miércoles, 11 de abril de 2012

Los poetas de La Palma

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Sentada frente a mí una mujer sin rostro
espera desolada la llegada del día
En el cristal se miran sus cuencas sin memoria
y detrás van quedando ciudades y montañas
que ya no han de volver a posarse en sus ojos.
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Su corazón, lo mismo que sus lágrimas,
se extiende por el suelo y ya no sabrá nunca
si amanece al otro lado de esa estación sin nombre
y si aún le queda tiempo de amar inútilmente.
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La oruga silenciosa avanza por el agua
y ella mira hacia el sur y hacia la pérdida.

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*El poema es de ELSA LÓPEZ.
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Tanto la exposición, como la antología de poetas de la isla de La Palma que aparecerá pronto, deben entenderse como homenaje a la escritora Elsa López, quien tanto ha contribuido a la difusión de la literatura hecha por los autores de Canarias.
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martes, 10 de abril de 2012

Luis Alemany, Premio Canarias de Literatura

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El escritor Luis Alemany, nacido en Barcelona en 1944, aunque residente en Santa Cruz de Tenerife desde niño, ha sido reconocido con el Premio Canarias de Literatura por su trayectoria como autor, director e investigador teatral. Es autor, además, de cuentos y de la novela Los puercos de Circe, que para Juan Cruz constituye "el mejor retrato de Santa Cruz como entidad provinciana, es un libro inteligente e hiriente por eso nunca fue asumido por la sociedad extremadamente conservadora".
No puedo dejar de decir aquí que, para mí, Luis Alemany es, sobre todo, un profundo conocedor de la obra de Enrique Jardiel Poncela, de quien ha editado Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1988) y La `tournée´ de Dios (1989), ediciones muy solventes que me fueron utilísimas cuando a comienzos de los años noventa empecé a trabajar en la obra del Jardiel.    
Luis Alemany estudió Filosofía y Letras en la Universidad de La Laguna, donde ejerció como profesor de Literatura, así como en Rouen (Francia) y Sevilla. Alemany ha desarrollado, además, una dilatada trayectoria como articulista y crítico en casi todos los periódicos de Canarias y en numerosas revistas culturales. Ha sido galardonado con el premio de ensayo del Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife, el de periodismo Leoncio Rodríguez y el Mencey de las Artes de Literatura y es miembro del Instituto de Estudios Canarios.
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lunes, 9 de abril de 2012

Microlecturas, 4: Julia Otxoa

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Un armario lleno de libros
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Cuando me preguntan  sobre mis lecturas, acostumbro a responder  que, dado su ingente número, sería materialmente imposible hablar de todas ellas, sólo cabe por tanto esbozar algunos de los cientos de autores y lecturas devoradas por mi desde edad muy temprana. 
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Mi voracidad lectora comienza muy pronto, en torno a los ocho o diez años; mis primeros recuerdos de lectura apasionada son de esa época. Como muchas veces he contado, mi curiosidad infantil me llevó a encontrar dentro de un viejo armario un tesoro: mis primeras lecturas fueron las de los clásicos de serie negra: Dashiell Hammett, Agatha Christie, Raymond  Chandler, Georges Simenon, etc., me admiraban, había  en todas aquellas historias una elegante dialéctica de deducciones, análisis e investigaciones que marcaron para siempre mi modo de pensar.
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Vendrían luego ya en la adolescencia y primera juventud, imagino que como consecuencia de mis propias preguntas existenciales, la lectura de los filósofos: Voltaire, Albert Camus, Jean Paul Sartre, Miguel de Unamuno etc., además de todos los clásicos griegos, claro está. Con el tiempo me fui decantando por aquellos pensadores cuyo discurso se mostraba atravesado por la poesía, es decir , la belleza del lenguaje y los conceptos como unidad estética y ética, léase   Albert Camus, Maria Zambrano..., y algunos otros escritores, que, aun no siendo filósofos, fueron y son brillantes  en el ensayo, como Michel de Montaigne, Octavio Paz, Claudio Magris, Italo Calvino, etc.
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Tras este periodo y coincidiendo con la escritura de mis primeros poemas comenzó la lectura insaciable  de poesía: San Juan de la Cruz, Quevedo, toda la generación del 27, me impactó sobre todo la luminosidad del lenguaje lorquiano, Vicente Aleixandre, Antonio Machado, Juan Eduardo Cirlot, Mayakovsky, Vicente Huidobro, Cesar Vallejo, Rilke, Pessoa, Tralk, Alejandra Pizarnik, Celan y Valery, entre otros de la poesía francesa, inglesa, alemana e hispanoamericana, que en mi presente sigue creciendo con nuevos nombres como el español Rafael Pérez Estrada, o el norteamericano Charles Simic, etc.
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Mi entrada como lectora en la narrativa fue de la mano de los grandes escritores rusos e hispanoamericanos; hoy todavía me siguen cautivando por la exacta concisión y poderosa expresividad de su prosa: Chejov, Isaak Babel, Gogol, Dostoyevsky, vendrían a un mismo tiempo desde otras geografías:  Cervantes, Shakespeare, Kafka, Agota Kristoff, Mijaíl Bulgákov, Ambrose Bierce, Hemingway, Borges, Cortázar, Monterroso, Rulfo, Arreola, Ribeyro, además de los europeos Cunqueiro, Raymond Queneau, Italo Calvino, Bohumil Hrabal, etc.
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Según he ido evolucionando como lectora y escritora, también mis  microrrelatos han ido cambiando,  y así actualmente, dentro de lo fabuloso de mi narrativa ha irrumpido con fuerza la escenografía de lo grotesco, universo expresivo en el que Kafka o Bruno Schulz respondían mejor a mis necesidades como narradora.
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Para finalizar y haciendo un pequeño balance de mis lecturas, considero que como escritora ha sido absolutamente esencial el peso que en mi obra han tenido los grandes poetas, filósofos y cuentistas, pero también mi  curiosidad por el arte en todas sus manifestaciones, el cine, la música y el mundo del pensamiento en general.
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* Julia Otxoa es poeta y narradora. Su próxima recopilación de relatos, titulada Escena de familia con fantasma, aparecerá en la editorial Menoscuarto.  
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 * En las fotos, Kafka, Juan José Arreola y Rafael Pérez Estrada. 
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domingo, 8 de abril de 2012

Micronopia, de María Paz Ruiz Gil

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La vida sexual de las palabras
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El coleccionista de palabras las regaba por las mañanas, les cortaba las tildes secas, les echaba comida de la buena, y las consentía con las manos de un devoto. Algunas crecieron y se salieron de su patio, de esas hay  unas que son malísimas, que se han hecho operaciones, extirpaciones y se cambiaron la cara. Son rebeldes, promiscuas, se ponen haches en el ombligo, kas en las partes más raras, y compiten por sus tatuajes hechos con emoticonos; pero las condenadas se volvieron populares y salen en las revistas. Otras, las que se quedaron con su cuerpo tal cual las parieron, tienen fama de vírgenes, de viejas aburridas que aparecen en libros y de solteronas. Cada día entran al patio del coleccionista palabras nuevas, hijas que llegan sin padres. Él piensa que tienen cara de alienígenas, pero las quiere en silencio porque muchas son divertidas y le enseñan idiomas, aunque les tiren de las raíces a las ancianas aburridas y las hagan llorar de rabia.
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* María Paz Ruiz Gil (Bogotá, 1978) estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y vive en Madrid desde el año 2000. Micronopia (2011), el libro de microrrelatos cuya cubierta y contra reproducimos en esta entrada, y del que damos una muestra, ha sido presentado como radioperformance literario. Imparte cursos sobre el género, se dedica a la grabación de piezas sonoras y escribe en el blog Diario de una cronopia (http://lacomunidad.elpais.com/historias-de-una-cronopia/posts). Está a punto de aparecer en Colombia su novela Soledad, una colombiana en Madrid, y prepara un libro de microrrelatos eróticos, que será ilustrado y publicado por el Museo de Arte Erótico de América en el 2012.
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sábado, 7 de abril de 2012

7 Síndrome Chéjov 7, por Gemma Pellicer y FV

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Hace cinco años, El síndrome Chéjov, blog del escritor Miguel Ángel Muñoz, realizó una encuesta sobre los libros de relatos más destacados de los publicados entre los años 1982-2007. El pasado día 28, la bitácora cumplía 7. Por tal motivo realizó una segunda encuesta que completara la anterior, y cuyos resultados vienen apareciendo en su blog. Para ello se nos pedía 5 títulos de destacados libros de cuentos que no fueran antologías y que hubieran sido publicados a lo largo de los últimos cinco años. 5 libros que, por cualquier motivo, resultaran de un interés especial para el desarrollo del cuento, ya fueran libros en español como traducciones. La selección, se nos advertía, podía ir acompañada por un breve texto que sintetizase nuestra visión sobre el cuento actual, la evolución durante los últimos años y las perspectivas futuras. Recogemos, a continuación, la respuesta que dimos. 
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Nos centramos en los narradores españoles porque se trata de los únicos que conocemos lo suficiente para que la elección de unos pocos libros quizá pueda resultar significativa. De la cuentística hispanoamericana y universal, sólo hemos realizado lecturas sueltas, caprichosas, de ahí que no nos sintamos capaces de opinar con criterio, a falta de una perspectiva más completa y general.
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La calidad del cuento español más reciente, tanto por lo que se refiere a los narradores nuevos, jóvenes, como a los ya consagrados, nos parece muy notable. En el 2010 dedicamos una antología, titulada Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual, a recoger la obra de los primeros. En el prólogo, a él nos remitimos, intentamos sintetizar en conjunto sus principales características. En cualquier caso, podría añadirse que tenemos la impresión de que a algunos de los libros que se publican les falta todavía un hervor, y que ese apresuramiento se observa asimismo en determinadas antologías, pues se publican demasiadas, las cuales parecen compuestas sin ambición de pervivencia, por un mero afán coyuntural. ¿Perspectivas futuras? La calidad de los libros de narradores jóvenes, nacidos a partir de la segunda mitad de los setenta, como Irene Jiménez, Lara Moreno, Elvira Navarro, Miguel Á. Zapata, David Ruiz, Miguel Serrano Larraz, Daniel Gascón o Matías Candeira, nos hace pensar que son buenas.
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Por último, hemos elegido los siguientes libros:
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·       Cristina Fernández Cubas, Todos los cuentos, Tusquets, 2008.
·       Javier Sáez de Ibarra, Mirar el agua. Cuentos plásticos, Páginas de Espuma, 2009.
·       Juan Eduardo Zúñiga, Brillan monedas oxidadas, Círculo de lectores, 2010. Sobre todo, por el cuento “Has de cruzar la ciudad”.
·       José María Merino, Historias del otro lugar. Cuentos reunidos (1982-2004), Alfaguara, 2010.
·       Ángel Olgoso, Los líquenes del sueño (Relatos 1980-1995), Tropo, 2010.
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Tres de ellos son de autores consagrados (Zúñiga, Merino y Fernández Cubas), con una trayectoria dentro del cuento, a estas alturas, incuestionable. Los otros dos (Olgoso y Sáez de Ibarra) se han dado a conocer, sobre todo, durante la última década, pero ya ocupan un lugar significativo en la historia de la narrativa breve más reciente. Los cinco cultivan estéticas diferentes dentro del ancho territorio del realismo actual, con sus correspondientes adjetivos, así como de la narrativa simbólica, fantástica y maravillosa.
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viernes, 6 de abril de 2012

Happennings en Berlín

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La capital alemana es, en muchos sentidos, una ciudad sorprendente. Ayer, por ejemplo, me crucé por la calle, delante de los almacenes KaDeWe, con el jugador internacional de balonmano Iker Romero, quien ahora juega en un equipo de la ciudad. Como hubiera dicho mi abuelita, iba hecho un indio... Pero hace un par de semanas, en esa misma tienda, me topé de pronto con la señora Merkel, que paseaba tan tranquila mirando bolsos de señora. Cuando levanté la cabeza para decírselo a mi acompañante, el gorila que la protegía, solo vi a uno, ya había clavado sus ojos en mí, por lo que se me pudiera ocurrir, con lo que inmediatamente desistí de decirle nada.  
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La otra noche, volviendo a casa en el tren, presencié una escena que me pareció admirable. Un joven emprendedor había fijado su bicicleta en el suelo, y tras acercarla a una de las paredes del vagón, se dispuso a arreglar una de las llantas allí mismo, con sus correspondientes herramientas (Doy foto por aquello de la verosimilitud). Durante las siete u ocho paradas que compartimos, no consiguió acabar con su labor. Pero me sirvió para comprender en qué consiste el llamado milagro alemán. Y ayer mismo, en el metro, una joven voluminosa, sentada frente a mí, en un momento dado, metió la mano en una bolsa que llevaba, no pequeña precisamente, y sacó un bote de desodorante, de formato ahorro. En un instante, se me pasó por la cabeza qué podría hacer con él. Y acerté, en efecto, pues la chica se abrió la camiseta y, sin temblarle el pulso, enchufó el bote a uno de los sobacos y se perfumó. Repitiendo la misma operación con la otra axila. La atmósfera se quedó impregnada de un olor más parecido a un insecticida que a extracto de pino... La gente que nos rodeaba se mostró impasible, ni la esfinge de Guizeh ha logrado alcanzar tal grado de hieratismo, por lo que resultó más llamativo mi asombro que el propio happening de la moza garrida, de la que siento no tener foto.
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Pero no acaba todo ahí; si tuviera que escoger lo más sorprendente que me ha ocurrido en estos últimos días, me quedaría con lo que presencié durante el intermedio de una ópera, en el Schiller Theater, ahora sede de la Staatsoper: una pareja de edad media que se había sentado en el foyer, se colocó unas servilletas encima de las rodillas, y -ni corta ni perezosa- extrajo de una pequeña bolsa una tartera y un termo, disponiéndose a cenar tranquilamente.
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Aquí, es cierto, no hay Semana Santa. Ni podemos disfrutar de las procesiones, ni admirar a los penitentes, ni oír las bandas de tambores y cornetas, como tampoco tenemos a unos pobres regulares o legionarios que echarnos a la boca, pero qué duda cabe de que los habitantes de esta ciudad suelen dar a menudo mucho de sí. 
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* Las fotos son de Gemma Pellicer.
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jueves, 5 de abril de 2012

Mingote deja de dibujar


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Mingote, dondequiera que esté, debe de haberse encontrado al fin con Tono, Jardiel y Mihura, con Gila, Tip y Rafael Azcona. Nació en Sitges, en 1919, pero nunca fue tenido por catalán, ni si le hizo ningún caso en su tierra, quizá porque no comulgaba con el nacionalismo obligatorio que todos los mentecatos -como él hubiera dicho- han acabado tragando. Fue también escritor, si no excelente, sí al menos curioso, y director de la revista Don José. Pero lo más importante es que podría entenderse lo que ha sido la España del último medio siglo, él se incorporó al diario ABC en 1953, con una antología de los mejores chistes que publicó en el diario conservador. Alguien debería hacerla. Seguro que se vende como rosquillas...  
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miércoles, 4 de abril de 2012

Escribir con las manos

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Tras los análisis a los que ha sido sometida la "Santa Ana", de Leonardo da Vinci, para su restauración, un cuadro que fascinó a Delacroix, Degas o Max Ernst, sabemos -por las huellas dactilares que dejó- que el pintor metía los dedos en el óleo, moldeando las capas de pintura con la mano, aplastándolas y añadiendo otras nuevas hasta alcanzar el efecto de relieve deseado.
Así debería seguir trabajando el artista, el escritor, como un artesano del lenguaje y del pensamiento, moldeando y amasando la estructura y el contenido de la historia como si de un panadero, o de un pintor, se tratara.
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martes, 3 de abril de 2012

FRANCISCO SILVERA

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Una pluma en el aliento de Dios
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El origen del mundo, parte V
Hildegard Von Bingen
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            Aquella mañana Adán, el primer hombre, sin experiencia todavía miró hacia los montes y no supo por dónde habría de venir la luz. Lentamente la negrura del cielo fue haciéndose azul, celeste después y el amanecer comenzaba. Sonaban los arroyos, cantaban gallos en la lejanía y un rumor de pájaros parecía defender la vida. Adán, inocente y ansioso de todo, miraba maravillado las delicias de aquella huerta inagotable y el agua era su felicidad.
Fue brotando el día, como la yema del botón sabio de una rama, y el aire pareció enfriarse tiernamente. Eva, la mujer primera, despertó de su sueño y sonrió a Adán. El mundo era prístino. El hombre quedóse mirando los montes, Eva anduvo aquí y allá. Al cabo de un rato ella apareció alegre.
-¿Quieres un bocado?
-¿Qué es?
-Aquel árbol de allá.
-Nos dijeron que de ése no...
-Había un animal comiendo y no le pasaba nada; yo he probado, mira...
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Y Adán vio en ella algo distinto; miró sus pechos puntiagudos, su vientre plano y flexible, sus muslos, y todo le pareció tan hermoso y ofrecido por Dios como la amanecida que acababa de contemplar. Eva, ingenua como él, dejó allí la fruta y volvió a caminar; el mundo invitaba.
Adán no supo qué habría de ser la maldad y comió la pulpa sucosa que le habían negado. Miró el cielo, sintió un tremor, un escalofrío que antes jamás había padecido y quiso pensar que era la frialdad del amanecer. Pero algo se había torcido; el inicio del día le produjo angustia, la armonía y la perfección que habían sido su sentir ya no estaban; el aire le incomodaba. La melancolía se le coaguló en la sangre como, cuando se apaga una lámpara, queda el pabilo quemándose, humeando y dando mal olor. Lo que antes era cristal, ahora hiel; al quebrantar Adán la Ley se le apagó el brillo de la inocencia y era como si sus ojos, que antes contemplaban el cielo, se hubieran cegado y sus bilis negras se hubieran trocado, soberbias, en nostalgia.
Vio a Eva alejarse —el rostro descompuesto— más allá del bardal que nunca antes habían apreciado. Fue tras ella. Dios vio la pena de Adán y temió que, teniendo ahora la inteligencia para sentir la vida, encontraran el otro árbol para hacerse dioses... Les dejó marchar.
El hombre alcanzó a la mujer, que lloraba. Entonces él, que en aquellos días primeros se había sentido como la imagen del padre mayor, percibió el mundo como una hoja flotando en la respiración divina, y a sí mismo como una pluma, apenas, en el aire o el alma del mundo.
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Francisco Silvera (Huelva, 1969) es ensayista y narrador. Ha publicado Las apoteosis (2000), Libro de las taxidermias (2002), Libro de los humores (2005) y Libro del ensoñamiento, además del ensayo Copérnico y Juan Ramón Jiménez: crisis de un paradigma (2008). Este texto es inédito.
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* El cuadro, "Adán y Eva", es de Lucas Cranach, el Viejo.
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lunes, 2 de abril de 2012

Autorretrato de FLAVIA COMPANY

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Retrato de mí misma
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Me sitúo frente a mí, la otra que puedo ser cuando la necesito.
Y entonces observo desde ese otro lugar que se construye con la mirada. Veo cosas que sé: tengo el cabello liso pero también rizado, soy delgada pero atlética, inquieta pero capaz de meditar.
Soy de un lugar pero también de otro: me constituyen las fronteras, esos espacios que jamás están bien definidos.
He amado y me han amado.....
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Soy muy amiga de mis amigos. Y una sentimental. Y una entusiasta sin tregua.
Escribo novelas, pero también cuentos y también versos.
En catalán y en español y en argentino.
Traduzco del italiano y del inglés, pienso en esos idiomas. Leo en francés y en portugués. Me invento el alemán. Me gustaría conocer el japonés.
Toco el piano. También el clarinete. Soy patrona de yate. Mi velero se llama Proteo.
He tenido muchos gatos y algún perro. Aliki, Schumann, Sugus , Sake, Gora, Sílex, Oasis.
He vivido en muchos lugares. Desde una habitación de alquiler en Barcelona a una isla secreta en Brasil.
Me gusta hacer parapente, montar a caballo, viajar.
Vuelvo: ya no estoy situada fuera de mí sino otra vez adentro.
No me gusta hablar de mí misma. Prefiero imaginar historias y contarlas. Armar estructuras con palabras y decirlas. Ser en el espacio que escribo. Ser escritora.
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* Ambas fotos son de Laura Zorrilla (http://fotopata.blogspot.com.es/). La segunda es su autorretrato. La escritora (www.fcompany.blogspot.com) aparece en la primera, de adulta, con la imagen de la niña que fue, en una fotografía de su padre, Juan Company.

domingo, 1 de abril de 2012

El microrrelato en Berlín, 1

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VII Congreso Internacional de Minificción

Berlín, 29 de marzo del 2012
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Primera circular                                          

Entre el 1 y el 3 de noviembre del 2012 se celebrará en Berlín, en la Biblioteca del Instituto Ibero-Americano y en la Universidad Humboldt,  el VII Congreso Internacional de la Minificción, en el que contaremos con ponencias de algunos de los principales especialistas en la materia, tales como Juan Armando Epple (Estados Unidos/Chile), Lauro Zavala y Javier Perucho (México), Irene Andres-Suárez (Suiza/España), Andreas Gelz (Alemania), Henry González (Colombia), Laura Pollastri, Stella Maris Colombo y Graciela Tomassini (Argentina), y Francisca Noguerol, Ángeles Encinar y Carmen Valcárcel (España).
De entre las comunicaciones presentadas, que no deberán superar los 20 minutos de exposición, el comité científico escogerá aquellas que puedan presentarse en el congreso. Deben enviarse, con fecha límite de 30 de mayo, a Friedhelm Schmidt-Welle (schmidt-Welle@iai.spk-berlin.de).
Una selección de las ponencias y comunicaciones presentadas, llevada a cabo por el comité científico, se publicará en un volumen.  
Con un saludo cordial,
Ottmar Ette (Universidad de Postdam, Alemania), Dieter Ingenschay (Universidad Humboldt, Berlín, Alemania), Friedhelm Schmidt-Welle (Biblioteca del Instituto Ibero-Americano, Berlín) y Fernando Valls (Universidad Autónoma de Barcelona, España), organizadores del congreso.     


El Comité científico está formado por Irene Andres-Suárez (Universidad de Neuchâtel, Suiza), Francisca Noguerol (Universidad de Salamanca), Juan Armando Epple (Universidad de Oregon, Estados Unidos), Lauro Zavala (Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, México) y los organizadores del congreso. 
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sábado, 31 de marzo de 2012

Pizza Almeria

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Para aquellos que no acaban de creerse el impacto económico de España en el extranjero, les dejo aquí una muestra de lo contrario. Una cadena de pizzerías de Berlín ofrece a sus clientes, en reñida competencia con la Pizza Mexiko, nada menos que la denominada Pizza Almeria (sin acento). ¿Ingredientes? Por si quieren copiarlos los pizzeros almerienses: Salsa de chili dulce, langostinos, rúcola, tomates cherry, mozzarella y queso fresco. En la carta compite, además, con las pizzas tradicionales: margarita, de atún, vegetariana, primavera, etc., hamburguesas, y con ensaladas y pastas varias. Y de postre se ofrecen helados Ben&Jerry´s. Creo que es justo que les aclare que no he tenido el placer de probar aún la Pizza Almeria.  
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viernes, 30 de marzo de 2012

MANUEL RUIZ AMEZCUA

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TODAVÍA

Alguien habla de su vida
a modo de despedida.
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Alguien que tacha lo turbio
y se encuentra con lo oscuro.
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Alguien pregunta por qué
lo nuestro siempre descansa
sobre otro crimen con saña.
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Alguien que nunca comprende
la humillación del vencido,
la condición del que vence.
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Alguien que viendo las hienas
adivinaba las presas.
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Alguien que mira en la noche
y piensa y dice palabras.
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Un mundo contrario al mundo
arrastrado en la mirada.
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Alguien que recuerda todo,
pero no comprende nada.
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* Manuel Ruiz Amezcua (Jódar, Jaén, 1952) es Licenciado en Filología Románica e Hispánica por la Universidad de Granada, y profesor de literatura en un instituto de Bachillerato. Entre 1974 y el 2011 ha publicado once libros de poemas. Su poesía completa está recogida en Una verdad extraña (2008), prologada por Antonio Muñoz Molina; y su prosa completa, con el título de El lenguaje tachado, ha aparecido por última vez este mismo año. Este poema es inédito.
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jueves, 29 de marzo de 2012

Vuelve la quema de libros

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Una de las librerías que suelo visitar cuando estoy en Madrid es la Antonio Machado, situada en los bajos del Círculo de Bellas Artes. Siempre encuentro algo que me interese, e incluso a veces me encuentro con algún viejo amigo, como Jon Juaristi, con quien me topé en febrero pasado. Dice una noticia de agencia que un hombre ha intentado quemar sin éxito la entrada de esta librería. Parece ser que a primera hora de la mañana se sentó en la terraza situada en la calle Marqués de Casa Riera y en un momento determinado les prendió fuego a varias sillas, alcanzando con ello la entrada del establecimiento. Por fortuna, el fuego fue extinguido rápidamente por los trabajadores de la empresa, alertados por la alarma contra incendios, sin que hubiera daños personales ni materiales.
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En un clima social tan enrarecido como el actual, con la grave crisis económica que padecemos, la quema de libros suele ser siempre el primer paso frente a aberraciones todavía mayores. No puedo dejar de pensar en Alemania, en la España de la Victoria o, más recientemente, en Chile y Argentina. Esperemos que, por una vez, los síntomas sean engañosos. Y, sin embargo, causa desazón leer en la prensa que determinados políticos corruptos, militantes de un partido nacionalista y católico catalán, hayan obtenido el indulto; o que los miembros de Consejo General Poder Judicial tengan como norma la práctica de la llamada semana caribeña, consistente en trabajar de martes a jueves, cargando sus viajes privados, en primera, claro, al erario público. No son más que síntomas de que el huevo de la serpiente parece seguir empollándose.
Hoy jueves, día 29, pese a encontrarme a casi 2.000 kilómetros de mi puesto de trabajo cotidiano, me he sumado a la Huelga general, aunque solo sea para poder gritar a gusto: ¡Viva la Pepa!      
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* El cuadro es de Max Beckmann.
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miércoles, 28 de marzo de 2012

Microlecturas, 3: Rubén Abella

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Mi primer microrrelato es del año 2001. Acababa de volver de La Habana y, mientras revisaba con una pequeña lupa las diapositivas que había tomado, me llamó la atención una imagen. Mostraba un destartalado coche estadounidense, de esos que ya sólo se ven en Cuba. Tras él, dándole la espalda, se alzaba una silla blanca de hierro forjado. Se me ocurrió que esa escena contenía una historia. Después de darle muchas vueltas, imaginé que esa historia podía ser la siguiente:
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El resultado me pareció interesante. La imagen y el texto se hablaban de tú a tú. Quiero decir que no había subordinación: la fotografía no ilustraba las palabras, y las palabras no explicaban la fotografía. El producto de su unión, pensé, ennoblecía a ambas partes. La cosa no quedó ahí, claro. Seguí trabajando esa veta. Fruto de aquel esfuerzo fue un libro, Fábulas del lagarto verde, que aún no he logrado publicar. Consta de más de setenta imágenes y diecinueve historias muy breves, como ésta:
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De este germen bicéfalo surgiría más tarde mi primer libro de microrrelatos: No habría sido igual sin la lluvia. De modo que podría decirse que llegué al género desde la fotografía, más que desde la literatura. Todos los caminos, dicen, conducen a Roma.
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Desde entonces, he escrito indistintamente microrrelatos —ya sin el apoyo de la imagen— y novelas, las dos distancias narrativas en las que me encuentro más cómodo.
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Como narrador he bebido —y sigo bebiendo— de muchas fuentes literarias. De ellas destacaría dos libros que procuro tener siempre cerca porque, los abra por donde los abra, no dejan de deslumbrarme. Uno es Pedro Páramo, de Juan Rulfo, una novela que nos describe a todos. Me impresionan su resonancia, la demoledora pegada de su lenguaje, su valentía, su incondicional adhesión a lo humano, el terso equilibrio entre lo que se cuenta y lo que queda fuera de sus páginas —crucial, este último aspecto, para la escritura del microrrelato—. Mi otro libro de cabecera es Mientras agonizo, de William Faulkner. La primera vez que lo leí, hace ya muchos años, apenas entendí la trama. Lo que sí entendí es que, bien utilizadas, las palabras pueden causar conmoción. Visto en retrospectiva, creo que mi decisión de dedicarme a escribir le debe mucho a esa lectura.
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Aparte de Faulkner y Juan Rulfo, la lista de escritores que admiro es interminable. Dejando a un lado a los más obvios —Cervantes, Shakespeare, Dante—, están el Dostoyevski de Crimen y castigo, el Joyce de Retrato del artista adolescente, el Flaubert de Madame Bovary, el Doctorow de Ragtime, el Kundera de La broma, el T.S. Eliot de Prufrock, el Chejov de “La dama del perrito”, el Walser de El paseo, el Zweig de Carta de una desconocida, el Roth de Elegía, el Hrabal de Una soledad demasiado ruidosa, el Salinger de El guardián entre el centeno, el García Márquez de El amor en los tiempos del cólera… En cuanto al género que me ha traído a esta bitácora, he disfrutado mucho leyendo los microrrelatos de Luis Mateo Díez, Javier Tomeo, José María Merino, Juan Pedro Aparicio y Ana María Shua.
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Las listas, me parece a mí, son siempre injustas e incompletas, y esta no puede ser una excepción. Espero al menos que sirva para dar una idea de dónde vengo. Esas lecturas —y muchas otras—, asimiladas y bien diluidas en mi experiencia, aliñadas luego con la memoria, las palabras y, cómo no, la imaginación, han hecho de mí el escritor que soy hoy.
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Mañana, ya veremos.
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* Rubén Abella (Valladolid, 1967) es licenciado en Filología Inglesa, fotógrafo y escritor. Imparte clase en la Universidad Pontificia Comillas y en la Escuela de Escritores de Madrid. Ha publicado tres novelas: La sombra del escapista (2002), Premio Torrente Ballester, El libro del amor esquivo (2009) y Baruc en el río (2011). También es autor de dos libros de microrrelatos: No habría sido igual sin la lluvia (2007), con el que obtuvo el premio NH, y Los ojos de los peces (Menoscuarto, 2010).
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martes, 27 de marzo de 2012

Sobre `El libro de las horas contadas´, de José María Merino

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Las suertes del destino                             
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A lo largo de su trayectoria literaria, Merino se ha venido mostrando como un escritor inquieto e insatisfecho, enredado siempre entre los pliegues de la ficción y buscando nuevos resquicios para contar sus historias. El punto de partida de este nuevo libro, aparecido en el 2011 en la editorial Alfaguara, fue un relato, “El meteorito”, publicado en el 2009 como homenaje al profesor Ricardo Senabre. Pero cuando el autor quiso agruparlo junto con otros textos narrativos breves le pareció que había algo en el conjunto que no funcionaba del todo, que aquel primer relato precisaba otras compañías y sus personajes, un desarrollo algo mayor.
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El caso es que el citado cuento, con leves variantes, aparece iniciando este volumen. En él nos encontramos ya con los tres protagonistas principales de nuestra historia: el matrimonio formado por Pedro y Mónica, y su viejo amigo Fran; el mismo espacio físico, el viejo chalet del abuelo del protagonista; y el conflicto del que surgirá el resto de la trama. Así, mientras los personajes se hallan tomando el fresco, una estrella fugaz recorre el cielo, fenómeno que curiosamente solo detecta Pedro, llevándolo a recordar una historia ocurrida muchos años antes, en una situación similar, cuando veraneaban en la misma casa y observaron el paso de la estela rojiza que dejaba un meteorito. Ahora, cuando concluya agosto, Pedro va a ser operado de una grave enfermedad, de la que no se sabe si saldrá con vida, por lo que tienen una cierta sensación de despedida. Son estas circunstancias especiales las que llevan al protagonista a contar un extraño episodio que presenció en aquel verano de su juventud, cuando él era novio de Mónica, y creyó descubrir un hecho grave que silenció siempre y cuyo pormenorizado relato inquietará a sus interlocutores. Pero, de inmediato, en el capítulo 3, todo ello queda desmentido con lo que Mónica le espeta a su marido. ¿Qué ha pasado entonces? Pues que Merino nos ha situado ante uno de los malentendidos que todavía hoy planean sobre las relaciones entre la realidad y la ficción. De tal forma que entre los objetivos de esta narración, sin que sea el principal, se halla el mostrarnos por medio de un ejemplo concreto que “la literatura es Otra realidad” (p. 67), por lo que las figuraciones de Pedro no tienen por qué coincidir exactamente con las experiencias vividas con sus amigos. El caso es que tanto a Fran como a Mónica, al reconocerse en la ficción, y comprobar que los hechos no se muestran según sucedieron en la realidad, les cuesta aceptar este peculiar estatuto de lo imaginario; algo comprensible, por otra parte, dado el poco agradecido papel que les ha tocado representar en las imaginaciones del protagonista.  
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Igual que le ocurre a Pedro en nuestra obra, quien ante la inminencia de una grave operación, dado lo hipocondríaco y neurasténico que se reconoce, se dedica a la escritura para aliviar la espera, como una forma de consuelo, en la Novela de Andrés Choz (1976), primera narración extensa que publicó Merino, un hombre al que le habían pronosticado que podía morir dedica el tiempo que le queda de vida a escribir una novela. El marco general del relato se completa con diversas historias que afectan a los principales protagonistas, pues intervienen o están protagonizadas por sus familiares o allegados cercanos; sobre todo, por los avatares que protagoniza Noemí, la novia de Fran. De este marco, decíamos, dimanan numerosos textos breves en forma de cuentos o microrrelatos. Así, Pedro transcribe sus propios sueños, o pesadillas (“La otra casa”), o va escribiendo lo que se le ocurre, sean relatos realistas o fantásticos, dándoselos a leer a su mujer o comentándoselos a Fran, por lo que surge, a veces, un enfrentamiento entre ellos, sobre todo cuando en uno de los textos ambos aparecen como amantes. Esas narraciones intercaladas están pespunteadas por las disquisiciones de un narrador en tercera persona. Semejante sistema de composición, lo ha aclarado el mismo autor, no surgió como producto de un plan preconcebido, sino como resultado de la misma escritura y de las necesidades del conjunto de la narración, para lograr una estructura equilibrada y una cierta relación entre las distintas partes.
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Por estos relatos iremos conociendo distintos estados de ánimo del protagonista, aunque lo que más pueda llamarnos la atención sea su impresión de estar siendo despojado de su propio cuerpo (p. 19), o cómo en un momento dado, un fulgor de forma vagamente elipsoidal, un skrtquo, entra dentro de él (p. 28), inspirándole historias como la protagonizada por un gigantesco arácnido extraterrestre, de la especie zambuliana, desde el instante en que se imagina que aquel meteorito era una nave espacial. A través de estas narraciones Pedro muestra sus miedos, júbilos y melancolías  (pp. 30 y 31), aunque también sabemos, lo confiesa el extraterrestre, que compartimos con ellos el “gusto por la ficción, por los apólogos, los cuentos” (p. 50).   
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Por lo que respecta a los textos insertados, podría decirse que aparecen dos tipos de microrrelatos, compuestos todos ellos en un cuerpo de letra distinto: los que están insertados en la narración general (pp. 50-53), y los que se nos presentan como independientes. Estos últimos, a su vez, se dividen en dos clases: los que pueden leerse al margen del contexto general (“El del espejo” o “Una revelación”) y los que necesitan el conjunto para alcanzar su sentido pleno, como le ocurre, por ejemplo, a “Desvelo” (p. 75).  
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También debería llamar la atención de un lector atento la comodidad con la que Merino se mueve a través de diversos registros, como puedan ser la ciencia ficción, la narrativa de terror o fantástica. Lo que todos ellos tienen en común es una visión crítica de la realidad y un constante sentido del humor, lo que unas veces lleva a Merino al homenaje y otras a la parodia. De tal forma que bien alude, u homenajea las obras de Poe, Andersen, Monterroso y Asimov, o remeda algunas de las obsesiones y motivos de Gómez de la Serna (“Paraguada”); se burla del arte moderno (“El joven deconstructor” y “Arte sideral”); nos muestra lo bizantinas que pueden llegar a ser las discusiones en la Academia de la Lengua  (“Calaveras”); alerta a la Monarquía contra la amenaza de la República (“Nube”); o, por último, contribuye a la prolongación de la existencia de una palabra a punto de desaparecer, en “Divina acercanza”.
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Como suele ser frecuente en la obra de Merino, la narración incluye también una reflexión sobre la escritura y sus diversos componentes; en este caso supone un viaje teórico y práctico al taller del escritor. Hasta tal punto que se nos muestra cómo el narrador parte de la realidad para transformarla a su antojo (“extraños impulsos de la imaginación”, los denomina, p. 27), aun a riesgo de molestar a sus seres queridos, según ya hemos apuntado que ocurre con la historia inicial. O en el caso del capítulo 14, “El gato azul”, en el que tras el cuento se explica de qué modo surgió la idea. Como buen ejemplo de la forma en que aparecen imbricados textos y paratextos, recordemos que para entender el capítulo 22, es necesario relacionarlo con las dedicatorias de la p. 205. El libro, en suma, debe leerse como un conjunto; pero, si queremos calibrar la lectura en toda su complejidad, resulta imprescindible tener en cuenta el sentido de aquellas piezas individuales, y aquí son muchas, que pesan por sí mismas, sin necesidad del marco (valgan como ejemplo “La rabia de Vulcano” y “El canto del cuco”), perfectamente aislables.  
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El título del libro alude al tiempo de vida que Pedro cree que le resta; a la libre utilización del mismo, de las horas, que se hace en la narración; y, desde luego, en su sentido más obvio, a la cantidad de relatos distintos que lo componen, cuya estructura incluye, por ejemplo, “Una semana de ficción” y “Siete novelas al minuto” (la primera de ellas, titulada Las parejas imaginarias, se nos anuncia como la ganadora del I Premio Meteorito de Novela), que ocupan las partes 15 y 18 del conjunto.
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Podría afirmarse, además, que en El libro de las horas contadas muestra Merino, en síntesis, los impulsos de su imaginación, sus obsesiones narrativas, por medio de diversos géneros, estéticas,  procedimientos, motivos o personajes. Además, juega con el “espacio, sueño y tiempo”, según ocurre en el capítulo 8. No en vano, a lo largo de los diversos textos volvemos a encontrarnos no sólo con algunos de sus espacios habituales, como esas viejas casonas montañesas, o las pozas para bañarse; sino también con espejos, identidades cambiantes, el trastocamiento del tiempo o el pasado que vuelve, mundos paralelos, la interrelación entre sueño y realidad, el motivo del despierto y el dormido, el insomnio, la invisibilidad o los artrópodos. E incluso en “Caperucitas”, a la manera que suele ser habitual en el microrrelato, Merino reelabora un cuento tradicional. Creo, por tanto, que no estamos meramente ante una novela híbrida, al uso, porque si bien tiene todas sus trazas, la inserción de cuentos y microrrelatos en páginas independientes lo convierten en lo que podríamos llamar un ciclo de narrativa breve, que podría ser una mixtura, no necesariamente monstruosa, entre el cada vez más frecuente ciclo de cuentos y el todavía poco habitual ciclo de microrrelatos. En suma, este excelente libro consigue ser un afortunado experimento y otro posible camino para mostrarnos la realidad y las aventuras de la imaginación en toda su complejidad.
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* Esta reseña ha aparecido en la revista Turia, núms. 101-102, marzo-mayo del 2012. En la foto de Gemma Pellicer, Merino aparece con Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez, junto al monumento al poeta Heine.
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lunes, 26 de marzo de 2012

ROGELIO RAMOS SIGNES

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Ingredientes
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Hay trigo y cebada en La Biblia (Deuteronomio, capítulo 8, versículo7). Hay dátiles (Éxodo, capítulo 15, versículo 27). Hay cortezas de limón (Levítico, 23, 39). Hay pasas de uva y también de higos (Samuel, 30,11). Hay pistachos, como en cualquier desierto que se precie de tal (Génesis, 43,11). Hay moras (Amós, 7,14). Hay manzanas (Cantar de los cantares, 2,3). Hay almendras (Jeremías, 1,11). Hay comino para espolvorear (Isaías, 28,25). Hay miel (Proverbios, 27,7).
Si con todo esto no preparamos un exquisito budín, aunque sea metafórico, no habrá libro de cocina que nos ayude y, lo que es más triste, tendremos que cambiar de religión.
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De cuerpo presente
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Cuando en su modesta habitación murió aquel escritor desconocido, en medio de montañas de manuscritos ilegibles, nadie pudo decir a ciencia cierta de quién se trataba. Así fue durante todo el día, hasta que a la noche llegó un estudiante de Letras que vivía en el vecindario y pidió mirar la biblioteca. Sólo había tres libros: La biblia, Don Quijote de La Mancha y Las mil y una noches.
Para él, el enigma era fácil de resolver y se lo hizo saber al juez de paz con total convencimiento.
— No sé cómo se llamaba el escritor fallecido –le dijo-, pero estoy seguro de que era un microrrelatista.
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* Rogelio Ramos Signes (San Juan, Argentina, 1950) ha publicado novelas, cuentos, ensayos y poesía. Es autor, además, de un libro de microrrelatos, Todo dicho que camina (Universidad Nacional de Tucumán, 2009). El juego que propone es la reescritura de proverbios, a los que se ha despojado de su carácter metafórico para enfrentarlos con la realidad del absurdo.
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* El cuadro, "La gallina ciega", es del gran pintor argentino Antonio Berni.  ....
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