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Invasión
Están por todas partes: en las urbanizaciones, en el centro
y en la estación de tren. Aparecen por las esquinas acarreando sus carritos de
la compra o en bicicleta, empujan sus andadores, conducen sillas eléctricas o
simplemente van caminando. En la cola del cine, en el mercadillo, en las
tiendas de viejo. Comprando, pero también vendiendo. Ayudando en los colegios y
ordenando libros en las bibliotecas. No hay metro cuadrado sin alguna de ellas
dentro.
Lejos del clásico sombrerito y el bolso rígido, visten anoraks
y pantalones, botas, boinas y en primavera se ponen unos adorables pañuelitos
de flores, para sentirse como reinas que arreglan su jardín. No lo mencionan, pero algunas tienen más de
113 años.
Audaces, conducen sin preocuparse de sus cataratas y se ríen
con ostentosas risotadas cuando se reconocen en la cola del autobús. Se las ve
felices de ser tan mayores y poder por fin trabajar de voluntarias en una
organización, bailar o viajar con pocos dientes pero arrastrando tres maletas.
No le dan demasiada importancia a su apariencia, son capaces de descubrir
innovadoras y revolucionarias combinaciones entre cuadros y flores gracias a
que tienen una envidiable sordera a lo que se diga de ellas. Tampoco les
importa ser la versión fea de sus actrices favoritas: algunas tienen un remoto
aire a Vanesa Redgrave, levemente embrutecido por un rostro demasiado huesudo o
un mentón excesivamente prominente.
Otras, en cambio, recuerdan a un robusto y bien alimentado pequinés.
Una estirpe de mujeres que en su juventud fueron pioneras en
reclamar el voto, el coche y el trabajo. Entonces tomaron las calles y las
siguen ocupando con la energía inusitada de un tsunami,
dejando pálidos por el contraste a sus alcohólicos maridos que en paz
descansen, a las mantequillosas quinceañeras y a las escuálidas turistas como
yo, que observan a este ejército de antiguas sufragistas desplegarse por toda
la isla. Durante todo el día emiten luz
como si llevaran una dinamo en su interior.
Solamente se resignan a convertirse en Old ladies cuando a las cinco de la tarde, sharp, de repente
desaparecen con pasos sigilosos. Entonces las calles se quedan a oscuras y la
campiña se llena de bruma y de fantasmas. Hasta la mañana siguiente, que
vuelven a invadir la isla blandiendo sus bastones y sus papadas centenarias.
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22 comentarios:
Brilliant!
Sagaz observadora (y reivindicadora).
Que haya Paz.
El mundo al revés o tal cual es. En cualquier caso este microrrelato es un gran ejercicio de observación y de descripción hasta el final, que logra, precisamente en ese momento, redondearse para dejarte pensando.
¡Enhorabuena a la autora por aparecer en esta pagina!
Saludos.
Nunca me habían llamado sagaz, gracias por el adjetivo, Beatriz.Y a Fernando por dejarme subir acompañada de las invasoras.
Gracias, Paz, por pintar esta bella y férrea —nunca pensé que iba a escribir estas dos palabras juntas— rebeldía.
Gracias, Fernando, por compartirla.
Enhorabuena Paz estás y has estado en lugar privilegiado, y describes muy bien a estas incansables invasoras. La miss Marple de las novelas de Agatha, a la que se le acaba cogiendo cariño.
Y yo que me alegro.
Bien por esas mujeres incombustibles! me gustó sobre todo eso de la sordera, es genial llegar a estar tan a gusto con uno mismo, y dedicarte a vivir intensamente.
Un abrazo a la autora y al que lo publica.
Muchas gracias Nicolás , Patricia y Anna , por vuestros comentarios redondos , férreos y alegres. ¡Greetings!
Una buenísima estampa de memoria fotográfica, con detalles tan gráficos como ese "viajar con pocos dientes", que construyen un micro en el que aquellos que reclaman "movimiento", "historia", "relato" en un micro, los encontrarán; pero estáticos.
Saludos
Gabriel
Qué descripción tan magnífica, Paz, de esa extirpe de mujeres luchadoras en tiempo ya de reposo, que no de rendición. Felicidades.
Gracias, Fernando, por traernos Paz.
Abrazos
Muy buen homenaje a estas mujeres invasoras, tan bien observadas y calibradas. Y también tan envidiables. ¿Llegaremos a ello?
Fuerte abrazo
Asun y Susana, gracias, efectivamente: envidiable sordera y desmelene. ¡Yo quiero ser inglesa de mayor!.
Propílogo,me da la impresión de que no hay movimientos e historias más reales que las que tienen lugar dentro de la cabeza a posteriori de las vividas allá afuera.
Miguelangel , cuando las vi y me di cuenta de que podía encontrarme en presencia de las auténticas e inmortales sufragistas inglesas me puse a temblar de emoción.
Gracias a todos por comentar y al capitán por darme un pasaje para dar un paseo en su crucero y vislumbrar tantos puertos en un día.Seguimos viajando.
Los personajes del texto se describen por su aspecto, por su atuendo, por su comportamiento. Por el contraste que marcan con el resto de transeúntes convertidos en meras comparsas. También se definen por desencadenar una invasión de ruido y color allá donde transitan, casi violentando la paz de un entorno que nunca reconocerá suficientemente los avances sociales que ellas lograron en su día. El retrato es amable, entrañable, equilibrado, sin caer en la nostalgia. Una pintura festiva, sin sombras, una acuarela que muestra la senectud como una línea de meta que invita a alzar los brazos. Y por supuesto, un sincero y merecido homenaje a una briosa generación de luchadoras.
Un placer leerte, Paz. Enhorabuena.
Besos desde el aire
Gracias Pedro y Rosa, y a todos los que hayáis pasado y leído mi pequeña crónica inglesa.Las old ladies y yo nos hemos sentido muy bien acompañadas.
Qué bien!, Paz. Una detallada descripción de esas mujeres que nos invaden, las podemos ver e imaginar, e intercalando los mensajes de lucha y vida. Me ha gustado mucho, no sé si es ficción o realidad pero me lo creo, es más deseo que vengan a este país que ha vuelto a rebotar con el muro de la intransigencia. Me gusta el narrador que has utilizado. Felicidades por tu trabajo y por está aquí.
Enhorabuena Paz
me alegra que hayas tenido tiempo de escribir en tu periplo inglés. ¡Qué bien describes a las old ladies!
Abrazos y nos vemos por Santander.
Saludos a Ximens y Mel,no os había visto, y un millón de gracias a ti ,Fernando, por dejarme acceder a tu blog.
Pedían voto, coche y trabajo, y creo que lo consiguieron, las invasoras. ¿No hay ninguna corriente para echar a los políticos, ir andando y no trabajar? Porque yo me apuntaría.
Gracias por el relato Paz
Buena idea,Arte Pun, esa sería una invasión muy interesante, pero me temo que sería otra historia distinta: una de ciencia ficción.De todas formas estas mujeres ahora ya no pueden parar, seguirán siendo la principal fuente de energía renovable para la isla hasta que se mueran, por lo que yo vi.¡ Saludos!
Excelente, Paz, me encantó.
¡Saludos!
Gracias por la frescura del relato y el rato de gozo que he pasado leyéndolo.
Juan Esteban , Emilia, no sabéis lo contenta que estoy de que os haya gustado. Gracias por hacérmelo saber.
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