El periodista y escritor Álvaro Colomer publica en el último número de la revista Qué leer (192, noviembre del 2014, pp. 38-41) un reportaje sobre los libros más vendidos hace veinte años y los más vendidos hoy: "En estos veinte años...", aceptando una propuesta de Javier Marías, quien se lamentaba de la pérdida de calidad literaria de los libros más leídos. Recojo aquí, en tres entradas sucesivas, por cortesía de José María Pozuelo y Juan Antonio Masoliver, a las que añadiré la mía, las respuestas completas al cuestionario que en su momento nos mandó Colomer.
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- A la vista de la diferencia entre los libros más
vendidos en 1993 y en el 2013, ¿qué conclusiones pueden extraerse?
- Hay
varias conclusiones que pueden establecerse. La primera y más importante es que
la unión de la novela y el mercado se ha hecho cada vez más fuerte. Eso a su
vez tiene implicaciones que afectan al funcionamiento del sistema literario,
cada vez menos dependiente de la academia o de la crítica, y convertido en un
producto económico sometido a las mismas leyes del resto de productos de consumo.
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- ¿Estás de acuerdo con la conclusión de
Javier Marías, según la cual los lectores han experimentado un 'rebajamiento en
el nivel de exigencia' en apenas veinte años?
- La
afirmación de Javier Marías con la que estoy de acuerdo resulta un correlato de lo apuntado sobre el consumo.
Si se extiende mucho la base de consumo para que ciertas obras lleguen a
millones de lectores ocurre que el nivel de esas obras necesariamente ha de ser
más bajo, porque no todo el mundo tiene la formación y trayectoria necesaria
para comprender un lenguaje narrativo sofisticado o exigente.
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- La comparativa revela dos datos
importantes: 1. Hace veinte años todos los autores más vendidos eran españoles,
mientras que hoy sólo lo son cuatro; y 2. Hace veinte años la calidad literaria
era muy superior (aun cuando los libros de aquel momento no fueran los que mejor
representaban a sus autores). ¿A qué crees que se debe la pérdida de presencia
española en estos veinte años?
- Esto
tiene que ver con otro fenómeno del sistema literario. La concentración del capital editorial en cada vez menos
grupos y más poderosos hace que un lanzamiento sea pensado por esos grupos como
un lanzamiento mundial. El mercado en lengua española ha crecido mucho sobre
todo por América, y quien planifica la promoción de una obra de Dan Brown, de
P.D. James o de Ruiz Zafón, piensa en España o México igual que piensa en
Alemania o en Reino Unido. Por eso la internacionalización del horizonte
literario que en principio tendría que ser positiva, se convierte en algo
falso. La gente no lee a esos autores porque sean extranjeros, de otra lengua o
de otra cultura, sino porque son
fenómenos de moda en la aldea global que s su vez ha uniformado la
lenguas literarias. Por eso los lanzamientos se prevén iguales en todo el
mundo. Periódicos revistas, televisiones de toda la esfera de consumo hablan de
esa obras mucho antes incluso de haber sido publicadas, con una expectativa de
consumo creada como se crea cualquier otro marketing. El capitalismo no tiene
fronteras por eso en España, en cuanto a
listas de best seller, que es de lo que hablamos, no hay diferencias con
Italia, Alemania o Estados Unidos.
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- Actualmente lee más gente que hace
veinte años, por lo que hace falta vender muchos más libros para entrar en las
listas de más vendidos. ¿Crees que el aumento de los lectores lleva implícita,
de un modo inevitable, el descenso de la calidad en los libros más vendidos?
- He
respondido parcialmente a eso en la
primera pregunta. Claro está que a más consumidores, menos calidad. Como ocurre
en todo fenómeno de la rebelión de las masas, anunciada ya por Ortega y Gasset
en los años veinte del siglo XX.
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- ¿Qué crees que ocurriría si comparáramos la lista de más vendidos de hace 40 años con la de hace 20 años? ¿Qué conclusiones sacas de eso?
- ¿Qué crees que ocurriría si comparáramos la lista de más vendidos de hace 40 años con la de hace 20 años? ¿Qué conclusiones sacas de eso?
- Para responder a esta pregunta le voy a
invitar a fijarse en un hecho aparentemente baladí. ¿Dónde se encuentran los
libros más vendidos? Antes, hace tan solo veinte o treinta años, el espacio de
distribución único era la librería. Ahora las montañas de libros más vendidos
están en las entradas de las Grandes Superficies, o Hipermercados, en los
kioscos de los aeropuertos, en los mismos lugares en donde uno consume revistas del
corazón, o un DVD de la serie televisiva más famosa. Bastaría fijarse en esto
para comprender que esa literatura del gran best seller se ha salido del
anterior esquema de relación del lector con el libro, que era incluso un esquema
físico, de espacios y de tiempos. Un lector iba a la librería, ojeaba
diferentes novedades, tenía un gusto educado en ciertas tradiciones culturales,
conocía al librero y seguía a veces sus consejos, se informaba en Suplementos
literarios de los periódicos o en revistas como esta de cuáles podían ser las
novelas de su interés, etc. Ese lector al que me refiero, que no ha desaparecido,
no compra libros en la Gran Superficie o
Hipermercado. Son dos tipos de lector que nada tienen que ver entre sí, salvo que
ambos pueden comprar, pero los productos y los lugares en que los adquieren son
distintos.
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- ¿Qué responsabilidad tiene la crítica
literaria en este 'rebajamiento del nivel de exigencia'?
- Respecto
a los best seller no hay
responsabilidad especial de la crítica, porque las editoriales y agentes que
promocionan un producto ideado y creado como best seller saben que ninguno de sus lectores sabe nada de
críticos. No va a esos libros porque haya leído una buena crítica de ellos ni
deja de comprarlos porque un académico, un profesor prestigioso o crítico de
relieve haya hablado mal de él. Son dos mundos incomunicados. El gran peligro
lo veo en que los suplementos literarios y sus críticos bajen también ellos el
nivel de exigencia creyendo que de ese modo conectaran con más lectores. Es un
desiderátum ciego. Ocurrirá al contrario, perderán en todo caso los lectores
que ese Suplemento o revista tenía, que son ese otro lector de la librería al
que me refería antes, que además sabe cuáles son los buenos críticos de los que
puede fiarse. También hay otro problema. Muchos autores quieren ganar dinero y
renuncian a tener exigencia para con su
obra, atraídos por las sirenas del mercado. Y también muchas veces los críticos
dejan de distinguir unas obras y otras, mezclando los niveles. Hay autores que
tendrían que saber si escriben o no para
tener gran público. Los buenos tienen que hacer su literatura, comprometerse
con ella, porque hay una inmensa minoría que va a ellos precisamente por eso,
porque no se pliegan.
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- ¿Y los editores?
- Los
agentes literarios, las editoriales y todos deberían saber lo que Julián Marías
le reveló a su hijo Javier y que él recordaba en esa entrevista de ABC Cultural
a la que usted se ha referido: que Baroja o Valle Inclán tenían muy pocos
lectores, las tiradas de sus novelas eran casi ridículas cuando nacieron, pero
a la larga han vendido más libros con los años que los best seller de su
momento. El sistema literario, los agentes y editores en especial deberían
cuidar sus minorías, porque son esas minorías, aquellos lectores que lo
son siempre y en cualquier
circunstancia, las que van a estar ahí sosteniéndolo todo, incluso el negocio
de esas editoriales, que no pueden tratar al arte como si fuese un whisky, un
coche o un producto más del mercado. La
primera regla de un vendedor debería saber conocer aquello que vende.
Eso también se ha roto. Antes había un Gallimard, un Einaudi, un Feltrinelli,
que son apellidos de tres editores concretos, que se rodeaban de gente como
Calvino, Camus, etc. El fin de los editores cultos, arrumbados muchas veces por
ejecutivos que no han leído un libro pero que dirigen el destino de la
editorial, puede ser el comienzo de un peligroso camino de no retorno. Le
podría hablar de cuatro o cinco casos de grandes editores en lengua española,
pero no quiero descender a esos detalles. Todo el mundo que sea lector puede saber
de quiénes estoy hablando.
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- ¿Crees que los nuevos narradores, esto
es, aquellos que empezaron a publicar en los últimos veinte años, escriben un
tipo de narrativa que ha alejado a la literatura española de los lectores? Es decir,
¿qué culpa tienen los nuevos narradores en ese ‘rebajamiento’?
- No
hay en eso que usted llama “nuevos narradores” una unidad. También hay que
distinguir en esa generación de novelistas jóvenes quienes siguen siendo
autoexigentes y se han comprometido con una renovación verdadera (hay un nivel
muy bueno en varios narradores españoles de menos de cuarenta años) de otros que
son productos de mercado generados por la necesidad de las editoriales, que
como ocurre con todo quieren crear apariencia de novedad y de juventud, lo
que muchas veces no esconde sino la repetición facilona de fórmulas. Cada cinco
o diez años tenemos una generación de “nuevos narradores” creados por el
mercado como producto que por cierto se sustituye muy rápidamente por otro:
¿quién se acuerda de la generación X?, ¿quién recuerda al Kronen o al Crack,
¿quién hablará de los Nocilla dentro de cinco años? Son productos de moda que
crea el mercado editorial para conectar con los jóvenes, vendiendo muchas veces
subproductos con apariencia de arte y meros remakes que se dicen novedosos.
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- ¿Has detectado una pérdida de calidad
narrativa en los nuevos narradores respecto a aquellos que publicaban hace
veinte años?
- Me
remito a la respuesta anterior. Hay planos distintos y calidades que conviven.
Pero eso ha ocurrido en todos los siglos. Encuentro ahora en algunos novelistas
tanta calidad como hace veinte o cuarenta años, y en otros encuentro mucha
menos calidad, como ocurría hace esos mismos años. Nada es uniforme. En el Arte
la Historia no se acompasa con la idea de progreso o de evolución, ni a mejor, ni
a peor. Lo que sí temo es que esas sirenas del mercado hagan que se uniformen
los gustos de los editores y que no editen a escritores buenos porque no van a
ganar mucho dinero con ellos. Hay un mal del que no hablé antes y que ha
sobrevenido con las dimensiones de las editoriales. Esos emporios editoriales
son empresas que generan tanta gente alrededor del producto libro, que únicamente sobreviven si venden
mucho porque los gastos son enormes. En esa sobredimensión de la casa editorial
sí encuentro un peligro objetivo.
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- ¿Qué podríamos hacer para revertir
esta pérdida de calidad en las lecturas?
- No
hay un bálsamo de Fierabrás que todo lo cure. Hay que invertir en educación. No
hay que vender libros, hay que hacer que se lea mucho. Pero la lectura y la
literatura misma es un sistema muy complejo con muchos ingredientes (el sistema
educativo, la red de bibliotecas, los clubs de lectura, etc.). Y hay que
castigar a los políticos que relegan la cultura y la penalizan fiscalmente. Lo
malo es que para saber de verdad quiénes son los políticos buenos y los menos
buenos también hay que haber leído, de modo que…
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* José María Pozuelo es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Murcia. Cultiva la crítica literaria de actualidad en el diario ABC y es uno de los críticos literarios más prestigiosos e influyentes.
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3 comentarios:
Joder, qué lucidez se gasta don José María en esta entrevista. Esclarededor.
espléndido!!!! Esta es una de esas entrevistas que hacen historia, que gozo leer cosas así, diagnósticos tan lúcidos de lo que nos está pasando a nivel cultural, literario etc saludos, Julia Otxoa
Da gusto oír a las personas cuando dicen la verdad.
Gracias, Fernando.
P
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