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Al final de la primavera empiezan a llegar las cerezas a las tiendas de mi barrio en Barcelona. Suelen ser de Aragón o del Valle del Jerte. Estas últimas son más caras, pero están más ricas. Siempre he comido cerezas, desde niño, pues ha sido y sigue siendo una de mis frutas preferidas, y no sólo por su sabor, sino también por su aspecto, por su belleza. En Berlín se venden cerezas, Kirsche, todo el verano. Todavía ahora se pueden comprar, aunque me temo que sean ya las últimas. Suelen estar cultivadas en Alemania y no desmerecen, en absoluto, de las mejores españolas, aunque no son baratas. Las de más calidad andan entre los 8 y 9 euros el kilo y suelen encontrarse en los mercados callejeros.
Acabo de enterarme de que es una fruta de origen griego, de la isla de Kerasos (la actual Giresun, cerca de Trebisonda), en la Costa del Mar Negro, desde donde los romanos, el general Lúculo, quien luchó allí contra Mitrídites del Ponto, la expandieron por todo el imperio. En fin, otra deuda que tenemos con la romanización, y esta no me la enseñaron en el colegio.
Por lo visto, las cerezas tienen componentes antioxidantes y elevadas dosis de fibra y potasio. Son diuréticas y relajantes, por lo que resultan muy recomendables para las personas que padecen insomnio (¡Ojo, Merino!).
Lo que me parece que no hace falta que os recuerde es que suelen utilizarse en tartas y licores. Me temo que el sábado, cuando vuelva al mercado, ya no habrá cerezas, o estarán a precios astronómicos. Chéjov, uno de mis autores predilectos, le concedió protagonismo a un huerto de cerezos, que no jardín, en una de sus mejores obras de teatro. Gabriel Miró también tituló una de sus obras con ellas: Las cerezas del cementerio. Y la entrañable Montserrat Roig llamó a uno de sus libros, El temps de les cireres. Pero no sigamos por este camino interminable. Habrá que esperar a la próxima cosecha para que regresen de nuevo. ¡Qué ricas!
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* Los cuadros son de Picasso, Meléndez, Cezanne y Garnier.
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9 comentarios:
Las cerezas son siempre un auténtico placer. Era la fruta que más nos gustaba de pequeños, cuando no era tan frecuente verlas en la mesa, al menos en la de mi casa. Aquellas cerezas las recuerdo jugosas, apretadas, dulces, imposibles de coger de una en una. Siempre acababan en las orejas, a modo de pendientes, tal y como nos había enseñado mi abuela. Un alivio fresco para las mejillas sudorosas de tanto verano en el Sur. Y algunos huesos acaban en la maceta, revisada cada día con la esperanza del árbol. A su entrada le debo esos recuerdos. Un saludo.
¿Cómo no recordar la hermosa canción francesa Le temps des cerises de Jean-Baptiste Clément (1866)? Tiempo de amor, tiempo de revolución. La belleza, la alegría de vivir, pero también la herida, la sangre, los balazos que metafóricamente se esconden en las cerezas.
Jacques Prévert parodiará esta canción años más tarde en un poema antimilitarista Le temps des noyaux
Quand nous en serons au temps des cerises (Quand nous chanterons le temps des cerises)
Et gai rossignol et merle moqueur
Seront tous en fête
Les belles auront la folie en tête
Et les amoureux du soleil au cœur
Quand nous en serons au temps des cerises
Sifflera bien mieux le merle moqueur
Mais il est bien court le temps des cerises
Où l'on s'en va deux cueillir en rêvant
Des pendants d'oreilles
Cerises d'amour aux robes pareilles (vermeilles)
Tombant sous la feuille en gouttes de sang...
Mais il est bien court le temps des cerises
Pendants de corail qu'on cueille en rêvant !
Quand vous en serez au temps des cerises
Si vous avez peur des chagrins d'amour
Évitez les belles !
Moi qui ne crains pas les peines cruelles
Je ne vivrai pas sans souffrir un jour…
Quand vous en serez au temps des cerises
Vous aurez aussi des peines d'amour !
J'aimerai toujours le temps des cerises
C'est de ce temps-là que je garde au cœur
Une plaie ouverte !
Et Dame Fortune, en m'étant offerte
Ne pourra jamais calmer (fermer) ma douleur…
J'aimerai toujours le temps des cerises
Et le souvenir que je garde au cœur !
Gracias, Chimista y Emilia, por los recuerdos. A los de Emilia no llegaba yo. Saludos.
A mí también me encantan las cerezas, Fernando y me recuerdan a mi niñez. Recuerdo que más de una vez... tuve problemas después de una ingesta incontroladas de ellas. Por cierto me encanta la palabra: "cireres".
Un buen artículo, un saludo.
No sabéis cómo lamento venir yo ahora a dar la nota, con mi comentario desentonante, lejos de las idílicas reflexiones precedentes. Pido disculpas de antemano, pero a lo mejor mis recuerdos son la excepción que confirma la regla. El caso es que la casa donde vivo desde 1989 la compré en primavera. El vendedor no quería enseñármela, bajo el pretexto de que era un poco peculiar, pero yo insistí porque, sobre el plano, tenía una ubicación excelente. En el patio de la entrada había plantados dos cerezos enormes. Y el dueño anterior, para evitar que los pájaros se comieran las cerezas, había plantado una muñeca desnuda en lo alto de las ramas. La había atravesado con una caña y la había sujetado como si fuera un espantapájaros. De eso hacía unos días, o sea que, cuando llegué a la casa, los pájaros se habían comido ya los ojos de la Barbie, que parecía pedir auxilio con los brazos abiertos. Recuerdo que, al bajar del coche, vinieron a mi memoria todas las escenas de terror que tanto miedo me daban de pequeño.
Las cerezas estaban riquísimas, pese a todo. Pero en mis primeros años como nuevo propietario, senté cátedra de mi absoluta incompetencia para cuidar de cualquier especie vegetal (diera fruto, flor o simple hoja caduca). Al llegar la temporada, los cerezos se llenaban de pulgón cada vez con mayor rapidez. Y al final no sé si los maté yo o se suicidaron ellos. El caso es que ahora, cada vez que como cerezas, no puedo evitar sentirme culpable.
Confío no haberos aburrido. Otro día, si queréis, os cuento lo que pasó cuando descubrí que el gallinero era en realidad una furgoneta DKW, que el dueño anterior había semienterrado en el patio de atrás.
Este post es una delicia y un tormento a la vez, lo primero porque me recuerda mi niñez y lo segundo porque hace muchos años que dejé de comer cerezas, por la vía drástica, soy alérgica. ¡En fin! Me consuelo con el recuerdo del sabor de las últimas que caté.
Besitos
Pedro, tienes el material para un microrrelato de terror.
Gracias a todos por los comentarios.
En vista de que estirando de la cereza se le salen a uno los recuerdos, yo compartiré que me puse azul claro dos años seguidos por culpa del infernal Glühwein Bacardi Kirsch en el Weinachtsmarkt de Göttingen, y que una vez vino a casa un médico a ver a mi hermana porque le dolía la tripa, y salió gritando que sólo era una cerecitis.
Saludos
Gabriel
Entre estos cromos, falta la escena del cerezo del principio de las Confessions de Rousseau. Subido al árbol, el joven Jean Jacques se extasiaba arrojando cerezas al seno de Mlle. Gallay...
Teresa
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