casas rurales allí son más baratas que aquí, aunque también cobran como extras cosas básicas como sábanas o toallas.
Por último, conociendo el tráfico en los nudos de autopistas francesas, conviene buscar una ruta alternativa, que al final ahorra tiempo. En nuestro caso, acortamos a la vuelta hasta Pamplona por Mont de Marsan, haciendo buena parte del viaje por nacional.
Un saludo
Gabriel

Rosana Alonso dijo...

Me gusta porque la crónica, esta crónica, solo podrías escribirla tú.

Es 100% Biurrum y tiene un no sé qué que hace que me resulte cercano y conocido lo que cuentas y muestras... a ver si va a ser el deja vú...

Espero la de Corfú ;), ya sabes Gerald Durrel.

Abrazos per tutti

Susana Camps dijo...

Se disfruta el tono irónico, cómodo, próximo y (para romper con tanta esdrújula) la complicidad del relato. Es casi la carta de un amigo que cuenta su salida familiar, solo que la literatura se filtra inevitablemente por los ángulos de visión del conjunto.

También me ha gustado mucho el comentario del helado urgentísimo.

Gracias por las sonrisas. Abrazos a invitado y anfitrión.