lunes, 26 de septiembre de 2011

De Tábara a Toro. Viaje al fondo de una copa de vino, por Emilia Oliva

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Escribir es como viajar a un lugar del que nada sabemos y del que vamos, trazo a trazo, levantando la cartografía. Escribir es como viajar a Tábara. Buscar Tábara en un mapa para llegar al acto de entrega del premio de poesía León Felipe es encontrar primero la Casa del Reloj, la depresión de Tábara, la sierra de la Culebra, la sierra de las Cavernas, la sierra de las Carbas y ahondar en la fonética y la semántica que la toponimia evoca: Tábara, tiempo, casa, culebra, caverna…
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..Plaza de Toros de Toro. 1828
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Nada sabemos de los agujeros de gusano, que según los astrónomos, cruzan el universo y que nos gusta imaginar como autovías posibles para atravesar la inmensidad de parte a parte. Tampoco sabemos nada de adónde nos conduce, qué viaje abre el gesto de caligrafíar una palabra en una hoja. Nada sabemos de la fuerza de atracción, de la polarización de las palabras, de los mundos que conectan sus vocablos, de la curvatura del espacio-tiempo de la que son capaces. Escribir por ejemplo:
cuerpo, ceniza, carcoma, candor, cascabeleo, cuento, caricia
la oquedad de la boca
la consistencia de aire de los cuerpos en el cruce de caminos
las raíces que agrietan la cuadrícula de las aceras
carcasa hueca que habita un ser minúsculo
Palabras, versos del libro premiado, cargados de la sonoridad que nombra estos parajes y lugares. El sonido [k] que recorre de aliteraciones los poemas es sorprendentemente el sonido que funda la depresión de Tábara, donde hoy me encuentro. Confluencia, vértigo al constatar este hecho.
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.. Bodega de Toro, bajo el Ayuntamiento
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El fondo, lo oscuro, la gruta, la caverna, la inmensidad de la noche que tanto tiene que ver con la oscura celada de la cueva emergen del libro y se hacen cuerpo en la ciudad de Toro, la ciudad doble, la visible y la subterránea. Del fondo de grutas y pasadizos de las innumerables bodegas emerge el vino sangre y las huellas visibles de quienes trabajaron la trabazón de grutas, túneles, respiraderos para anudar en un solo cuerpo líquido, sol, agua y tierra, y decantar un vino de lágrima indeleble, sangre roja, como tinta, que dibuja y escribe signos al caer etiqueta abajo, en la botella, al gotear sobre el mantel o salpicar la ropa.
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 Zamora, olmo junto al río Duero
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Se podría escribir con el vino de Toro como si fuera tinta. Y es que de todas partes de esta tierra parece emerger la enfermedad de la grafiosis, el exceso de grafos, presente hasta en los olmos. Exceso de carboncillo, de trazo, de signo, de escritura para captar lo cambiante, perforar lo real y hacer una fotografía de lo que no vemos pero percibimos. En el laberinto subterráneo de la ciudad, en toneles del tamaño de una habitación, los alquimistas de antaño encerraron con un solo trazo el sol, el agua y la tierra en el fondo de una copa de vino, tan parecido a la cúpula del cielo, de noche, con astros que titilan.
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.. Tonel de vino en la bodega bajo el Ayuntamiento de Toro,
¿con puerta al misterio? ..
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* Fotos de Fermín Oliva.

7 comentarios:

Pedro Herrero dijo...

¡Caramba, Emilia! Tu degustación paisajista, literaria y vinícola deja un excelente sabor de boca. Celebro que ese premio, además de justo, te haya dado una nueva ocasión de transmitir el intenso amor que sientes por los placeres elementales. Una vez más, mi sincera enhorabuena.

Miguel A. Lama dijo...

Felicidades a Emilia por el texto. Y por lo más importante, por ese libro, bueno, bueno, QUIEN HABITA EL FONDO.

Anónimo dijo...

Emilia, enhorabuena por el texto y por el premio.
Un beso
Pilar Galán

Elías dijo...

Me sumo a las enhorabuenas, tanto por el libro como por la cróncia viajera, por su buen hacer de siempre.

Un beso, Emilia.

José Luis Bernal dijo...

Me sumo al brindis por este espléndido nuevo libro de Emilia. Hondo y duro, como la tierra que cartografía en este texto viajero.

Emilia Oliva dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios. Con amigos como vosotros ¿quién podría no atreverse a seguir escribiendo? Se desvanecen los miedos y las inseguridades. Un millón de gracias por vuestra generosidad.

Julián Autillo dijo...

Tus palabras pliegan el tiempo. Gracias por ellas Emilia.
Un encarnizado abrazo