Avanzando entre la
extrañeza
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“Mi deseo se cifraba en que alguien me
lamiera el coño con la regla en un día de luna llena” que es cuando más sangra,
afirma la coprotagonista de esta novela en las primeras líneas (La trabajadora, Penguin Random House, Barcelona, 2013). Pronto sabremos
que Susana es una mujer de 26 años y metro ochenta de estatura en busca de
estabilidad emocional, quien se retrata a sí misma como fea, gorda, “con mi
culo de estufa y mis piernas de mesa camilla”, “mis muslos de elefanta” (pp. 25
y 36), áspera de carácter y con una precaria salud mental, pues no solo es esquizofrénica
y bipolar, sino que además padece brotes psicóticos. A su insólita demanda en
la sección de contactos de un periódico, en pos de alguien –hombre o mujer- que
se preste a tan caprichoso rito, responde Fabio, enano y homosexual, que se parece
–nos dice- a aquel señor Galindo de Crónicas
marcianas. Pero nuestro hombre exhibirá una gran pericia en la cama al conseguir
que Susana se desmaye tras un orgasmo, aceptándola tal y como es, aunque
también se muestre celoso. Este primer capítulo de la novela podría haberse
titulado, a la manera de Javier Marías, “Lo que dijo Susana…”, pues Elisa, la otra
protagonista y narradora de la historia, anuncia que se ha limitado a
transcribir, a comentar de forma sucinta y poner cierto orden a cuanto aquella le
contó, por poco creíble que resulte.
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Con un comienzo de semejante calibre el
peligro estribaba en
que los lectores pudieran abandonar el libro. Y, sin embargo, harían mal,
porque quienes disfrutan con la literatura exigente saben que a veces es
preciso tener paciencia y confiar en la pericia del autor, aun a riesgo de llevarse un
desengaño. No ocurre tal cosa en esta novela. Como veremos, a esta breve primera
parte, de 32 páginas, le sigue otra mucho más extensa que ocupa 146, parcelada
en 17 capítulos y una introducción que da título al conjunto, donde la
narradora empieza confesando que su “situación económica no era buena” (p. 45).
Y se cierra el libro con una tercera parte brevísima, de solo 4 páginas, en la que
conversa con su psiquiatra. En el cuerpo central de la novela, Elisa tiene como
inquilina en su modesto piso de Aluche, en la periferia de Madrid, a la citada Susana,
a quien describe como “alta, rubia, caballuna”, con voz de urraca y cuerpo
dantesco (pp. 49, 80 y 100), y que
también se gana la vida modestamente. La una corrige pruebas y prepara
originales para un grupo editorial que la malpaga, y eso cuando consigue cobrar;
la otra trabaja de teleoperadora. Elisa, además, ha publicado una novela y algún
artículo; mientras que Susana compone unos singulares mapas collage de la ciudad.
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De
modo que la relación entre ambas, sus peripecias y confesiones, le servirán a Elisa
de acicate para su nueva obra, el texto que ahora estamos comentando, compuesto
por materiales de distinta procedencia y factura: así, el primer relato de
Susana y un artículo aparecido en el diario Público,
al que ya nos hemos referido; la perorata de Carmentxu, jefa de Elisa, la cual se
nos presenta como una historia intercalada; y la carta y ficha que escribe a
petición de su psiquiatra. Asimismo, a la vez que vaya contándonos la historia
de Susana, también dejará traslucir la suya propia. En consecuencia, la novela
podría describirse como el encuentro de dos mujeres de edad (26 y 44 años,
respectivamente) y personalidad distinta, pero con cuitas semejantes, que a su
manera se acompañan y acaban encontrando un posible camino en sus vidas.
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Y a
pesar de que ambas compartan protagonismo, el título en singular solo parece referirse
a Elisa, la narradora que ha cumplido con las exigencias del sistema: licenciatura
y máster, si bien únicamente posee un trabajo precario y vive como una proletaria,
más allá de haberse educado en una familia pequeño burguesa. Sin embargo, habría
que contar también con el discreto Germán, quien permanece casi en la sombra,
hasta que en las páginas finales adquiere un protagonismo mayor, al margen de
que apenas lo oigamos; como tampoco hablan en este relato ni el mexicano Fabio ni
Paco, el otro tipo que contesta al anuncio de Susana.
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De todas formas, lo singular de esta
novela es, primero, la voz narrativa, pues la rabia que experimenta destila
verdad y convicción, además de inseguridad y duda, y ello considerando la precisión
quirúrgica con que escribe la autora; segundo, el Madrid atípico que nos muestra,
el sur, quizá la versión siglo XXI de aquel otro de La busca, de Baroja; y, por último, las precariedades emocionales y
laborales de ambas mujeres, situación en la que han desembocado tras recorrer caminos
muy dispares. Todo lo cual vale como prueba de la necesidad que tenemos de leer
otro tipo de historias, contadas de manera distinta y protagonizadas por
personajes diferentes que lleven vidas de hoy, como ocurre en esta inteligente novela.
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* Esta reseña apareció publicada en el suplemento Babelia del diario El País, el 25 de enero del 2014.
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