miércoles, 18 de enero de 2012

Ha muerto el poeta y crítico literario Miguel García-Posada

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Poeta y narrador, pero, sobre todo, ensayista y prestigioso crítico literario, Miguel García-Posada nació en Sevilla, en 1944. Era doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, discípulo de Fernando Lázaro Carreter, y había  ejercido la docencia como catedrático de Lengua y Literatura Española en el Instituto Beatriz Galindo, de Madrid, e impartido conferencias en diversas universidades españolas y extranjeras. Aunque por mezquinas arbitrariedades nunca consiguió una plaza como profesor universitario. En los últimos años había trabajado como funcionario de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. 
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Ejerció como crítico literario, sobre todo de poesía, en los diarios ABC (1983-1991 y 2001-2009) y El País (1991-2001). Había prologado obras de Rubén Darío, Unamuno, Azorín, Pío Baroja, Francisco Ayala, Ignacio Aldecoa, Adolfo Bioy Casares, Alfonso Grosso y Francisco Umbral, de quien se convirtió -tras la edición de Mortal y rosa- en uno de sus mayores valedores, a veces tan a ciegas que mermó su reputación como crítico. Había editado la poesía de Lope de Vega (1984) y las obras completas de Lorca, a quien le dedicó una monografía: Federico García Lorca (1979), y un estudio: Lorca: Interpretación de Poeta en Nueva York (1982). Además, cultivó el ensayo en Acelerado sueño. Memoria de los poetas del 27 (1999) y El vicio crítico (2001). Es autor también de diversas antologías como Cuarenta años de poesía española (1979) y Poetas del 98. Un fin de siglo (1998). Había escrito sus memorias (La Quencia, 1998, y Cuando el aire no es nuestro, 2001); tres libros de poemas (El paraíso y las hachas, 1966; La lealtad del sueño, 2007; Días precarios, 2007; e Inclemencias, que obtuvo en el 2007 el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla); y una novela (La sangre oscura, 2006). Creo que su trabajo como crítico eclipsó, injustamente, su labor como poeta, faceta esta que los lectores de este blog conocen porque aquí anticipó algunos de sus versos cuando todavía eran inéditos. En 1988 obtuvo el Premio Luca de Tena, y entre 1996 y el 2009 presidió la Asociación Española de Críticos Literarios. 
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Lo traté, sobre todo, durante los muchos años que compartimos jurado en el Premio de la Crítica, no siempre -siento tener que decirlo- en buena armonía. Pero con el paso de los años, creo que acabamos entendiéndonos y me alegra haber llegado a mantener con él un trato cordial. Siempre lo tuve -y lo dije cuando vino a cuento- que García-Posada era un excelente crítico de poesía, quien además conocía muy bien la narrativa, sobre todo la novela. Tenía ese olfato y buen gusto que poseen los grandes críticos y la rara capacidad de distinguir los libros y autores valiosos. Por tanto, el día que se haga la historia de la crítica literaria en España, Miguel García-Posada debería ocupar un lugar destacado.    
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5 comentarios:

Pablo Jauralde Pou dijo...

Me he enterado al leer la viñeta, y bien que lo he sentido. En la sencilla, ponderada y justa nota biográfica podría añadir bastantes cosas, que no sé si son del momento. Le he visto durante los últimos años cerca de casa, en mi barrio madrileño, ya distante y frío, quizá por la enfermedad, quizá por ese apartamiento que le impusieron desde la universidad, tan certera siempre en rechazar lo valioso. Tenía una larga trayectoria como docente de ES, en el Beatriz Galindo, en donde fue director; y un andalucismo elegante y culto. Juntos pasamos muchas veces los oscuros e injustos trances académicos de otrora.
Un abrazo, Miguel.

Julia Uceda dijo...

"Mi casa -la casa donde nací y viví muchos años- era alta, espaciosa y becqueriana. Tenía un gran balcón a la calle, una puerta muy amplia, una cancela de hierro forjado [...] y un hermoso patio de mármol en cuyo centro fulgía una quencia..." Aquellos espacios, y quien así los recordó, han desaparecido.
¿En qué memorias permanece esa unidad?
Miguel, con un mechón sobre la frente, parecía un niño malo. Aunque volcado en el trabajo de otros, reprimió, hasta el final, su voluntad de creador. Como todos, se equivocó muchas veces, pero en su trabajo de poeta y crítico fue siempre generoso, un punto inocente, perdonó demasiado y al final solo le acompañó la soledad tacaña.
Quiero pensar que en algún lugar ha vuelto a ese patio y a esa quencia con la que inicia sus Memorias y que las miserias de algunos no rompieron su eje diamantino.

César Romero dijo...

El primer tomo de sus memorias, de título algo raro pero eufónico, es un libro que transmite lo que era una ciudad de provincias en los años cincuenta del pasado siglo con un encanto a la altura de "Infancia y corrupciones" de Martínez Sarrión o "El peso de la paja" de Moix, por citar a dos autores de su generación.
Y tal vez sí, ese cierto fanatismo u obcecación por Umbral mermó algo su crédito como crítico.
Lo recuerdo presentando un libro en la librería "Antonio Machado" de Sevilla (por desgracia ya cerrada) mientras una hija suya pequeña, de unos tres años, lo escuchaba atenta y callada, sentada sobre un banco alto. Y que esa niña supiera comportarse tan adultamente, aparte de producir cercanía, revelaba cómo eran sus padres, tal vez más que las palabras que en ese momento su padre dijera.
Un saludo.

Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964) dijo...

Querido Fernando: Durante cerca de cinco años leí a García Posada en El País; yo compraba el periódico los sábados, por el suplemento, eso en tiempos preinternéticos, allá por el arranque de los noventa. Sus artículos me gustaban tanto que alguna vez le escribí (desde Torreón, Coahuila, México hasta Madrid) para felicitarlo sin importarme que no hubiera carta de vuelta. Lamento su muerte y tienes razón: era un crítico de bisturí muy afilado. Mi saludo fraterno.

Fernando Valls dijo...

Jaime, me alegra verte por aquí. ¿Cuándo me vas a mandar un par de buenos micros inéditos para el blog? Abrazos desde Barcelona.