ÍCARO
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En el Museo de Bellas Artes de
Bruselas se expone un cuadro titulado “La muerte de Ícaro” del maestro Pieter
Brueghel el Viejo. A simple vista recorremos un plácido paisaje con un labriego
en primer plano que maneja serenamente su arado. Otra figura pasea ensimismada
a cierta distancia y, más a lo lejos, se ve una bella ciudad costera. Una nave
cruza un mar verdelado y bruñido como una joya luminosa. El cielo es tan
brillante que el sol podría estar en cualquier parte. La mirada se anega en ese
pequeño mundo de tranquila felicidad.
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Sólo al cabo de un rato nos
acordamos del título y buscamos al desdichado hijo de Dédalo que, al fin,
aparece ridículamente apartado en un rincón. Mejor dicho: sólo sale medio
cuerpo suyo, dos patitas que se agitan afanosas entre espumas, como rompiendo
el hechizo del agua pulida como el cristal. Son apenas dos piernas y el resto,
boca abajo y sumergido. Nuestra primera impresión es que al pintor de paisajes
le importaba un rábano el tema mitológico y que de esta forma se quiso reír de
la triste suerte de Ícaro. Pero no es así. El cuadro muestra lo que vemos; pero
no lo que ve el muchacho castigado por los dioses: un mundo de locura
siniestra, de endriagos y monstruos marinos de ojos de fuego que se pasean
alrededor de su cabeza hundida. Mientras su piel se deshace lentísimamente, sus
ojos no se acostumbran nunca a ese movimiento vidrioso de las criaturas
blancuzcas que lo cercan curiosas y crueles. Algunos lo mordisquean, pero otros
prefieren pasar de largo y volver después para atormentarlo eternamente. La
respiración falta, pero nunca lo suficiente para morir del todo. Arriba, por
milagro del artista, sus piernas se mueven y no se mueven. Ícaro está vivo
desde que fue pintado. Pero abajo está pidiendo socorro ante lo que, desde hace
cinco siglos, está viendo en las profundidades y jamás ningún ojo humano pudo
retratar.
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WIKIPEDIA
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Ya se sabe que los escritores son
todos unos vanidosos, y no hablemos de los poetas. Yo tenía un amigo, Celestino
Cuevillas era su nombre, que había escrito un par de libritos de poesía y
enseguida introdujo su nombre en la wikipedia ésa, con su biografía y sus publicaciones
y todo. No había día que no buscase su nombre a ver si salían más referencias
suyas en Internet. Pero, una vez, abrió su página y leyó: “Celestino Cuevillas
(Ciudad Real, 1958), famoso submarinista manchego. Ha trabajado en documentales
para la televisión regional y para el cine de autores de la provincia. Enlaces:
Ciudarrealeños. Deportistas de riesgo.” Mi amigo se quedó atontado delante de
la pantalla. Sin perder tiempo, reescribió: “Celestino Cuevillas (Ciudad Real,
1978), poeta y traductor, uno de los más destacados autores de las últimas
generaciones de la poesía española. Autor de Timbal de verduras y sueños (1999) y Versos del hombre y del hambre (2007). Premios en distintas
concurrencias internacionales. Enlaces: Poetas españoles. Premios literarios.
Personalidades manchegas”. Sin duda algún pirata le había jugado una mala
pasada. Pero, por si acaso, como no estaba seguro de que el gracioso volviera a
las andadas, escribió a los responsables de la enciclopedia, quienes le
contestaron de inmediato que no volvería a suceder nunca más. A la mañana
siguiente, abrió su página y espantado volvió a leer: “Celestino Cuevillas
(Ciudad Real, 1958), famoso submarinista manchego…” Con los ojos velados por la
rabia, leyó que había fotografiado tiburones en el mar del Coral, que una orca
le mordió una pierna en las aguas de la Patagonia y que había salvado a una turista sueca
de la mordedura de una morena en la playa del Manantial, Cádiz. Por este último
hecho, salió en la prensa local y después se casó con la chica y tenían dos
niñas que estudiaban en un colegio de monjas. Todo falso, falsísimo, falso de toda
falsedad. Celestino volvió a protestar en los términos más enérgicos, y pudo
reescribir y, de paso, añadir cuatro libros más (no era un invento porque ya
casi los tenía terminados) y dos menciones honoríficas que le habían prometido
unos colegas de Albacete. Pero obviamente no se quedó tranquilo. Habló con
amigos informáticos que le ofrecieron toda clase de ayuda para localizar al
mentiroso. Estuvieron trabajando en ello durante semanas. Pero, cada vez que
abría su nombre en el buscador, su identidad de submarinista iba apareciendo en
todos lados. Él volvía a la carga, creaba nuevas páginas con sus libros, sus
merecimientos, sus poemas… De nada servía. Ya había calles dedicadas a él en
todos los pueblos de la Mancha
y se anunciaban homenajes a los que, por supuesto, nunca asistiría. Incluso
habían creado un blog con su nombre: CuevillasdeMontesinos.com. Al final, tras
varios meses de luchas y protestas, el caballero suspiró delante de la
computadora:
-¡Qué se le va a hacer!
¡Renuncio!
Y con estas palabras y un
suspiro, se dirigió al armario, sacó los aparatos de buceo y se fue a las
lagunas de Ruidera a nadar con unos amigos.
........KING KONG
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La consigna era salvar a la
muchacha a toda costa. El gran mono la había atrapado y luego se encaramó a la
cima del rascacielos. Me aproximé con el biplano y apunté cuidadosamente.
Cuando se precipitó hacia abajo, pude ver que tenía un amasijo sangriento en la
manaza. No pretenderán hacerme creer que un monstruo así puede desnudar a una
mujer con la misma facilidad con que pela un plátano.
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7 comentarios:
Me haré con el libro. Por lo pronto el primer micro queda "confiscado" para lo que tú sabes. Mi enhorabuena a Javier y gracias, Fernando, por la información. Un abrazo.
¡WIKIPEDIA está fenomenal!
Pocas entradas, en este blog o en otro, provocan ese cosquilleo placentero del descubrimiento. Es lo que me ha ocurrido leyendo los microrrelatos de Javier que, por lo visto, no es ningún novato en esto de escribir microrrelato.
De sus textos, me gustaría destacar esa sutil búsqueda de lo extraño reflejada en las profundidades del mar en los dos primeros y en las alturas del Empire en el último. Como si la superficie (la realidad) fuera poco más que una referencia.
Abrazos a los dos y gracias, Fernando, por la noticia de un autor que no conocía.
Me gustó conocer la verdad virtual de Celestino Cuevillas, ese buceador que nunca escribió, y que probablemente no sabe nadar.
Otro libro para el almacén de espera.
Gracias Fernando. Abrazos
Coincido con Jesus en el placer del descubrimiento. Y pataleo, porque Wikipedia se presentó ayer en Pamplona y me lo perdí. Tendré que empezar a leer el periódico; y el blog de Javier, por supuesto.
Saludos
Gabriel
Muchas gracias, Fernando, por tu hospitalidad, y a vosotros, comentaristas, por vuestro estímulo. Abrazos.
Visto lo visto, tendré que comprobar si es cierto que el sur es el norte, No me queda otro remedio.
Saludos y gracias a los dos.
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