miércoles, 24 de agosto de 2011

En el Richmond, con Borges


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Ahora que cuentan las crónicas que la confitería Richmond, de Buenos Aires, ha cerrado, me gustaría saber si alguna vez jugaron al ajedrez o al billar, en su sótano, Macedonio Fernández, Borges u Oliverio Girondo. ¿O tan ilustres escritores se limitarían a mantenerse en la planta baja, en la cafetería charlando, sin descender nunca a los malabarismos del billar o a los cálculos del ajedrez?.......

Nunca he podido dejar de pasar por la peatonal Florida, 468, cerca del cruce con Corrientes, ante la puerta de Richmond, sin pensar en que Borges solía dejarse caer por allí hacia las 8 de la tarde, para tomarse una taza de leche caliente, cuando las aristócratas habían abandonado el local, tras tomarse su té con scones, y planificar revistas, o inventar libros o antologías con sus amigos.
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Fundada en 1917, en un edificio obra del arquitecto belga Julio Dormal, quien también intervino en la última fase de las obras del Teatro Colón, la primera vez que yo visité la confitería, llevado por una mitomanía literaria incurable, en los primeros noventa, andaba ya de capa caída y tanto para los sillones Chesterfield como para las arañas holandesas habían pasado ya sus mejores días. La tarta Richmond, que siempre pedía como un rito, compuesta por bizcocho, chocolate, fresas y nata chantillí, seguía estando exquisita.
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Pero la Richmond, además, para los que hayan frecuentado la historia de la literatura argentina, es el lugar donde se reunieron, durante los años de entreguerras, los miembros del Grupo Florida, aquellos que se contraponían a los de Boedo, responsables de la revista Martín Fierro (1924-1927), cuya redacción estaba también muy cerca, en esta misma calle. Casi todos ellos, a diferencia de los populares miembros de Boedo, formaban parte de las clases pudientes argentinas, como fue el caso de, aparte de los ya citados, Leopoldo Marechal (autor de Adán Buenos Aires, el Ulises argentino), Conrado Nalé Roxló, Ricardo Güiraldes y pintores como Norah Borges, Xul Solar y Antonio Berni.
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Tanto diversos grupos de la sociedad civil como algunos diputados se han opuesto a su cierre. Por una vez, no han sido sólo los escritores y artistas los que han protestado. Nike, que iba a comprar el local para poner allí una de sus tiendas, ante el alboroto producido, parece haber  desistido..
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¿Qué pasaría si en Madrid cerraran el Café Gijón? Prefiero creer que la próxima vez que visite Buenos Aires podré volver al Richmond, sentarme en sus sillones ingleses y pedir una vez más la deliciosa tarta de la casa.                      
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* La caricatura es de Oliverio Girondo y en la foto aparece Xul Solar.
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6 comentarios:

Pau Llanes dijo...

Ah, qué misterios los de nuestros recuerdos literarios, sus santuarios, sus mitologías, siempre adornados de dulces o gambas con gabardina... La buena literatura se recuerda mejor con aderezo... ¿no? Peor sería que fuera simplemente un síntoma de nuestra pulsión histérica por los libros...

Gracias por su tip musical. Disfruté de Sol Gabetta hasta no más poder tanta belleza... ¡Cómo interpreta esa mujer a Dvorak! Toda Praga a sus pies, recuerdo...

Saludos

Pau Llanes

Arte Pun dijo...

Creo que en casi todas las ocasiones en que estuve en Buenos Aires, paseé por la calle Florida. Lo que no recuerdo es haber entrado en el Richmond, siempre pensé que eran unos grandes almacenes.

No soy mitómano, más bien me considero lo contrario, pero sí me inclino ante los muchos años de existencia, en los cuales imagino a miles de Borges anónimos, que ya tampoco se sentarán en sus butacas.

Qué duro es quemar etapas. Qué dura es la añoranza.

Saludos

Fernando Valls dijo...

Arte Pun, la añoranza es un sentimiento como otro cualquiera, no hay que mitificarla, pero tampoco denostarla, me parece. Saludos y gracias.

Arte Pun dijo...

Pues coincido contigo Fernando. No he pretendido denostar un sentimiento, y mucho menos la añoranza. Pero se trata de un sentimiento de pena o tristeza, y es en este sentido en el que hablaba de su dureza.

Saludos

GirlnBlue dijo...

Muchas gracias por compartirlo.

Unknown dijo...

Gran pena. La sede de los de Boedo sigue en pie. En Boedo y San juán. Aunque convertido en una especie de expo-tango para turistas. Pero aún, por las mañanas o las trades, puedes tomarte un cafecito y respirar el humito del viejo espíritu que malvive por ahí, a pesar de todo.
Un saludo.