
sábado, 29 de noviembre de 2008
¡Atención! Últimas revelaciones sobre el doliente JG


viernes, 28 de noviembre de 2008
JUAN ROMAGNOLI
"Enamorados"
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-¿Me bajarías la luna? -pregunta ella.
-Si pudiera, sabés que sí -responde él.
Ambos quedan en silencio. Ella no parece convencida.
-Y bueno -reflexiona el enamorado-, "si la montaña no viene a Mahoma..."
Y el paso siguiente de los enamorados se prolonga una veintena de metros en el espacio, hasta posarse ambos, livianamente, en el polvo blanco.
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"Gigantes"
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En tiempos míticos, los Gigantes fueron guerreros temibles que se enfrentaron al poder establecido. Pero, según predijeron las Moiras, los dioses olímpicos los vencerían si tenían por aliado a un mortal. Este papel le tocó a Heracles, y así los Gigantes fueron derrotados. Ya en tiempos históricos, y por puro instinto de supervivencia, los Gigantes suelen mimetizarse como molinos de viento. Es conocido que sólo otro mortal, un hidalgo, podrá derrotarlos.
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"Amante"
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Con la excusa de ir al cajero automático, me hago una escapada de noche, sola y con ropa liviana, a encontrarme con él. Es que lo extraño, lo deseo. Es tan inteligente, suave y servicial, y su posición tan sólida. Es tan reservado y caballero. Nos reconocemos con una contraseña y entonces me da la bienvenida.
El acto furtivo nos provoca avidez. Como debo regresar pronto a servir la cena, no demoramos mucho y casi no hay tiempo para despedidas. Mientras me acomodo el vestido y guardo mis cosas en la cartera, él me recuerda que no olvide retirar mi tarjeta. No bien salgo, cierra la puerta discretamente.
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Durante la noche, Don Quijote sueña que es Sancho y el escudero, a su vez, sueña que es el Hidalgo.
Cuando se encuentran (en terreno onírico neutral), el escudero-Hidalgo saluda con todas las reverencias del caso al Hidalgo-Sancho, quien exagera en su altanería de Caballero, abusa de las circunstancias.
Al despertar, el distraído Quijote no recuerda el incidente nocturno. El escudero, en cambio, ha renovado su paciencia.

* La foto es de Martin Adolfsson.

jueves, 27 de noviembre de 2008
ÁNGEL PETISME

"Cinta transportadora"
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Mi corazón es una tarjeta de embarque
a un cruce de caminos del círculo polar,
a un Gran Silencio que me busca los labios.
Sin gallos que le despierten,
sin kiwis al desayuno. Sin piedad.
Mi corazón es un fósil astral.
Una maleta no reclamada
que gira en la cinta transportadora.

miércoles, 26 de noviembre de 2008
FABIÁN VIQUE

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Después del Juicio Final, el viaje al Cielo y al Infierno se hace en contingentes, de acuerdo a ocupaciones, afinidades, aficiones, y otras normas de agrupación. En un minibús van los ex jurados de concursos de microcuentos. Como han salido airosos del interrogatorio, van cantando, contando historias, felices de tener la eternidad por delante. Al llegar a Destino, son ingresados a un inmenso salón blanco, alumbrado por el Sol. Los recibe Dios en persona, con una amplia sonrisa bordada por su larga barba.Y dice Dios: Pero si aquí llegan mis queridos miembros del Jurado, ¿cómo la lleváis, amigos? Como os han contado en el Juicio, habéis sido bondadosos en vida. Habéis dado sobradas pruebas de generosidad, de amistad, de amplitud de miras y de otras muchas humanas cualidades. Habéis actuado con probidad, con sinceridad, con total honestidad.
Sin embargo, amigos, no se os ha anunciado que habéis cometido un pecadillo: una especial y obsesiva predilección por los finales sorpresivos, y sabido es (aquí se sabe), que el final sorpresivo está más cerca del vicio que de la virtud. Más cerca del engaño que de la iluminación. Quizá no lo veáis así, y lo respeto, la literatura es materia opinable. Pero aquí la Ley es una sola: darle a cada quien su propia medicina. Por eso debo deciros, mis queridos miembros del jurado, que no soy Dios, soy Satanás.

* Fabián Vique (Buenos Aires, 1966) es profesor de Lengua y Literatura. Ha publicado tres libros de microrrelatos: La colección de minilibros. Minicuentos (El mandril, Morón, 1994); Con las palabras contadas (Madrid, 2003) y La vida misma y otras minificciones (Instituto Cervantes, Belgrado, 2007). Acaba de publicar un volumen de cuentos, La tierra de los desorientados (Macedonia Ediciones, Morón, 2008). Ha obtenido Premio de Cuentos Breves de la revista Puro Cuento (1992), el premio de Literatura en la Tercera Bienal de Arte Joven de la Ciudad de Buenos Aires (1993) y el Premio en el XII Concurso de cuentos de la Universidad Autónoma de Madrid (2003), entre otros. Sus textos están recogidos en antologías y revistas de Argentina, España, México y Serbia.
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martes, 25 de noviembre de 2008
Ha muerto Ángel Campos Pámpano


Los fogonazos de ÓSCAR SIPÁN, 6
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Julio Cortázar
TODO LO QUE ME QUEDA de ella es un abrazo en las calles desiertas y el bonobús de otra ciudad. Empiezo de cero con una maleta cargada de libros, un galgo friolero y el invierno por delante: debo aprender a resistir. Ahora que le imploro a Dios un castigo para ella recuerdo cuando le pedía la vida eterna. Para escapar de la luz insoportable de los países que ya no veremos juntos, para no pensar en el momento exacto en que descubrí aquella hemorragia incontrolada de cariño, intento refugiarme en la infancia, el exilio más terrible; te expulsarán muchas veces, de muchos sitios, pero de ninguno como ése. Igual que los ancianos que se acercan a la muerte llaman a sus padres, yo pido asilo en mi infancia. Allí reside Lenkita, aquella niña morena de sonrisa lasciva que me enseñaba las bragas en el columpio, con las monjas de Santa Ana como paisaje de fondo, separando un poco más los muslos en cada ascensión. Tan guapa que hubiese intimidado a Paul Newman.
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Los domingos rezaba, como rezan los chapistas al dios del granizo, para que llegara la hora de la película en el Teatro Salesianos. Los curas olían a naftalina, lavanda y sudor: clones de Don Bosco persiguiendo sombras por los pasillos y mandándonos callar como un ejército de replicantes de tez pálida y gafas de dictador africano. Caía la noche en la sala y yo esperaba con los ojos muy abiertos y un regaliz en la mano aquellas películas para todos los públicos de catástrofes, monstruos japoneses, comedias de la factoría Disney, bofetadas y moralina: Terremoto, con Charlton Heston y Ava Gardner, Godzilla y sus decenas de hijos bastardos, insectos gigantes afectados por radiaciones, niños superdotados, coches ridículos y perros que hablaban con acento sudamericano, Bud Spencer y Terence Hill. A la salida cambiábamos cromos y jugábamos a escondernos entre las piedras de Casa Carderera. Evoco esas piedras perdidas (gigantescas, inquietantes; solía tumbarme en una con forma de diván) como evoco la figura de Maradona sorteando jugadores.

lunes, 24 de noviembre de 2008
Juan Goytisolo, Premio de las Letras Españolas

Entre las obras de Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) destacaría Campos de Nijar, Señas de identidad, Makbara, Juan sin Tierra, Reivindicación del conde Don Julián y Paisajes después de la batalla, así como sus volúmenes de memorias. Pero no sólo ha destacado como novelista, sino también como articulista e influyente intelectual, de lo que sería buena prueba El furgón de cola. Como ensayista literario, en cambio, además de llamar la atención sobre determinados clásicos (Juan Ruiz, Fernando de Rojas, Francisco Delicado o José María Blanco White), que ya los filólogos habían estudiado antes con detenimiento, se ha caracterizado por un casi absoluto desconocimiento de la literatura, de la narrativa, que se ha escrito en España en las últimas décadas, lo que lo ha llevado a apostar siempre por autores de muy escaso interés. Pero, eso sí, que siempre le han devuelto, sumisamente, las alabanzas con creces... Me temo que su importante trayectoria como narrador, hasta mediados de los ochenta, va a quedar algo empañada por su desmesurada afición al nepotismo, sobre el que podrían contar innumerables anécdotas -por ejemplo- los distintos responsables de la sección de Opinión y del suplemento de Cultura del diario El País, a lo largo de estas dos últimas décadas. Con lo que toda la moralina que rezuman sus artículos acaba sonándonos a música celestial... Así y todo, el premio es merecido, sin duda, pero más por lo que ha significado como escritor, entre los años sesenta y primeros ochenta, que por lo que hoy vale su narrativa, de cuyo desbarre es buena prueba su última novela.

Rafael Chirbes, Premio Dulce Chacón



domingo, 23 de noviembre de 2008
La actriz de Chéjov. Chejoviana, 3
La Correspondencia privada (1899-1904), entre Chéjov y la actriz Olga Knipper (Páginas de Espuma, Madrid, 2008. Edición y traducción de Paul Viejo), quien luego se convertiría en su esposa, ocupa los cinco últimos años de la vida del escritor ruso. Su interés estriba en que las epístolas tratan no sólo de sus peculiares relaciones personales, pues casi siempre vivieron separados, sino también de la vinculación de ambos con el teatro. No en vano, se conocieron durante los ensayos de La gaviota, en el otoño de 1898, donde ella hacía el papel de Nina, un poco antes de que Antón pasara el primer invierno en Yalta, en busca de un clima más cálido y propicio para su salud. Sabemos también que sus relaciones íntimas empezaron a gestarse en Mélijovo, la dacha que tenía el escritor en las afueras de Moscú. Olga estaba a punto de cumplir 30 años y empezaba su carrera como actriz, mientras que él, cercano a los 40, era un reconocido autor de relatos y estaba a punto de conseguir su primer gran éxito teatral.

La relación entre ambos estaba condicionada por el hecho de tener que vivir separados. Pero, así, ella podría continuar su carrera como actriz y él mantener su independencia. “De acuerdo, me casaré, si quiere (...). Pero (...) ella tiene que vivir en Moscú y yo viviré en el campo e iré a visitarla. Sería incapaz de aceptar ese tipo de felicidad que dura veinticuatro horas al día, día tras día”, le confiesa el escritor a Suvorin. Pero a pesar de ello, las cartas están plagadas de las ternuras y confesiones habituales entre enamorados, sin que falten los lamentos por la ausencia y las quejas por que no llegan las misivas con tanta celeridad como desearían. Tampoco escasea el humor, sobre todo en las del escritor, quien –por ejemplo- firma una carta como “Tu Toto, matasanos retirado y dramaturgo a tiempo parcial”. De haber llegado a tener un hijo, como deseaban, tenían pensado haberle puesto Pánfilo.
El caso es que se casaron en 1901, con discreción y sin aspavientos, como apunta en una de las cartas, rompiéndoles el corazón a infinitas jóvenes fascinadas por el apuesto Antón, pero sólo un año después se produce una grave crisis en la relación al quedarse ella embarazada de otro hombre. No sabemos mucho más, al respecto, aparte de que le provocaron un aborto, pero sí que -años antes- Olga había mantenido un romance con su maestro y protector Vladimir Nemiróvich-Danchenko, quien por entonces ya estaba casado. Quizá fueran estas circunstancias, y antes de que ellas se produjeran, los celos, las que generaran un cierto rechazo hacia la esposa, sobre todo en Masha, la hermana preferida del escritor, a pesar de que ambas mujeres llegaron a tener una relación estrecha. Así, por ejemplo, Masha le escribe a Antón el día antes de su casamiento: “¡Toda esa historia de la boda me parece un horror!”. ¿No tendrán que ver con este espinoso asunto las 75 cartas que desaparecieron ya de la primera edición de la correspondencia y que nunca han llegado a ver la luz?

No menos interesantes resultan las consideraciones sobre los entresijos del Teatro de Arte de Moscú, donde Olga trabajaba, todo un mito en la historia del arte dramático occidental, fundado en 1898 por el director y actor Konstantin Stanislavski y por Nemiróvich-Danchenko. Por ejemplo, se comenta cómo es preciso entender algunos pasajes fundamentales de Tío Vania, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos, cuya gestación tanto le costó; cómo debe Olga interpretar sus papeles en estas piezas; lo extraño que resulta que se estrenen sus obras mientras sin que logre verlas en varios meses; o de que no siempre se muestra satisfecho con el trabajo de Stanislavski como director y casi nunca con el del actor....

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Los avances de su enfermedad, que él siempre intenta minimizar, surgen a menudo. Este libro, en suma, es una pequeña joya que interesará a los admiradores del Chéjov narrador y dramaturgo. Pero debería completarse en el futuro con otros tomitos dedicados a la correspondencia de Chéjov con Alekséi Suvorín, su protector y mecenas, quizá las cartas más interesantes de las infinitas que escribió; y con el citado Nemiróvich-Danchenko. Tampoco tiene desperdicio las que se intercambió con Gorki, ya traducidas al catalán, aunque sean pocas y quizá no dieran para un volumen independiente. Para que se hagan un idea, sus cartas ocupan doce volúmenes de las obras completas.....

La personalidad de Chéjov es tan escurridiza que todo material resulta insuficiente para abarcarla lo mejor posible, para intentar entender lo que quiso contarnos en sus obras. La inclusión de un glosario de nombres propios y de un apéndice, con las cartas que Olga le sigue escribiendo, tras la muerte del escritor, me parece otro acierto más.
* Este comentario ha aparecido publicado en la revista Mercurio, 105, noviembre del 2008.
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* En el blog de Miguel Ángel Muñoz, El síndrome Chéjov, puede verse una entrevista con Paul Viejo.
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sábado, 22 de noviembre de 2008
EUGENIO MANDRINI

"Tango del lobo"
Primero faltó a la cita la niña de la caperuza roja.
Después, un eclipse oscureció la luna y debió morderse el aullido.
Por último, la manada lo declaró nada feroz, por esas gotas de soledad que le apagaban los ojos, y fue desalojado del bosque.
Hoy lame zapatos en la ciudad y en invierno busca el abrigo del sol como una abuela.


viernes, 21 de noviembre de 2008
El trío calaveras

No he podido resistirme y he tenido que robar del blog de Juan Cruz esta foto excelente, hecha por el periodista y escritor canario, en la que aparecen dos de los mejores narradores actuales, Manuel Longares y Luis Mateo Díez. Lástima que no acudiera también al encuentro Juan Eduardo Zúñiga, porque habrían quedado reunidos para siempre tres entrañables amigos de muchos años, de esos pocos generosos, ajenos a la soberbia, el medro y la envidia, males tan extendidos entre nuestros escritores. Como a mí me cuesta imaginármelos separados, le hago un hueco a la austera sonrisa de Zúñiga, entre los reflejos y las luces de los espejos, como si estuvieramos en el Hylogui, el restaurante de la calle Ventura de la Vega, con Gemma, tomándonos un plato de berenjenas fritas y una de esas pescadillas rabiosas que tanto le gustan a Juan Eduardo.

jueves, 20 de noviembre de 2008
Aurorretrato de LUIS PÉREZ ORTIZ (LPO)

"Autorretrato con árboles"
Soy amigo de los árboles. He plantado alguno. Y he escrito libros, y tenido una hija. Pero mi vida debe de ser menos oriental de lo supuesto porque me parece siempre en sus comienzos, lejos de estar cumplida. Entre tanto, me preocupa que sea perniciosa para los árboles, a pesar de que reutilizo papeles por el lado no impreso, y apuro la menuda caligrafía, aunque sin llegar a lo exhaustivo, al horror vacui o economía extrema del bueno de Robert Walser en el sanatorio alpino.
El primer dibujo que publiqué, en El cocodrilo Leopoldo, estaba trazado en el reverso de unos estudios topográficos que mi padre había traído de la oficina. Pero uso cantidades ingentes de papel: escribo constantemente en cuadernos y en papeles sueltos; dibujo constantemente en blocs y en papeles sueltos. Al apurar el espacio blanco, los lados y las caras, pienso en los árboles concretos convertidos en lonchas, en láminas, desfoliados por mi demanda continua.
De las filas de cuadernos y las pilas de carpetas, han salido unos pocos textos hacia el procesador, donde se reelaboran de otro modo. Este mismo, ahora transmutándose y adquiriendo fisonomía tipográfica, procede de un cuaderno de bolsillo que un francés llamaría cahier y un inglés notebook, y está escrito entre una cafetería y el andén de una estación de cercanías antes que en el teclado del ordenador. El hombre contemporáneo toma entonces el puesto del hombre extemporáneo —apegado al manuscrito y a las sensaciones físicas inherentes al acto de escribir— y asume la tarea de exportar algún escrito al mundo, transformarlo hasta convertirlo en archivo electrónico y publicarlo con formato de novela [La escondida senda, Apuntes de Malpaís, Baleario de almas, Anonimato…], artículo, relato, comentario cinematográfico… Mientras, el texto se imprime y reimprime, en sus versiones sucesivas, tachadas, anotadas y reescritas, en folios que se van saturando de caracteres y apilando, junto a las colecciones caóticas de bocetos y esbozos previos a los centenares o miles de dibujos (alguno de los cuales, a su vez, exportados para ganarme la vida), en medio de un apretado parque de libros, revistas, periódicos y recortes, sin excluir folletos turísticos y mapas. ¿Puede uno tirar esos maravillosos mapas suizos panorámicos dibujados a mano alzada?
En el Ramiro de Maeztu, conquistaba el imprescindible prestigio entre los compañeros caricaturizando a los profesores. En Bellas Artes no desentonaba estar todo el día enfrascado en blocs, incluso durante eventuales conversaciones en la mesa del comedor. En Filosofía aprendí a descifrar escritos e intenté vacunarme contra la palabrería ampulosa, acostumbrarme a eliminarla de mis cuadernos, tarea interminable.
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miércoles, 19 de noviembre de 2008
De Berlín a la Patagonia, 1




* Las fotos, de Gemma Pellicer, corresponden al lago Moquehue; la cordillera andina, con un bosque de araucarias, en primer término; la Plaza de Armas, en Santiago de Chile; y la Plaza de San Martín, en Buenos Aires, con los jacarandás en flor, y un particular que lamentablemente se entrometió en el momento de hacer la foto.

lunes, 17 de noviembre de 2008
En el lago Moquehue, en la Patagonia
He estado unos días en el lago Moquehue, en la frontera entre Argentina y Chile, sin electricidad, pero también sin un solo turista alrededor, un lugar paradisíaco, y no hay hipérbole alguna, por lo que no he podido publicar vuestros comentarios. Dentro de un par de días estaré de nuevo en Berlín y reanudaré la actividad habitual.
Saludos desde Buenos Aires.

martes, 11 de noviembre de 2008
GINÉS S. CUTILLAS

Mi mano se encontró con la de aquella desconocida entre las paradas de Entença y Hospital Clinic. Aquejado de una vergüenza infinita no me atreví a mirarla de reojo hasta cuatro paradas después, justo en el momento en que me di cuenta de que había pasado la mía.
Me levanté de improviso pensando que la inesperada unión se truncaría, pero ella me siguió sin soltarse. Como dos colegiales, llegamos hasta la puerta y evitando el reflejo en el cristal, esperamos a que el tren se detuviera.
Tomé la iniciativa. Con un ligero apretón le indiqué que me siguiera hasta la terraza de un bar. Nos sentamos en la misma mesa. Ella pidió café, yo cerveza.
Ninguno rompió el silencio y aunque nuestras palmas permanecían unidas, nuestras miradas seguían sin cruzarse.
A la hora de pagar, y ante la ausencia de presentaciones, pedimos cuentas por separado dirigiéndonos de la misma forma al desconcertado camarero.
Fue ella la que tomó entonces el control. Me arrastró de la mano hacia un paseo por la avenida de Gaudí donde una paloma suicida hizo que lanzara mis brazos al cielo y casi provoca que rompiera nuestro enlace y el mutismo que comenzaba a parecer pactado.
Durante horas anduvimos juntos. Elegimos los mismos caminos, las mismas tiendas, el mismo restaurante.
Fue una decisión unilateral la de vivir en mi casa. Recuerdo con cariño la primera noche en que el pudor hizo que nos ducháramos por turnos; mientras uno estaba debajo del agua, el otro esperaba paciente al otro lado de la cortina.
Tenemos dos hijos. A uno le puse yo el nombre, el del otro lo desconozco.
En cuanto reúna el valor suficiente, le pediré a Carlitos que pregunte a su madre por el suyo y el de su hermano.
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"Mecánica de las novelas"
Al abrirse la portada del libro sonó la alarma. Todos los personajes tomaron posiciones mientras el prologuista entretenía al lector, que no tardó en doblar la esquina del primer capítulo. Allí apareció el héroe de la historia recolocándose todavía la vestimenta ante lo imprevisto de la lectura.
Una vez más, recitó de memoria su papel sin dejar de mirar de reojo el borde de la página, desconfiado de que el siguiente figurante estuviera preparado para hacer su entrada.
No hubo ningún problema. Nada más adentrarse en la próxima hoja apareció el villano exponiendo sus intereses, siempre antagónicos a los del que acababa de abandonar el escenario que componían aquellas dos páginas abiertas del libro.
Ante lo extenso y elaborado del discurso el resto de los intérpretes respiraron aliviados, teniendo tiempo de vestirse como era debido, repasar sus papeles e incluso fumarse algún que otro pitillo para aplacar los nervios.
En el momento en que el bellaco estaba a punto de abandonar el marco de la lectura, el autor ya había ordenado correctamente a todos los actores lanzándolos a escena como el que empuja paracaidistas desde un avión.
Uno tras otro, fueron desarrollando la historia que acabó otra vez con la muerte del rufián a manos del héroe.
Apenas cerrado el libro, cuando el elenco todavía estaba felicitándose por la enésima representación de la novela, el prologuista dio la voz de alerta. Alguien había abierto de nuevo la portada del libro.
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* Ginés S. Cutillas (Valencia, 1973) es autor del libro de cuentos La biblioteca de la vida (Fundación Drac, 2007) y aparece en varías antologías de relatos y microrrelatos como Ficción Sur (Traspiés, 2008) o A contrarreloj II (Hipálage, 2008). Está a punto de publicar su primera novela La sociedad del duelo y su primer libro de microrrelatos en 2009 en la editorial Cuadernos del Vigía con el título Un koala en el armario. Entre sus galardones se encuentran el Premio Internacional de Minicuento El Dinosaurio 2007 (Feria del libro de La Habana), la V edición del concurso de microrrelatos de la feria del libro de Granada 2006, la VI edición del concurso de relatos de la Fundación Drac 2007 y la I edición del concurso internacional de microrrelatos Literatura Comprimida 2006. Es colaborador en revistas literarias como El oteador de los nuevos tiempos, Prometheus, Spejismos, En sentido figurado o Papeles de humo y crítico literario en La Opinión de Granada.
* El cuadro es de Dino Valls.

lunes, 10 de noviembre de 2008
Autorretrato de PABLO NERUDA

"Autorretrato"
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* Autorretrato del pintor Diego Rivera
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domingo, 9 de noviembre de 2008
Los fogonazos de ÓSCAR SIPÁN, 5

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EPITAFIO
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----Me pagaban muy bien los epitafios, hasta que quise vengarme de un soldado de la Cosa Nostra.
----Ahora sueño con que alguien, por piedad, escriba el mío.

sábado, 8 de noviembre de 2008
Del relato y de la crítica literaria

viernes, 7 de noviembre de 2008
Boquitas pintadas, 23
"Nadie espera nada de la crítica [la crítica literaria española], hasta el punto de que, por desgracia, ya no importa". JAVIER MARÍAS

"En Cataluña si eres un artista que no perteneces al pesebre, mal asunto. Y el pesebre es grande y chupan muchos de él. Los artistas del régimen siguen existiendo, aunque ahora sean socialistas. Pero, en el fondo, no hablo de ningún partido, porque todos lo hacen".
LOQUILLO
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"En la península, mi ciudad es Barcelona, laboral y visceral. Madrid lo fue algún rato, pero le sobran chochos. Y Palma es mejor que en mi época".

jueves, 6 de noviembre de 2008
José María Merino ante `Las puertas de lo posible´
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Regresa José María Merino al relato de ciencia ficción, Las puertas de lo posible. Cuentos de pasado mañana (Páginas de Espuma, Madrid, 2008) para contarnos el imperfecto futuro que se nos avecina, mostrándonos las puertas de lo posible. Las diecisiete piezas transcurren en un pasado mañana que es el siglo XXIV, enmarcadas por una cita inicial de F.T. Marineti, de la que procede el título, junto con un prólogo y un epílogo en forma de glosario, ambos obra del profesor Eduardo Souto, ya conocido entre los lectores del autor. Presenta el prólogo la peculiaridad de que su artífice discuta con Merino, con quien no siempre se muestra de acuerdo.
Según se nos declara en él, estas piezas se presentan como la versión literaria de los datos de un informe científico, excepto “Viaje inexplicable”, producto de la imaginación del escritor. Toda ellas transcurren en un entorno en que los hombres conviven con robots, el espacio habitable se ha degradado, y apenas existe ya la naturaleza ni los animales, a la vez que las relaciones humanas se han complicado aún más si cabe. Un mundo, pues, en el que los terroristas “vienen muy bien para cargarles la culpa de todo” (p. 123), sin que por ello se les reste responsabilidad alguna por sus atentados.
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* Este comentario apereció publicado en el número de octubre de la revista Mercurio.
