lunes, 12 de noviembre de 2012

Los microrrelatos de Javier de Navascués

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ÍCARO
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En el Museo de Bellas Artes de Bruselas se expone un cuadro titulado “La muerte de Ícaro” del maestro Pieter Brueghel el Viejo. A simple vista recorremos un plácido paisaje con un labriego en primer plano que maneja serenamente su arado. Otra figura pasea ensimismada a cierta distancia y, más a lo lejos, se ve una bella ciudad costera. Una nave cruza un mar verdelado y bruñido como una joya luminosa. El cielo es tan brillante que el sol podría estar en cualquier parte. La mirada se anega en ese pequeño mundo de tranquila felicidad.
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Sólo al cabo de un rato nos acordamos del título y buscamos al desdichado hijo de Dédalo que, al fin, aparece ridículamente apartado en un rincón. Mejor dicho: sólo sale medio cuerpo suyo, dos patitas que se agitan afanosas entre espumas, como rompiendo el hechizo del agua pulida como el cristal. Son apenas dos piernas y el resto, boca abajo y sumergido. Nuestra primera impresión es que al pintor de paisajes le importaba un rábano el tema mitológico y que de esta forma se quiso reír de la triste suerte de Ícaro. Pero no es así. El cuadro muestra lo que vemos; pero no lo que ve el muchacho castigado por los dioses: un mundo de locura siniestra, de endriagos y monstruos marinos de ojos de fuego que se pasean alrededor de su cabeza hundida. Mientras su piel se deshace lentísimamente, sus ojos no se acostumbran nunca a ese movimiento vidrioso de las criaturas blancuzcas que lo cercan curiosas y crueles. Algunos lo mordisquean, pero otros prefieren pasar de largo y volver después para atormentarlo eternamente. La respiración falta, pero nunca lo suficiente para morir del todo. Arriba, por milagro del artista, sus piernas se mueven y no se mueven. Ícaro está vivo desde que fue pintado. Pero abajo está pidiendo socorro ante lo que, desde hace cinco siglos, está viendo en las profundidades y jamás ningún ojo humano pudo retratar.
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WIKIPEDIA
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Ya se sabe que los escritores son todos unos vanidosos, y no hablemos de los poetas. Yo tenía un amigo, Celestino Cuevillas era su nombre, que había escrito un par de libritos de poesía y enseguida introdujo su nombre en la wikipedia ésa, con su biografía y sus publicaciones y todo. No había día que no buscase su nombre a ver si salían más referencias suyas en Internet. Pero, una vez, abrió su página y leyó: “Celestino Cuevillas (Ciudad Real, 1958), famoso submarinista manchego. Ha trabajado en documentales para la televisión regional y para el cine de autores de la provincia. Enlaces: Ciudarrealeños. Deportistas de riesgo.” Mi amigo se quedó atontado delante de la pantalla. Sin perder tiempo, reescribió: “Celestino Cuevillas (Ciudad Real, 1978), poeta y traductor, uno de los más destacados autores de las últimas generaciones de la poesía española. Autor de Timbal de verduras y sueños (1999) y Versos del hombre y del hambre (2007). Premios en distintas concurrencias internacionales. Enlaces: Poetas españoles. Premios literarios. Personalidades manchegas”. Sin duda algún pirata le había jugado una mala pasada. Pero, por si acaso, como no estaba seguro de que el gracioso volviera a las andadas, escribió a los responsables de la enciclopedia, quienes le contestaron de inmediato que no volvería a suceder nunca más. A la mañana siguiente, abrió su página y espantado volvió a leer: “Celestino Cuevillas (Ciudad Real, 1958), famoso submarinista manchego…” Con los ojos velados por la rabia, leyó que había fotografiado tiburones en el mar del Coral, que una orca le mordió una pierna en las aguas de la Patagonia y que había salvado a una turista sueca de la mordedura de una morena en la playa del Manantial, Cádiz. Por este último hecho, salió en la prensa local y después se casó con la chica y tenían dos niñas que estudiaban en un colegio de monjas. Todo falso, falsísimo, falso de toda falsedad. Celestino volvió a protestar en los términos más enérgicos, y pudo reescribir y, de paso, añadir cuatro libros más (no era un invento porque ya casi los tenía terminados) y dos menciones honoríficas que le habían prometido unos colegas de Albacete. Pero obviamente no se quedó tranquilo. Habló con amigos informáticos que le ofrecieron toda clase de ayuda para localizar al mentiroso. Estuvieron trabajando en ello durante semanas. Pero, cada vez que abría su nombre en el buscador, su identidad de submarinista iba apareciendo en todos lados. Él volvía a la carga, creaba nuevas páginas con sus libros, sus merecimientos, sus poemas… De nada servía. Ya había calles dedicadas a él en todos los pueblos de la Mancha y se anunciaban homenajes a los que, por supuesto, nunca asistiría. Incluso habían creado un blog con su nombre: CuevillasdeMontesinos.com. Al final, tras varios meses de luchas y protestas, el caballero suspiró delante de la computadora:
-¡Qué se le va a hacer! ¡Renuncio!
Y con estas palabras y un suspiro, se dirigió al armario, sacó los aparatos de buceo y se fue a las lagunas de Ruidera a nadar con unos amigos.
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KING KONG
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La consigna era salvar a la muchacha a toda costa. El gran mono la había atrapado y luego se encaramó a la cima del rascacielos. Me aproximé con el biplano y apunté cuidadosamente. Cuando se precipitó hacia abajo, pude ver que tenía un amasijo sangriento en la manaza. No pretenderán hacerme creer que un monstruo así puede desnudar a una mujer con la misma facilidad con que pela un plátano.
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*  Javier de Navascués es profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Navarra. Su último libro se titula La ciudad imaginaria (2007). En colaboración con Ana María Calvo Revilla acaba de coordinar el volumen titulado Las fronteras del microrrelato (Iberoamericana, 2012). Las tres piezas que aquí publicamos forman parte de su primer libro dedicado al género: Wikipedia (y otros monstruos) (Los papeles del Sitio, Sevilla, 2012). Es autor del blog "El sur es el norte":    http://elsuresnorte.blogspot.com.es/
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7 comentarios:

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Me haré con el libro. Por lo pronto el primer micro queda "confiscado" para lo que tú sabes. Mi enhorabuena a Javier y gracias, Fernando, por la información. Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡WIKIPEDIA está fenomenal!

Jesus Esnaola dijo...

Pocas entradas, en este blog o en otro, provocan ese cosquilleo placentero del descubrimiento. Es lo que me ha ocurrido leyendo los microrrelatos de Javier que, por lo visto, no es ningún novato en esto de escribir microrrelato.
De sus textos, me gustaría destacar esa sutil búsqueda de lo extraño reflejada en las profundidades del mar en los dos primeros y en las alturas del Empire en el último. Como si la superficie (la realidad) fuera poco más que una referencia.

Abrazos a los dos y gracias, Fernando, por la noticia de un autor que no conocía.

Arte Pun dijo...

Me gustó conocer la verdad virtual de Celestino Cuevillas, ese buceador que nunca escribió, y que probablemente no sabe nadar.

Otro libro para el almacén de espera.

Gracias Fernando. Abrazos

Propílogo dijo...

Coincido con Jesus en el placer del descubrimiento. Y pataleo, porque Wikipedia se presentó ayer en Pamplona y me lo perdí. Tendré que empezar a leer el periódico; y el blog de Javier, por supuesto.
Saludos
Gabriel

Javier de Navascués dijo...

Muchas gracias, Fernando, por tu hospitalidad, y a vosotros, comentaristas, por vuestro estímulo. Abrazos.

Paloma Hidalgo dijo...

Visto lo visto, tendré que comprobar si es cierto que el sur es el norte, No me queda otro remedio.
Saludos y gracias a los dos.