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Ningún lugar mejor que Cultura/s para rendirle homenaje a la escritora Isabel Núñez, pues en estas páginas solía dejar testimonio de sus intereses intelectuales. A la hora de realizar un cierto balance de su trayectoria, me gustaría llamar la atención sobre sus singulares reportajes, crónicas y ensayos, de lo que son buena prueba libros como La plaza del azufaifo (Melusina, 2008), testimonio de la campaña ciudadana de denuncia en defensa de un árbol en peligro, situado en la calle Arimón; Si un árbol cae. Conversaciones sobre la guerra de los Balcanes (Alba, 2009), donde recoge testimonios de las víctimas y verdugos de Sarajevo y Kosovo, y que tal vez esté en el origen de la excelente novela de Clara Usón sobre la antigua Yugoslavia; o su reciente Mis postales de Barcelona (Triangle, 2012).
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También querría detenerme en otra faceta de su obra que me parece que no ha tenido la repercusión que merecía. Me refiero a sus libros de relatos: Crucigramas (2006) y Algunos hombres... y otras mujeres (2008). El segundo, de título afortunado, tuvimos el placer y la fortuna de editarlo en Menoscuarto, y lo reseñó elogiosamente en estas mismas páginas Juan Antonio Masoliver. El libro nos llegó a través de Marta Ramoneda, lo que no resulta raro si se considera que La Central de la calle Mallorca es casa que uno visita con frecuencia y satisfacción, y el lugar donde solía encontrarme con Isabel.
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Ningún lugar mejor que Cultura/s para rendirle homenaje a la escritora Isabel Núñez, pues en estas páginas solía dejar testimonio de sus intereses intelectuales. A la hora de realizar un cierto balance de su trayectoria, me gustaría llamar la atención sobre sus singulares reportajes, crónicas y ensayos, de lo que son buena prueba libros como La plaza del azufaifo (Melusina, 2008), testimonio de la campaña ciudadana de denuncia en defensa de un árbol en peligro, situado en la calle Arimón; Si un árbol cae. Conversaciones sobre la guerra de los Balcanes (Alba, 2009), donde recoge testimonios de las víctimas y verdugos de Sarajevo y Kosovo, y que tal vez esté en el origen de la excelente novela de Clara Usón sobre la antigua Yugoslavia; o su reciente Mis postales de Barcelona (Triangle, 2012).
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También querría detenerme en otra faceta de su obra que me parece que no ha tenido la repercusión que merecía. Me refiero a sus libros de relatos: Crucigramas (2006) y Algunos hombres... y otras mujeres (2008). El segundo, de título afortunado, tuvimos el placer y la fortuna de editarlo en Menoscuarto, y lo reseñó elogiosamente en estas mismas páginas Juan Antonio Masoliver. El libro nos llegó a través de Marta Ramoneda, lo que no resulta raro si se considera que La Central de la calle Mallorca es casa que uno visita con frecuencia y satisfacción, y el lugar donde solía encontrarme con Isabel.
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Lo que nos cuenta en estas narraciones, cuyas tramas transcurren en Cadaqués, Barcelona, Comarruga y diversas ciudades de Europa, es parte de la historia sentimental e ideológica de su generación, aquella que se hizo adulta durante los setenta. Por ello, Mariscal, Ouka Leele, Miquel Barceló, Alaska y Almodóvar, levemente disimulados, hacen cameos en estas páginas. Son invención, como nos advierte la cita inicial de Nabokov, pero se nos cuentan episodios que seguramente formaron parte de los avatares de su existencia, para luego ser más o menos ficcionalizados. Así, la protagonista es siempre una mujer, en los años que van de la adolescencia a la edad adulta, que se enamora, disfruta del sexo, cambia de pareja, intenta suicidarse, viaja, coquetea con las drogas, milita en la izquierda comunista, da clases en La Mina, donde la llaman La perla de Labuán, como la novia rubia de Sandokán, o aprende a montar a caballo. Son las peripecias, en suma, de una mujer que vive casi tan libre y a veces tan inconscientemente como se nos permite, sacándole a sus experiencias vitales el jugo que estas pueden brindarnos.
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Lo que nos cuenta en estas narraciones, cuyas tramas transcurren en Cadaqués, Barcelona, Comarruga y diversas ciudades de Europa, es parte de la historia sentimental e ideológica de su generación, aquella que se hizo adulta durante los setenta. Por ello, Mariscal, Ouka Leele, Miquel Barceló, Alaska y Almodóvar, levemente disimulados, hacen cameos en estas páginas. Son invención, como nos advierte la cita inicial de Nabokov, pero se nos cuentan episodios que seguramente formaron parte de los avatares de su existencia, para luego ser más o menos ficcionalizados. Así, la protagonista es siempre una mujer, en los años que van de la adolescencia a la edad adulta, que se enamora, disfruta del sexo, cambia de pareja, intenta suicidarse, viaja, coquetea con las drogas, milita en la izquierda comunista, da clases en La Mina, donde la llaman La perla de Labuán, como la novia rubia de Sandokán, o aprende a montar a caballo. Son las peripecias, en suma, de una mujer que vive casi tan libre y a veces tan inconscientemente como se nos permite, sacándole a sus experiencias vitales el jugo que estas pueden brindarnos.
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* Este artículo apareció publicado en el suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia, el 28 de noviembre del 2012, p. 10.
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7 comentarios:
Me ha gustado el homenaje, son muy buenos sus cuentos.
Es cierto, Cultura's es el mejor lugar para el homenaje a esa gran mujer que fue Isabel Núñez. Mi homenaje fue más privado y ya lo apunté. Di su nombre a una palmera que está frente al edificio de LV. Un abrazo, Fernando.
Los buenos escritores que se nos van, afortunadamente no se van del todo.
No ha sido tan difícil llegar hasta la nueva nave. Sigo encontrando muy raro el fenómeno, es como si ya hubieras gastado una vida y tuvieras que empezar otra pero con el mismo cuerpo. Pues nada, yo también me reencarnaré en mí misma cuando me toque.
Sólo una cosilla, Fernando, el árbol se encuentra en la calle Arimón (no Marimón). En el número 7 exactamente.
Saludos
Gracias, Luis, corrijo el error. Saludos.
Un dia, en Crucigrama, le dije 'me gusta leerte' y respondió 'y a mí que me leas, ya sabes...'
Sólo queda volver a leer, una y otra vez.
Oh, qué excelente homenaje, y me gusta el título "A galope tendido" porque hay algo de eso tanto en la vida como en la vitalidad de la escritura de Isabel.
Gracias, Fernando.
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