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El escritor Vicente Soto (Valencia, 1919) ha fallecido a los 92 años. Combatió en el bando republicano, estudio Derecho y se exilió en 1954, viviendo gran parte de su vida en Londres, donde trabajó como traductor y profesor de español. En alguna ocasión comentó que se tuvo que ir de España porque aquí apenas si podía hacer nada. En 1966 obtuvo el Premio Nadal con su novela La zancada, quizás el mayor reconocimiento literario que obtuvo. Pero acaso sea como autor de narrativa breve donde haya cosechado un mayor reconocimiento por parte de la crítica y de los historiadores de la literatura; no en vano, en 1968, ganó el Premio Gabriel Miró, con "La prueba"; en 1973, en Casicuentos de Londres, el Premio Novelas y Cuentos; y en 1975, el Premio de cuentos Hucha de Oro por "El girasol". Muchos antes había aparecido uno de sus mejores libros de narraciones, Vidas humildes, cuentos humildes (1948). En la necrológica que le ha dedicado Luis Suñén, con razón tacha de obra maestra su relato "Que no cante Mamma Rosie", o al menos así permanece también en mi recuerdo. Es autor, además, de libros como Cuentos del tiempo de nunca acabar (1977), Tres pesetas en la Historia (1983), Una canción para un loco (1986), Pasos de nadie (1991) y Luna creciente, luna menguante (1993). Hasta donde yo sé, su última obra, la novela Mambrú no volverá, con la que consiguió el Premio de la Crítica valenciana, apareció en el 2002. Vicente Soto se consideraba un perdedor de la Guerra Civil y de la postguerra. Entre sus autores preferidos solía nombrar a Proust, Faulkner y Juan Rulfo, y entre los españoles destacaba a Azorín y Gabriel Miró. Casos como el de Vicente Soto, de quien los actuales autores de relatos apenas saben nada, me ratifica en que urge escribir una historia del cuento español de la segunda mitad del siglo XX, para que se sepa, a ciencia cierta, el lugar que ocupa un escritor como Vicente Soto. No sé si es prudente anunciar que desde hace años ando en ello y que espero tener fuerzas para acabarla.
El escritor Vicente Soto (Valencia, 1919) ha fallecido a los 92 años. Combatió en el bando republicano, estudio Derecho y se exilió en 1954, viviendo gran parte de su vida en Londres, donde trabajó como traductor y profesor de español. En alguna ocasión comentó que se tuvo que ir de España porque aquí apenas si podía hacer nada. En 1966 obtuvo el Premio Nadal con su novela La zancada, quizás el mayor reconocimiento literario que obtuvo. Pero acaso sea como autor de narrativa breve donde haya cosechado un mayor reconocimiento por parte de la crítica y de los historiadores de la literatura; no en vano, en 1968, ganó el Premio Gabriel Miró, con "La prueba"; en 1973, en Casicuentos de Londres, el Premio Novelas y Cuentos; y en 1975, el Premio de cuentos Hucha de Oro por "El girasol". Muchos antes había aparecido uno de sus mejores libros de narraciones, Vidas humildes, cuentos humildes (1948). En la necrológica que le ha dedicado Luis Suñén, con razón tacha de obra maestra su relato "Que no cante Mamma Rosie", o al menos así permanece también en mi recuerdo. Es autor, además, de libros como Cuentos del tiempo de nunca acabar (1977), Tres pesetas en la Historia (1983), Una canción para un loco (1986), Pasos de nadie (1991) y Luna creciente, luna menguante (1993). Hasta donde yo sé, su última obra, la novela Mambrú no volverá, con la que consiguió el Premio de la Crítica valenciana, apareció en el 2002. Vicente Soto se consideraba un perdedor de la Guerra Civil y de la postguerra. Entre sus autores preferidos solía nombrar a Proust, Faulkner y Juan Rulfo, y entre los españoles destacaba a Azorín y Gabriel Miró. Casos como el de Vicente Soto, de quien los actuales autores de relatos apenas saben nada, me ratifica en que urge escribir una historia del cuento español de la segunda mitad del siglo XX, para que se sepa, a ciencia cierta, el lugar que ocupa un escritor como Vicente Soto. No sé si es prudente anunciar que desde hace años ando en ello y que espero tener fuerzas para acabarla.
3 comentarios:
Como bien dices, Fernando, a Vicente no lo conocía ni de nombre. Si de algo te sirve, me encantaría que pudieras terminar esa Historia del Cuento de 1950 hacia aquí.
Abrazos
Acábala, Fernando, me avergüenzo de mi ignorancia sobre alguien como Vicente Soto. La laguna que arrastramos, sobre todo de la generación de la guerra y del exilio, es tan grande que cuanto antes mejor. ¡Cómo se ha conseguido que caigan en el olvido tantos y tan buenos escritores! Y otras profesiones, por supuesto.
Es un grande olvidado, me leí la zancada y quede enamorado de su narrativa, intente conseguir entrevistas con el y cosas, y lo único poco que conseguí es estas palabras tan lindas que usted le dedica, y muchísimas gracias por eso. grande Vicente Soto
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