sábado, 17 de septiembre de 2011

Jordi Dauder sale de escena

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El viernes, nada más llegar a Valencia, donde había quedado a comer con Alfons y Pepe Cervera, me cuentan que ha muerto el actor Jordi Dauder (Barcelona, 1938-Madrid, 2011). La memoria se pone en ebullición y mientras Alfons, amigo del fallecido, prepara el viaje a Madrid para asistir al entierro, pienso en que no lo había visto nunca en esas series de moda de la televisión, y aunque debí de ver algunas de las películas que interpretó (ni siquiera me constaba que hubiera ganado un Goya en el 2009), tampoco dejaron en mí demasiada huella. Sí lo recuerdo, en cambio, prestándole su voz a Gregory Peck, Rod Steiger, Nick Nolte, o Richard Harris, nada menos, o bien recitando o leyendo textos, y sobre todo en numerosas interpretaciones teatrales, en donde nunca decepcionaba.    
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Ahora mismo lo recuerdo en El lector por horas, de Sanchis Sinisterra, y sobre todo en la última obra que le ví, Después de mí, el diluvio, de Lluïsa Cunillé, en donde mantenía un mano a mano con Vichy Peña, dirigidos por Carlota Subirós. Estuve a punto de comentarla en el blog, pero en aquel momento no dispuse de tiempo para escribir una reseña, a pesar de que había leído el texto y comentado la obra en mi clase de `Teoría e historia de la representación teatral´. Rescato ahora los fragmentos de aquella crítica inacabada, como modesto homenaje a un gran actor, muy vinculado, además, como yo, a las empresas editoriales de Miguel Riera, la editorial Montesinos y las revistas El Viejo Topo y Quimera, aunque nunca llegara a conocerlo. 
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¿Puede funcionar una obra que arranca con dos chistes malos? En suma, lo que se narra es la visita de un campesino congoleño a un hombre de negocios francés (negocia con el coltán), afincado en Sudáfrica (Jordi Dauder), para pedirle que se haga cargo de su hijo de 19 años, y que le busque un equipo de fútbol en Europa, o que se lo lleve consigo para que le enseñe su oficio, para que trabaje con él, como guardaespaldas.
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La obra trata de este toma y daca, pues, entre el padre que insiste, por un lado, y el negociante que se resiste, por otro. El primero le ataca por todos los flancos, con todo tipo de argumentos y a pesar de que el blanco tiene fama de habilidoso en los negocios, de convencer a los demás con sus razonamientos, de lo que presume y se ufana todo el rato, el nativo acabará derrotándolo, encontrando su punto flaco. Dado que ambos están enfermos, les queda poca vida, por lo que el padre le ofrece al hombre los servicios del hijo para que lo ayude a morir, con el objetivo de que éste alivie su desenlace. Entonces, por fin, acepta llevárselo con él, momento en el que el padre le cuenta que el hijo, en realidad, no existe, pues murió hace tiempo.  
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Lo que sólo sabremos en el desenlace es que el supuesto hijo no existe, que murió con 3 años, que lo que el padre desea es que alguien lo recuerde para que perdure en la memoria.
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La acción en Kinshasa, la capital del Congo, en la habitación de un hotel de lujo. Un hombre de negocios contrata a una intérprete, una mujer madura, divorciada, a la que somete a un extraño interrogatorio (Vicky Peña). Esta mujer irá asumiendo, poco a poco, la voz y el espíritu del anciano congoleño hasta suplantarlo del todo. Así, en realidad, sólo aparecen en escena dos actores, puesto que la intérprete engulle al anciano congoleño...
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* P.S. También ha llegado a las esquelas la posmodernidad y el colegueo. La AADPC (Asociación de actores y directores profesionales de Cataluña. Organización sindical) en la esquela que publica en La Vanguardia, tras el nombre del autor, en el que al menos han prescindido de la artificial "i" entre los apellidos, recoge la siguiente frase, que no parece necesario traducir: "Gràcies per tot i bon viatge, company". Es imposible reunir más tópicos, y más desgana, en menos palabras.     

* En las fotos, Vichy Peña y Jordi Dauder en Después de mí, el diluvio, de Lluïsa Cunillé.
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5 comentarios:

Beatriz AA dijo...

En muchos casos no sabremos, aqui en España, hasta qué punto la voz que dobló a muchos actores y actrices fue decisiva para dar mayor valor a la interpretación.

En el caso de Dauder, está claro que asi fue.

(Fernando: el corrector de word te ha jugado una mala pasada porque ha salido Nick Nonteo en vez de Nolte)

Fernando Valls dijo...

Gracias, Beatriz. Ya está arreglado. Saludos.

Isabel Mercadé dijo...

Un excelente actor de cine y teatro, un hombre comprometido con el mundo, con la cultura y con trabajo y, según me dicen los que le conocieron bien, una persona íntegra. Creo que perdemos mucho más que una voz.

Fernando Valls dijo...

Tienes razón, Bel, esa faceta de artista comprometido con las causas sociales más nobles, su visión crítica del mundo, poco complaciente, es imprescindible para comprender sus actuaciones y su obra literaria, pues también fue escritor. Gracias y saludos.

carmen peire dijo...

Como dice Bel M, se pierde mucho más que una voz. Aparte de su calidad como actor, sobre todo fue, al menos para mi, un gran amigo, desde que coincidimos y nos conocimos en cultura contra la guerra. Bromeó hasta el final, leyó hasta el final, escribió sus memorias y quiso preparar, junto con Julio y conmigo, una obra de teatro sobre la República. Yo, particularmente, le voy a echar mucho de menos. Para más inri, murió un par de días antes del aniversario de la muerte de Labordeta, de la misma enfermedad. Al menos que se junten sus energías y que manden a la mierda a quien quieran. Voz no les faltaba, a ninguno de los dos.