Seres heridos
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Tres temas predominantes pueden distinguirse, al menos, en este libro de Jesús Ortega (Calle Aristóteles, Cuadernos del Vigía, Granada, 2011) compuesto
por diez piezas yuxtapuestas, el segundo de cuentos de su autor: la condición
que comparten los personajes de ser individuos con alguna carencia, necesidad o
herida -en palabras del escritor- que
intentan sanar; la dominación, el ejercicio del poder, las distintas maneras en
que se manifiesta, bien sea en las relaciones personales, sentimentales o
profesionales; y la necesidad de relacionarse, de comunicarse.
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El protagonista de “El paseante”, que abre el volumen, cuenta su propia
historia, la insatisfacción que siente cada vez que se cruza con alguien en la
acera y tiene que cederle el paso, idea que aparece en las Memorias del subsuelo, de Dostoyevski. Hasta que, en un momento
dado, resuelve no hacerlo, por lo que cada encuentro con un peatón tan
empecinado como él acaba convirtiéndose en un combate de carneros. El punto de
partida del cuento resulta sugerente (podría titularse, a la manera
cortazariana, “Instrucciones para circular por las aceras”), con la dificultad
añadida del cierre del relato. En él se cuenta una peculiar historia de amor:
lo que resuelve un individuo, apocado y febril, para convertirse en un hombre
nuevo, tras conquistar el respeto ajeno. Aun cuando no lleguemos a saber si
acaba recuperando a su amada, que lo ha abandonado, sí se nos dice -en cambio-
que lo han echado del trabajo por absentismo laboral, mientras que en el
desenlace intuimos que tras recobrar ese espacio que le disputan, sigue siendo
el mismo infeliz de siempre.
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El mejor relato del conjunto es “Pájaros”, donde se presentan los
perversos mecanismos que utiliza una secta que no se nombra, el Opus Dei, para
reclutar a sus miembros más jóvenes. Así, la estrategia que conduce al
sometimiento de Ángel, el protagonista, prueba que los crueles métodos de
captación de la Obra
resultan más perversos y retorcidos que las humillantes burlas que le dedican los
chicos de una barriada proletaria a su compañero. Dado que Ángel destaca como un
niño distinto, piadoso, educado y con ansias de saber, además de por sus
conocimientos ornitológicos, intentan captarlo. Primero, valiéndose de
Gregorio, un joven de familia bien, con quien entabla una relación ambigua, y más
tarde de un par de sibilinos sacerdotes, los padres Matías y Jenaro. Conforme
avanza el relato, vamos percibiendo que lo que en verdad pretenden no es captar
al joven naturalista para poder ayudarlo a formarse, sino reclutar a gente de
tropa dispuesta a obedecer ciegamente. Se trata, por tanto, de anularlo,
imponiéndole, además, su propio lenguaje.
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En estos relatos, el autor se vale de diversos registros lingüísticos,
del serio al jocoso, o del lenguaje técnico, pero también del catalán y del español
hablado en la Argentina.
Pero , sobre todo, destacan los cambios de voces, la potencia
de los narradores, varios de ellos femeninos: Carmiña en “Mal de ojo”; la mujer
enferma y solitaria de “Cara de llamarse Antonio”; la anciana de “Calle
Aristóteles”, o Cristina, en la última narración. Todos los relatos del volumen
se ocupan del presente, de problemas privados y sociales que nos afectan, de
las relaciones que se generan en la vida cotidiana, sean sentimentales,
familiares, de amistad, de lo que deseamos y de cuanto ocultan los seres con el
propósito de sobrevivir.
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* Esta reseña apareció en el suplemento Babelia de el diario El País, el sábado, 3 de noviembre del 2012..
4 comentarios:
Un libro fabuloso el de Jesús Ortega, que tuve el placer de presentar en Madrid, junto a Jesús Marchamalo. Muy pocas obras actuales despliegan tanta intensidad emocional, belleza contenida y pulso narrativo sin titubeos. Merecido finalista del Premio Setenil de este año. Háganse un favor y no dejen pasar la ocasión de gozarlo.
Un abrazo a ambos, Fernando y Jesús.
Me gustó mucho el libro de Jesús Ortega, especialmente el relato "El paseante", que es una genialidad. También tuve la suerte de estar en la presentación fabulosa que le hicieron Miguel Ángel y Marchamalo (que casualmente fue profesor mío de profesor de televisión hace muchos años). Enhorabuena a Jesús y a ti por la reseña. Un abrazo.
El paseante me inspiró para escribir el micro de "La puerta". Siempre le he dicho que es el cuento perfecto. Grande Ortega, Grande Calle Aristóteles, Grande Fernando por esa reseña, Grande Zapata por la presentación.
Abrazos,
Ginés
Gracias, compañeros, sois muy amables.
Y gracias, por supuesto, a Fernando por la generosidad y por la lectura tan precisa del libro.
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