jueves, 18 de agosto de 2011

En un restaurante de Berlín

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Casi todos los sábados, tras recorrer el mercado de la Winterfeldplatz y hacer algunas compras (algo de fruta, una cajita de almendras saladas, salmón fresco ahumado, queso, pan blanco, y setas y frutos rojos durante la temporada), solemos ir a comer al mismo restaurante, el April. Es un local cercano que sólo frecuentan los alemanes, sin turista alguno. Animal de costumbres, suelo comer casi siempre en cada sitio mi plato preferido, que en este local se trata de la Wienerschnitzel con patatas fritas y ensalada y una cerveza de trigo, o una copa de vino. En Alemania el vino se toma en copa, nunca en vaso. Pero uno, observador de la conducta humana, que diría el gran Ratón, inolvidable personaje de Fernando Aramburu, no deja nunca de admirarse ante las costumbres alemanas. Sin olvidar nunca, claro, lo mucho que deben de sorprenderse los viajeros alemanes ante las españolas, claro. 
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El caso es que hace unas semanas compartimos con otra pareja una mesa para seis: ellos en una esquina y nosotros en la opuesta, cada una con sus correspondientes velas encendidas, algo que yo particularmente llevo bastante mal. La camarera ya ni me preguntó qué quería y me miró con ese cierto desdén con que me recibe siempre, puesto que nunca cambio de menú. Nuestros compañeros de mesa, nativos, pidieron un café con leche en vaso grande, a pesar de que eran las 2 de la tarde. Pensé que no habrían desayunado, pero un rato después, el caballero, tras no dejar de mirar ni un instante su Blakberry (no pude dejar de preguntarme para qué fueron a comer juntos) y la señora, pedirme el periódico que yo había ojeado, se zamparon unos espaguetis. 
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De haber sido indio el restaurante, como nos ocurrió en otra ocasión, al café con leche le hubiera seguido un cordero con curry o salsa de coco, acompañado por el correspondiente Balloon (pan frito). Soy partidario de adaptarme inmediatamente a las costumbres nacionales de los países en los que uno vive o visita, aunque sólo sea por unos días, pero algunas de dichas costumbres me resultan imposibles de compartir. Y bien que lo siento, pero tengo la impresión de que mi cuerpo no se halla todavía     debidamente programado como para combinar el café con leche y los espaguetis, tanto si están estos al dente o algo más cociditos, como le gustan a Pedro Herrero.
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10 comentarios:

Pedro Herrero dijo...

Muy agradecido por la amable alusión a mis gustos culinarios, que, honestamente, no merecen comentario alguno. Precisamente hoy jueves he cocinado spaguetti. Para mis hijos, con huevo batido y queso fundido (son muy jóvenes y no tienen problemas de peso). Para mí, con una salsa de verduras a base de ajo y cebolla, apio y zanahoria. Todo sofrito a fuego muy bajo, y luego triturado con el minipimer tras echar un vasito de caldo de carne.

El café con leche, ni antes ni después. Que luego no puedo pegar ojo. Un abrazo desde el Vallès occidental.

Fernando Valls dijo...

Pues, Pedro, esos spaguetti tienen muy buena pinta... Saludos.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Qué recuerdos me trae, Fernando. Creo que lo conocí cuando me llevasteis vosotros y luego repetí con mi mujer y mi hija. Y sí, recuerdo que pediste tu plato preferido y yo me animé a probarlo. Espero hacerlo de nuevo pronto. Un abrazo desde Cabo de Palos, en la costa murciana, más cerca de Pedro que de April.

Fernando Valls dijo...

Antonio, seguro que te llevamos al April. Ningún amigo que pasa por Berlín se escapa.
Aprovecho para anunciarte que el Congreso Internacional sobre el Microrrelato será entre el 1 y el 3 de noviembre del 2012. Saludos.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Gracias, Fernando, haré lo posible por ir. No descarto hablar sobre aquello que te dije, pero tendré que ver antes el procedimiento de inscripción. Cuando se publique, mándame un enlace, por favor. Abrazos

Unknown dijo...

TAREA PENDIENTE LA MIA, IRÉ.
UN SALUDO
MARIAN

Unknown dijo...

muy buena tu anécdota en ese lugar tan bonito, acá en bs as hay muchos lugarcitos que tienen esa impronta, saludos!

Arte Pun dijo...

Hola, deberías poner alguna etiqueta previa así como: "¡cuidado, este mensaje puede herir la sensibilidad del lector!". Acabo de desayunar un café sólo y una tostada, y me han entrado ciertas náuseas al imaginarme simplemente probando el café con leche y el plato de espaguetis, que yo he supuesto con tomate, de estos vecinos de mesa.
Mezclar en un plato las patatas fritas y la ensalada me parece de lo más elaborado.
Por cierto, ¿a qué se le llama salmón fresco ahumado?.

Esther Andradi dijo...

mmmmhmmmm ya me copié la receta de esos spaguettis de Pedro Herrero: un concentrado de sabor, como en un buen microrrelato! Gracias, y muy buen día al Capitán de la Nave y a la fotógrafa de a bordo

Fernando Valls dijo...

Perplejo, Arte Pun, por lo visto, literalmente, se trata de una parilla que ahuma el pescado mientras se está haciendo. El procedimiento está a la vista de los clientes y puede observarse. Saludos.