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"La escasez de chocolate"
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Algunas mañanas, por sorpresa, era papá quien venía a despertarme. Me sacaba en brazos, con los ojos aún llenos de sueño y yo lo adivinaba de golpe. Aquellos días sin mamá eran más largos y sólo nuestros. Tenían una cualidad extraña, de expectación, como la que se nota en la tripa cuando alguien te cuenta un gran secreto.
Papá prefería no llevarme al colegio, me apretaba bien las coletas, me ajustaba la bufanda con cuidado y recorríamos las calles más estrechas formando cenefas. Cuando le preguntaba por ella, a veces, me contaba muy serio. Yo cerraba los ojos para verla en mi cabeza, contra la sombra roja de los párpados, salvando a niños de las llamas o ayudando a nacer a alguna jirafa allá lejos, en África. Después de cada historia nos sonreíamos, contentos de habernos convencido el uno al otro. Un poco.
Ella volvía siempre, apenas uno o dos días más tarde. Traía los ojos más grandes, los labios más rojos, y durante algún tiempo volvía a haber chocolate en la merienda.
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........."La escasez de chocolate"
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Algunas mañanas, por sorpresa, era papá quien venía a despertarme. Me sacaba en brazos, con los ojos aún llenos de sueño y yo lo adivinaba de golpe. Aquellos días sin mamá eran más largos y sólo nuestros. Tenían una cualidad extraña, de expectación, como la que se nota en la tripa cuando alguien te cuenta un gran secreto.
Papá prefería no llevarme al colegio, me apretaba bien las coletas, me ajustaba la bufanda con cuidado y recorríamos las calles más estrechas formando cenefas. Cuando le preguntaba por ella, a veces, me contaba muy serio. Yo cerraba los ojos para verla en mi cabeza, contra la sombra roja de los párpados, salvando a niños de las llamas o ayudando a nacer a alguna jirafa allá lejos, en África. Después de cada historia nos sonreíamos, contentos de habernos convencido el uno al otro. Un poco.
Ella volvía siempre, apenas uno o dos días más tarde. Traía los ojos más grandes, los labios más rojos, y durante algún tiempo volvía a haber chocolate en la merienda.
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* "Me llamo Rocío Romero. Tengo 38 años, vivo en Santurce (Vizcaya), soy licenciada en Filología Inglesa y tengo dos niños pequeños (Aitor de 8 años, e Irene de 5). Inspiran muchos de mis textos, pero también hacen que se me olvide lo que pensaba escribir para cuando encuentro el minuto de sentarme. Los niños, en general, me intrigan y me asombran en el mismo grado. Suelen aparecer en la mayoría de mis relatos y microrrelatos, incluso cuando no lo tenía previsto.
Trabajo de comercial para una empresa de maquinaria y de ahí mis miles de kilómetros anuales y mis historias largas o cortas para aguantar el sueño al volante. Mi empresa es bastante grande en cuanto a facturación pero pequeña en estructura y eso supone que la responsabilidad, en mi caso, vaya acompañada de pequeños placeres o sacrificios. Tengo que estar personalmente en la mayoría de los acontecimientos del sector en distintos puntos de Europa y ocasionalmente en los Estados Unidos. Viajo habitualmente por toda España y la zona norte de Portugal.
Empecé a escribir siendo una cría, aunque he tenido temporadas largas de barbecho y ahora llevo desde el 2005 matriculada en diversos talleres en la Escuela de Escritores. Casi siempre me interesan los cursos sobre el relato breve (mis profesores han sido Ignacio Ferrando y Juan Carlos Márquez especialmente). En una ocasión empecé un curso de novela -que no terminé porque no me convencía-, otro de literatura fantástica y dos intensivos de microrrelato en los que coincidí con Rosana Alonso (impartidos por Enrique Valladares y Patricia Esteban, respectivamente). Actualmente estoy matriculada en el de relato a cargo de Juan Carlos Márquez. El año pasado gané el Premio Las Redes de la Memoria 2009, patrocinado por Globalkultura, con un relato titulado “Respirar” ".
13 comentarios:
Un placer ver por aquí a Rocío. Conozco algunos de sus micros y siempre me impresiona su manera de ajustar con precisión el lenguaje a la historia, la gestión de la tensión narrativa y su capacidad de emocionar. El micro que hoy nos regalas me parece un buen ejemplo. Fantástico. Enhorabuena Rocío y gracias por traerla Fernando.
Abrazos.
Nada me alegra más el día que encontrarme a Rocío a bordo de la Nave.
Tiene una habilidad y una sensibilidad especial para plasmar las luces y sombras del mundo infantil. Y sus textos respiran, te emocionan sin artificios y en otras ocasiones te inquietan e incluso acongojan.
Un abrazo para la pasajera y otro para el capitán.
Muy buen micro, Rocío, de esos que dicen mucho contando cositas pequeñas. Me ha gustado mucho encontrarte remando en la nave. Bienvenida al manicomio.
Un abrazo.
Leyendo este relato se me ha aparecido la secuencia final de la película “La madre muerta”, de Juanma Bajo Ulloa, cuando Karra Elejalde cree interpretar un gesto de cariño en la mirada de Ana Álvarez, quien sólo se le acerca para coger una barra de chocolate. No viene muy a cuento, pero en mi opinión el lector asiste aquí a una expectativa parecida, en el gozo secreto de la niña que mide los límites de su universo por los estímulos que recibe de sus progenitores. La sensación de ser dueña del tiempo que pasa con su padre, y la posibilidad de merendar chocolate cuando la madre está presente. Lo emotivo de la historia es el filtro que separa una visión tan inocente del drama de un matrimonio roto. Espléndido texto y espléndida fotografía.
A mí algunas de sus historias me recuerdan, en cierto modo, a la Ana María Matute de 'Los niños tontos': aquí, por ejemplo, el miedo al abandono y la ternura se dan la mano entremezclados, con igual intensidad, según acostumbra a ocurrirles a los niños, que no distinguen entre sentimientos, más allá de experimentar su vivencia violenta y desbordante. Yo también me alegro de verte a bordo, Rocío.
Un fuerte abrazo
Rocío se implica en sus textos y se nota. Rezuma siempre sensaciones y eso no se aprende en ninguna escuela. Porque la técnica es herramienta necesaria para manejarse bien, pero quien no se zambulla de lleno en lo que hace sólo mostrará cadáveres. Bonitos, puede, pero cadáveres.
Me encanta, Rocío, éste y otros que te he leído.
Abrazos muy emotivos para ti y un par de besos para el de la nave, por traerte.
Gracias a todos chicos, estoy tan contenta de que me hayan invitado a la nave que apenas sé qué decir.
Mil gracias otra vez Fernando, y otras mil al resto por leerme y por los cariños.
Besos
Cada día te superas. Me encantó esa niña que, a pesar de la ausencia, es capaz de ser feliz. Un poco,al menos, como se dice en el micro. También destacaría cómo niña, padre y madre comparten casi a partes iguales el protagonismo del micro.
Enhorabuena y un abrazo.
Fantástico micro. Me entusiasman esos detalles de el que sabe plasmar en cuatro palabras una imagen como la sensación en la tripa, o la importancia infantil de usar el interior de los párpados como pantalla.
Maravilloso, Rocío.
Saludos.
Gabriel
Una maravilla de relato, con frases que emocionan y una exquisito dominio de la tensión narrativa. De esos relatos que acabas de leer y ya te apetece volver a empezar.
Una alegría encontrarme por aquí a Rocío. La conozco desde hace pocas semanas, pero sus textos merecen mucho la pena. De ellos siempre se aprende.
Buena elección.
Saludos
Me encantan las historias en las que se pone un niño, la visión del lector cambia por completo, como en este texto de Rocío. Excelente.
Ay, gracias a todos de nuevo, creo que guardaré vuestras palabras como lectura de cabecera ;-)
Fernando, como ya sabes estoy encantadísima de que me hayas invitado a la nave. Un placer enorme.
Besos,
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