martes, 2 de agosto de 2011

Praga voluptuosa, por Ricardo Álamo

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No es fácil escapar a la ensoñación barroca y medieval de Praga. Se vaya por donde se vaya, por todas partes se topa uno con una infinita serie de fachadas prístinas, impolutas, que colorean el inmenso pastel arquitectónico que define superficialmente a la ciudad del Moldava. Apenas si hay un edificio que no se preste al retrato, literario o fotográfico. La primera impresión del viajero es que, más que en una ciudad viva, se halla en un colosal decorado, dispuesto con todo su esplendor para ser contemplado con la mirada alelada del soñador.
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Y al andar sin rumbo fijo, por una u otra calle de nombre impronunciable, es casi normal transportarse a la Praga de principios del siglo pasado, la Praga de Kafka. Ni la Ciudad Vieja (Staré Mesto), ni la Ciudad Pequeña (Malá Strana), ni mucho menos El Castillo (Hradcany) presentan variaciones significativas respecto a lo que eran hace cien años, salvo una muy cuidada y remozada apariencia exterior. Por eso atreverse a seguir la ruta que Kafka hacía desde su casa (calle Celetná) hasta la escuela primaria (cerca del puente Carlos) y que le llevaba diariamente a atravesar la Plaza de la Ciudad Vieja y el imponente Reloj astronómico del Ayuntamiento, acompañado siempre por el cocinero de su casa, es una invitación sencilla a recrear un viaje hacia atrás en el tiempo.
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Monumentalmente, Praga empalaga. En un solo día, puede uno ver cientos de edificios deslumbrantes, la mayoría de ellos fuera del catálogo oficial preparado para las masas turísticas que abarrotan el Callejón de Oro, la Catedral de San Vito, el Palacio Real, o el Viejo Cementerio Judío. Pero no se engañe el viajero: Praga también ofrece una muy interesante gama de edificios modernistas (las estribaciones del barrio judío son un buen ejemplo de ello), y también una panoplia dispersa de huellas del art nouveau que pueden actuar como lenitivo momentáneo frente al caudal atosigante de construcciones barrocas que le hacen pensar a uno que puede encontrarse con la sombra de Mozart a la vuelta de cualquier esquina.
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En cuanto a nacionalidades, predominaban curiosamente las hordas de jóvenes universitarios americanos, seguidas de cerca por los grupos de españoles. Como curiosidad diré que en muchos restaurantes turísticos era frecuente pagar una tasa o propina aparte del precio final del menú, por lo que aconsejo buscar establecimientos alejados del tráfago turístico, donde entre otras ventajas se puede comer a muy buen precio la típica y sabrosa sopa checa de patatas.
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El viaje se llevó a cabo entre los días 19 y 22 de julio de este año. Luego puse rumbo a Berlín, Potsdam y Oranienburgo.
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* Ricardo Álamo (1965, Sanlúcar de Barrameda) escribe habitualmente y viaja de vez en cuando, siempre que puede. Ha publicado microrrelatos en diversas bitácoras y en este momento prepara la publicación de su primer libro, Imaginarium. Mantiene un blog: http://odadrek.blogspot.com/

* P.S. Durante el mes de agosto, publicaré las microcrónicas de viaje que me mandéis, seleccionando las que más me gusten. Tienen que ser inéditas e ir acompañadas de fotos. Gracias. 
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8 comentarios:

Pau Llanes dijo...

Llego a tu blog siguiendo una recomendación de Antón Castro en el suyo. Qué suerte encontrar tus cosas esta tarde en que llueve más de lo debido para estas fechas. Menos mal que vivo bajo el volcán a unos cientos de metros de la antigua laguna, de la mancha indeterminada de Ciudad de México. Si no naufragaría a dos por tres...

Leo sobre Praga y vuelven antiguos recuerdos... Recuerdo, por ejemplo, mi "participación" en la Revolución de Praga de 1989. Entré en la antigua Checoslovaquia a primeros de diciembre y salí un mes después, día de Reyes, y todo había cambiado...

¿Sabes qué gritábamos entonces, todos los días en manifestación, en la Plaza de San Wenceslao? Una frase casi surrealista, seguramente ideada por Havel: ¡NO EXISTÍS! ¡NO EXISTÍS!... Y un feliz día nos despertamos con la noticia que ya no existían, que todos habían dimitido, se habían escondido en sus casas muertos de vergüenza por sus tropelías y corrupción...

¡NO EXISTÍS! gritaría con la demás gente indignada que anida en algunas plazas de mi "antiguo" país... (lo hago desde lejos, aún exiliado)

Cuántos recuerdos de aquella Praga... Ay, praga, el umbral.

Un saludo agradecido y fraternal desde el otro lado...

pau Llanes

Ricardo Álamo dijo...

De aquella Praga comunista apenas queda nada. Hoy en día es una ciudad ganada para el turismo de masas, que ha ido incorporando con un frenesí goloso todos los elementos propios del capitalismo (y no lo digo como una crítica, sino como una constatación descriptiva). En la plaza de San Wenceslao hay tantos burguers, comercios, cabarets, etc., que no permite adivinar su reciente y obligado pasado rusófilo.
El nivel de vida de los checos -no hay más que ver el cuidado de los edificios- es impresionante y no creo que añoren mucho su antigua condición.
Un abrazo, Pau.

R.A. dijo...

Me ha gustado de esta crónica la descripción minuciosa con la riqueza de lenguaje que caracteriza a Ricardo.





Abrazo y bienvenida.

Ricardo Álamo dijo...

Gracias, Rosana. Pese a mi intento de vaga descripción general, Praga es indescriptible.
Un beso.

Beatriz AA dijo...

Supongo que la lluvia acentuó el efecto onírico y de viaje al pasado que señalas. Me ha encantado la foto del edificio estrujado. Comparto contigo la sensación de decorado, pero es "culpa nuestra" por vivir (al menos yo) en sitios como Madrid que tira abajo todo lo viejo.
Un saludo
Beatriz

Ricardo Álamo dijo...

Es verdad que el tiempo fue lluvioso, y tal vez intensificó el áurea irreal que destiñe la ciudad, que de por sí o tal vez cargada por su monumentalidad se me mostraba una y otra vez inmovilizada en el tiempo. El edificio "estrujado" se llama La casa Danzante. Un abrazo, sinsellos.

Fernando Valls dijo...

Beatriz, otra traducción posible del edificio estrujado de Vlado Milunic y Frank Gehry junto al Moldava, aunque quizá demasiado libre, es "la casa que baila".
Me gusta tanto Praga que incluso estoy dispuesto a soportar lo regular que se come y los infinitos turistas que la recorren.

Elena dijo...

Hola, yo estuve en Praga por primera vez este julio, y desde luego “esta madrecita tiene garras”. Ese empalagamiento que decís no sería tal si no se hubiese realizado el famoso saneamiento del barrio judío. Eso sí que fue destrozar la historia de una comunidad, que ya tuvo bastante con Terezin.

Saludos!

Elena