martes, 11 de diciembre de 2012

MIGUEL Á. ZAPATA

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Tiempo de agua
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Tumbado sobre el colchón, oigo el primer borboteo del agua brotando desde puntos imprecisos en la unión de ciertas baldosas del suelo. Al inicial respingo (quién puede negar que los sonidos acuáticos generan siempre un movimiento de nuestras orejas, un átomo de memoria reptiliana) sucede siempre, al momento, un acomodo inmediato de mis músculos a la certeza de que nada se puede hacer ya.
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El nivel del agua sube, veloz en su bisbiseo. Hace flotar mis zapatillas como dos barquitos de tela, llega hasta el límite del colchón y anega pronto la mesita de noche. Deja naufragando un libro, mi reloj de cuarzo y la lamparita que se ahoga con una breve fiebre eléctrica. Asciende el agua con su urgencia incolora hasta mojar mi pijama, acariciar mi cuello y hacer flotar mis manos y mis pies. Yo no me resisto, entiendo que no se debe forzar lo que es inevitable, los bailes del azar.
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Mientras floto a ritmo pausado por la habitación inundada ya en una marea que se amista con el techo, siento la relajación propia del que no tiene responsabilidad alguna ante la fuerza irresistible de los fenómenos naturales. Nada puedo hacer, no, nada se me permite, anulado por este océano. Me dejo llevar por el tibio oleaje que desplaza como a medusas las sillas, una alfombra o las prendas de ropa que antes atestaban el perchero.
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Sólo cuando noto el límite de mis pulmones clamando oxígeno, advierto que no debo, no quiero morir: ahora tengo que preocuparme por algo más trascendente que cualquier problema cotidiano. Doy para ello un leve giro de pez (desganado casi, apenas una señal ligeramente convenida) y el paisaje marítimo de mi dormitorio comienza su rápida retirada hacia el suelo, recomponiéndose en un caos húmedo lo que antes flotaba amniótico, sonámbulo, hasta perderse nuevamente los últimos hilos de agua en su correspondiente resquicio de las baldosas.
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De nuevo sobre la cama, empapado y a merced de mi voluntad, siento otra vez el peso de las responsabilidades, esos deberes cotidianos que le hacen a uno temer tanto como desear un naufragio pequeño, una inundación de juguete.
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Algo irreversible, a fin de cuentas.
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* Miguel Á. Zapata (Granada, 1974) es escritor, crítico literario y profesor de Geografía e Historia en la Comunidad de Madrid. Ha recibido diversos premios y ha publicado tres libros de cuentos y microrrelatos: Ternuras interrumpidas (fabulario casi naïf), Baúl de prodigios y Revelaciones y magias. Su último libro es Esquina inferior del cuadro (Menoscuarto, 2011). Este microrrelato, inédito, aparecerá en su próximo libro: Voces para un tímpano muerto.

11 comentarios:

Jesus Esnaola dijo...

Qué gran noticia la de un nuevo libro de M.A.Zapata, de microrrelato quiero decir. Y qué buen título.
En cuanto el micro que nos ocupa me encanta esa inundación que irónicamente, facilita las cosas, como si uno no pudiera luchar contra ciertas cosas y eso hiciera la vida más fácil, más sencilla. Quedar al final "...a merced de mi voluntad" es tan terrible como deseable y necesario. Un sueño disfrazado de pesadilla.

Enhorabuena, Miguel Ángel!

Ace maxs dijo...

plantilla del blog muy bonito, me gusta mucho.
blogging feliz!

AGUS dijo...

Coincido con Jesus; espléndido el título de ese libro que viene.

Y el texto me parece fascinante. El quiebro de la última frase - cuando uno piensa que lo peor ya pasó - es rotundo, aterrador.

Abrazos.

manuespada dijo...

Me alegro mucho de la próxima publicación del libro de Miguel Ángel. El título también me encanta. Estaremos a la espera. Mientras, le mando un abrazo.

Rosana Alonso dijo...

Por motivos que ocuparían demasiado espacio me gusta mucho este microrrelato. Enhorabuena MAZ por ese futuro libro y por este texto lleno de matices u de lecturas profundas.

Manuel Rebollar Barro dijo...

Miguel Ángel, qué bueno volver a saber de ti. Como dicen en los comentarios, estaremos al tanto para continuar "amistándonos", como esa marea y el techo.

Un abrazote, allá donde estés historiando

Nani dijo...

Ohh!Me ha encantado este pequeño naufragio.¡Enhorabuena!

Paz Monserrat Revillo dijo...

Enhorabuena ,Miguel Angel ,por tu nuevo libro! En cuanto al texto: que bien cuentas la tentacion ,tan conocida por mi,de querer flotar y diluirse antes que cargar con el peso de las ineludibles y molestas " responsabilidades atmosfericas".

Baco dijo...

Ah, qué maravilla, MAZ, un baño fantástico que me trae a la memoria al bueno de Olgoso. Magistral micro, my friend, y enhorabuena por el devenir.
Abrazos a los del barco.

Miguel Sanfeliu dijo...

Me sumo a las felicitaciones, Miguel Ángel, por el nuevo libro y por este potente microrrelato. La imagen del cuarto inundado no podré olvidarla en mucho tiempo. Un abrazo.

Juan de la Peña dijo...

Qué maravilla los textos breves de Miguel Ángel. Nuestro compañero tiene en la biblioteca del instituto y en la municipal un hueco propio para sus libros, que gustan mucho a los alumnos de Bachillerato, y que utilizamos en talleres de creación literaria junto a otros de Hipólito Navarro, Ana María Shua, Raúl Brasca, Cortázar... Un placer tenerle como compañero y disfrutar sus trabajos. Enhorabuena por este blog que tomamos también como referencia en nuestras actividades docentes.