El espantapájaros de Kant
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Entre
las muy diversas sendas que ha venido adoptando el realismo, Luis Landero se
vale en esta nueva novela (Absolución, Tusquets, 2012) de la cervantina y en cierta forma también de la expresionista,
tan fructíferas en el conjunto de su obra. La acción transcurre ahora en una
España en que los héroes (Silver, el pirata; el conde de Montecristo; el
cazador Quatermain; el Zorro; el capitán Hatteras; Hernández y Fernández; Don
Quijote; el capitán Trueno y Tarzán) han acabado convirtiéndose en
espantapájaros, aunque ni siquiera cumplan ya esa función. Hasta el extremo de que
entre los actuales despojos de la sociedad posmoderna, las figuras de los
espejos cóncavos adornan el campo, como si de un cementerio de viejos héroes se
tratara.
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Absolución nos cuenta la historia de Lino,
hombre perplejo y desazonado, de carácter levantisco y orgulloso, un personaje
con algo de Orestes y otro tanto de Vania, que al vagar sin rumbo cierto, se
deslumbra ante varios espejismos: el dinero fácil, reencarnado en don Gregory,
el emigrante que volvió de Australia; el amor de Clara que parece poder cambiar
su vida; las amistades que le proporciona el azar; la existencia en el campo,
sea en Australia o en la
Castilla profunda; o la pureza, reencarnada en un Olmedo que
nos recuerda a aquel noble criticado por cadalso en sus Cartas marruecas. Hasta que finalmente Lino acaba comprendiendo que
alcanzar la felicidad no resulta una empresa fácil.
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No pesan menos en la trama las siete palabras
que expresamente destaca el narrador para sintetizar su trayectoria: contingencia,
tedio, permanencia, ironía, valor, cobardía y asesino. Podría añadirse, además,
que nos encontramos ante una novela existencial, de ideas, que incluye también
un relato de iniciación y una narración itinerante con ciertas dosis de
intriga. Y una peculiar historia de amor, la del señor Levin y la misteriosa
Paula, que anticipa y propicia la de Lino y Clara, aunque ambas resulten desventuradas.
Todo ello tiene como fin mostrarnos la desazón del protagonista, sometido a
diversas pruebas que debe padecer, más que superar, para llegar a aceptarse,
una vez que consigue entender que la existencia se compone de dolores, azares y
placeres, pudiendo todo ello ser contado en una narración articulada, como la
que leemos.
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El
caso es que una gran parte de la acción, narrada en tercera persona, transcurre en
el camino, a lo largo de diversas poblaciones de Madrid y de Castilla.
Arranca un jueves, día en el que el protagonista tiene una comida familiar,
como anticipo de su boda con Clara, que debe celebrarse tres días después. Pero
ese domingo, que se nos había anunciado como el día más feliz de su existencia y
el inicio de una vida nueva, mientras Lino rememora su pasado, acabará
torciéndose.
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Esta es,
por tanto, una novela de situaciones y personajes, digamos más barojianos que
galdosianos, quienes se debaten entre dudas y afanes. Me refiero al
protagonista, pero también a Gálvez, el agente comercial que Lino se encuentra nada
más iniciar su huida, o el agricultor y escultor artesano Olmedo, e incluso a su
perro Comediante, a su manera tan afanoso
como el resto. En cambio, las escasas mujeres que aparecen en escena resultan de
menos entidad e interés. Los frecuentes diálogos que mantienen todos ellos,
entre lo serio, lo ingenioso y lo irónico, nunca carecen de trascendencia, ni
de un leve e inteligente humor.
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También
se trata de una narración plagada de dilemas: estabilidad/vagabundeo, ciudad/campo,
pasividad/heroísmo o desazón/felicidad. El caso es que la trama no progresa hasta
que no se pone en marcha la acción, pues, tras muchas cábalas, un incidente con
ribetes heroicos, la defensa de una mujer maltratada en plena calle, desemboca
en un imprevisto asesinato. La muerte lleva al protagonista a la fuga y las experiencias
que le proporciona su deambular logran que, al conocerse mejor, el solitario y
ensimismado Lino acabe por aceptarse y asumir su responsabilidad. No será, por
tanto, el amor quien lo redima, sino la reflexión y la capacidad para escuchar y
entender lo que le cuentan el esperanzado Levin, el inventivo y dicharachero Gálvez
y el desencantado Olmedo; la articulación, en suma, del relato de su
trayectoria vital; la vida vivida, más que la elucubración, y el coraje
necesario para encarar su trágico y absurdo destino. Como tampoco es la intriga
la que le proporciona empaque a la novela, sino los entresijos del pensamiento
y la evolución de una conducta que tarda demasiado en afirmarse.
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Absolución,
novela que trata también sobre la fugacidad de las cosas y los claroscuros de
la existencia, es otra muestra de que Luis Landero sigue siendo uno de los más
sólidos narradores en castellano, pues sus obras nunca carecen de la
complejidad, sutileza y emoción que todo lector debería exigirle siempre al
género.
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* Esta reseña apareció publicada en el suplemento Babelia del diario El País, el 8 de diciembre del 2012. La foto está hecha en Ginebra, en el 2007, delante de la casa en la que vivió Borges durante los últimos años de su vida.
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7 comentarios:
Descubrí a Luis Landero con "Retrato de un hombre inmaduro"; disfruté como un enano con su lectura (aprendí muchísimo). Seguramente sea un escritor no valorado en su justa medida.
Apunto en mis lista de "regalos" su nueva novela.
Gracias por el apunte Fernando.
Tiene Landero la mágica cualidad de decir las palabras, a la manera de Rilke, como ellas mismas nunca pensaron que serían dichas. Esa cadena de palabras se podría decir que empezaba ya en "Juegos de la edad tardía" con "afán" ( todavía la veo dibujada en el horizonte).
Para mí, "Hoy, Júpiter" es mejor novela que esta última, casi diría que su mejor novela. Pero aun así, "Absolución" me parece un libro estupendo que se disfruta y saborea como él mismo hace con las palabras y las historias.
De "Retrato de un hombre inmaduro" me gustaron las noventa primeras páginas ( me reí a carcajadas), creo que luego le fallaba el pulso.
Un abrazo y gracias
Yo la estoy leyendo ya. A mí Luis Landero siempre me ha parecido un gran escritor, creo que poco valorado.
Lo descubrí hace años y sigo leyendo cada novela que publica.
Un abrazo
Elena, creo que Landero es un escritor muy valorado, al menos entre los críticos, pero me parece que también tiene bastantes lectores fieles. Para mí, al menos, es uno de los grandes narradores en castellano de las últimas décadas.
Gracias también a María y Gabriel por sus comentarios.
Hasta hace relativamente poco he admirado incondicionalmente a Landero. Desde aquel maravilloso Juegos de la edad prohibida nunca me había decepcionado, todo lo demás estuvo a la altura hasta que llegaron Hoy, Júpiter y Retrato de un hombre inmaduro. Ambas me parecen obras fallidas y, sobre todo, aburridas a más no poder. Había tomado la decisión de no volver a leer nada suyo, pero hace poco me encontré con una crítica de esta novela en una revista y... me puede la curiosidad. Al fin y al cabo, tiene ideas y oficio. ¿Crees que esta novela está a la altura de las primeras?
Un saludo y muchas gracias
Molina, mi opinión sobre esta última novela de Landero me parece que puede deducirse de la crítica, pero por si no estuviera suficientemente claro, repito que me parece muy lograda. De todas formas, te advierto que tanto `Hoy, Júpiter´ como `Retrato de un hombre inmaduro´ también me pareceron excelentes, y desde luego de aburridas no tienen nada. Saludos.
Me parece excelente tu breve estudio-crítica de"Absolución" que, entre otras cosas, nos da las claves para mejor entender la novela. Sin embargo, no comparto tu entusiasmo por ella,ya que la considero fallida.Aunque tiene párrafos, reflexiones, momentos excelsos... creo que va de más a menos y termina siendo reiterativa, poco creíble a veces y de lectura algo pesada. Es una novela de aprendizaje, pero muy lejos de otras que también se encuadran en esta modalidad. De todas formas, el personaje de Lino es en muchos momentos memorable.
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