domingo, 3 de mayo de 2015

Pizza en Berlín sin fiesta...

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Nos fuimos a Kreuzberg el Primero de mayo porque mi peluquero me lo recomendó. Olivier es un joven guatemalteco que lleva muchos años viviendo en Alemania. Me convenció diciéndome que había muchas fiestas en la calle, donde tocaban bandas de música, de distintos géneros, en un espectáculo siempre improvisado... Todo muy verosímil tratándose de Berlín. Otro amigo, que vive en la ciudad, un español, o catalán español, muy talentoso, que intenta abrirse camino como compositor, me comentó que estaba trabajando en España, pero que su mujer quizá nos acompañaría, como así fue, aunque el Primero de mayo en Berlín le sonara a manifestaciones y porrazos de la policía...
Nos citamos en una esquina de la Bergmannstr. y nos dirigimos tranquilamente, dando un paseo, al puente del Almirante, atravesando el cementerio, entre tumbas, claro, y luego, por delante de la fuente en homenaje a los hermanos Grimm... El caso es que no sonaba música alguna, aunque tampoco apareciera la policía, quizá porque no había manifestantes.
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A esas alturas de la excursión, había llegado la hora de comer, por lo que nos quedamos en la pizzería Il casolare, frente al Admiral Brücke, que es uno de esos locales berlineses guays, si tal cosa sigue diciéndose, regentados por colegas, en los que no acaban de servirte nunca... El correspondiente camarero mal encarado te trata a patadas y te cobra como si fuera un lugar elegante y con buen servicio. El caso es que, al fin y al cabo es lo principal, la pizza (capricciosa, 4 formaggi y ortolana, respectivamente) estaba buena y la cerveza a la altura de las circunstancias (todo por 35 euros), aunque el frío empezara a arreciar. Alguna música tímida se oyó mientras disfrutábamos de la comida y la conversación, primero un bajo rasposo, y finalmente el estruendo de un ruido que salía del restaurante de enfrente fue abriéndose paso, aunque ellos lo ofrecían como si de música modernísima se tratara. Os evito todos los anglicismos al uso para definir los tipos y músicas citados.
A nuestro regreso, ya sin esperanza de toparnos con algún conjunto musical, rehicimos el camino y encontramos una terracita estratégicamente situada para que llegaran allí los mejores rayos de sol, donde nos tomamos un capuchino, que me supo a gloria. Y así transcurrió el día, sin palos, sin policía y sin manifestaciones, pero en la grata compañía de dos inteligentes y atractivas señoras...    
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2 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Encantada como siempre con tus crónicas!!

Fernando Valls dijo...

Gracias, Isabel. Saludos.