martes, 24 de marzo de 2009

La lógica Ibáñez

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¿Conocen ustedes la anécdota de Borges y las novelas? Después de escribir varios libros de cuentos (El Aleph, Ficciones), un periodista le preguntó al anciano escritor que por qué no intentaba el género de la novela. Y Borges, que nunca tuvo pelos en la lengua, contestó: "Porque son muy aburridas".
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Me parece una excelente respuesta. Las novelas, en efecto, son muy aburridas. Y no es ese, probablemente, el peor de sus defectos. Me atrevería a decir que las novelas son a la literatura lo que un vertedero de basura al paisaje de las ciudades. En otras palabras, que las novelas no son en realidad literatura porque no son, en realidad, nada. No son un género literario. No son un relato y mucho menos poesía. No son «el resultado del desarrollo meditado de una historia». En el 99,99 por ciento de los casos no son más que chorradas. Y chorradas llenas de clichés, además. Novela: la máxima extensión que puede alcanzar una obra literaria de calidad pésima.
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Sé que a estas alturas, mis afirmaciones ya estarán produciendo verdaderas oleadas de indignación, y que incluso mis lectores más fieles y acérrimos (imaginemos, por un momento, que tales seres existen) estarán furiosos y con las mejillas rojas.
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Ahora viene la parte aburrida de mi entrada, esa en la que uno se ve obligado a matizar sus observaciones y adelantarse a las críticas más obvias demostrando que ya ha sopesado todos los argumentos y que ya conoce esos datos que van a esgrimir sus detractores. Me hablarán de Cervantes y de El Quijote. Pero El Quijote no es más que el delirio de un expresidiario. Es como El anillo, de Wagner, el delirio de un antisemita. Eso se puede hacer una vez y cuela, pero sólo una vez. Me hablarán de las novelas de Kafka o de Proust, de Cortázar o de Javier Marías o Luis Mateo Díez, del dignísimo inicio del género con el Lazarillo. Honorables inicios, sí señor. Honrosas excepciones.
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Enorme ingenio. Hace unos años un escritor al que no dudaría en calificar de brillante, e incluso deslumbrante muchas veces, José María Guelbenzu, dedicó su ingenio al género de la novela. Guelbenzu comenta novelas en el diario El País. E incluso, a veces, había alguna genial. Por ejemplo, espero recordar y citar correctamente: El mundo en la era de Varik.
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Era brillante. Pero era demasiado prolija y acaba con la paciencia del lector más avezado. Un mamotreto no es un relato. Un verso brillante no es un poema, ni una frase brillante es un relato. Lo importante no es crear un ladrillo perfecto, sino construir una casa donde se pueda vivir.
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El mito de la novela se basa en una serie de creencias muy de nuestra época. Primero, una cierta exaltación de lo largo, de lo profundo, de lo complejo, de lo eterno, de la obra de arte que requiere tiempo y esfuerzo y que se dirigiere lentamente, como si de una comida pantagruélica se tratara. Segundo, la absurda noción de que ya no tenemos capacidad para escribir poesía (afirmación que se contradice con los innumerables poetas que surgen como setas). Tercero, la idea de que la novela es un género que puede practicarlo todo el mundo y es ajeno, por tanto, al elitismo propio de la literatura convencional.
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Género de diletantes. Esta última idea tiene una gran dosis de verdad, porque quitando los ejemplos obvios que todos tenemos en la cabeza y que sin duda se esgrimirán en mi contra, es evidente que la novela es un género propio de diletantes. ¿Tengo que dar ejemplos? He leído novelas de buenos escritores y otras de escritores desconocidos: a mí, me resulta imposible notar la diferencia. De hecho, no hay ninguna diferencia entre las novelas de Ruiz Zafón o las mías y las de Chirbes y Vila-Matas, como no la habría entre una escala de do mayor tocada en el piano por un estudiante de piano, Volodos y Lang Lang o, por poner otro ejemplo, entre un triángulo dibujado con un bolígrafo azul por usted, Joseph Beuys o Miquel Barceló.
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Las novelas suelen estar llenas de clichés, solecismos y sorpresas tontas (por ejemplo, el que habla está muerto). Corrijan los solecismos, eviten los clichés y aprendan de verdad a narrar sin sorpresas tontas. Eso es lo importante, no si el texto es breve o largo.
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* El artículo que el sábado pasado le dedicó el escritor Andrés Ibáñez al microrrelato, en el suplemento cultural de ABC, parece haber cabreado a numerosos lectores. Pero aplicándole un espejo puede producir la anterior sombra. Si uno fuera un posmoderno fervoroso, ¡qué más quisiera!, con afición a nombrarlo todo de manera sexy, podríamos llamarlo el efecto, la lógica Ibáñez. En fin, lo más sano es no soltar la presa, por ahora.
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25 comentarios:

  1. No voy a ayudar en nada a este debate, si digo que en casa tengo una novela, de unas 300 páginas aproximadamente (hablo de memoria), de la cual sólo me gusta una página. Suelo coger ese libro de la estantería y me voy a la página en cuestión, que ya tengo doblada por un extremo, y la releo para recrearme en la secuencia que describe (a mi juicio) magistralmente.

    Es como si, de una relación sentimental dilatada sólo quisiera recordar una noche perfecta. Y creo que de noches perfectas (o de pasajes mínimamente interesantes) están llenas muchas novelas, algunas de las cuales, en conjunto, acaban dejándome incluso un sabor amargo, como de haber perdido el tiempo miserablemente.

    Mi caso no será muy representativo, pero incluso en esas novelas que no cubren mis expectativas suelo marcar las páginas que me gustan, y vuelvo a leerlas una y otra vez. No para cambiar mi opinión sobre el autor o el argumento, sino sólo para pasar un buen rato.

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  2. Qué pesado se me hace este enfrentamiento entre géneros (no lo digo por tu entrada, Fernando, sino por la pólvora encendida por Andrés Ibáñez). Que cada cual escriba lo que le venga en gana, microrrelatos, cuentos, novelas, novelones o lo que tercie, y que cada cual lea lo que le apetezca. ¿Qué sentido, más allá del propio lucimiento, tiene llevar a las tribunas de los periódicos estos asuntos de charleta de café?

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  3. Ladran, luego cabalgamos (como quien dice).

    Yo estoy con JC. El de Ibañez parece un artículo para apropiarse de furibundos lectores, con un alejadísimo fondo de verdad y mucho de impostura chulesca. ¿Habrá en "El perfume del cardamomo" algún microrrelato? Sería bastante gracioso.

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    Por cierto, Fernando, ¿te mandaron los de Tropo "La soledad de los ventrílocuos"? Creo que estabas en la lista de críticos. Espero que llegara.

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  4. En una cosa parece que podemos ponernos de acuerdo: lo importante no es si el texto es breve o largo. Quizás también que el 99,9 %de lo que escribimos son chorradas, pero hay que trabjar por ese 0,1 % que nos queda de margen.

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  5. Ayer pensé en preguntarte "Fernando, ¿has leído lo de Andrés Ib...?", pero no me has dejado acabar.

    No me tengo por militante del cuento, ni del microrrelato, ni de la poesía, ni de la novela (que disfruto como lector y que padeceré como parturienta en cuanto pueda). Lo único que me interesa es el hecho literario, esa fisura por la que de repente la vida se asoma entre líneas, algo que he notado en poemas, en microrrelatos, cuentos y novelas.

    Me he aburrido, me he irritado y me he descojonado (sin perdón) de toda clase de esperpentos pseudoliterarios, en forma de poemas zafios, cuentos mecanicistas, microrrelatos ridículos y novelas rozagantes.

    A mí el artículo de Ibáñez no me cabreó, la verdad es que me pareció una soberana memez, una flatulencia de quien tiene que cumplir con la columna, de quien sabe que no le recetarán antigases por su columna, porque le dan carta blanca, pero en fin, eso, aire.

    Ibáñez, por cierto, de quien leí entretenido sus cuentos chinos para Impedimenta, fue quien dijo una vez en el programa del ínclito Dragó que El Quijote era un muermo.

    La cuestión es hablar, parece. Aunque no se diga nada.

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  6. Buena respuesta, Fernando, a una provocación indigna de un suplemento literario serio como es el "ABCD". ¿Por qué tienen algunos carta blanca para escribir semejantes sandeces? ¿Si quien ha escrito ese texto deleznable no tuviera un nombre conocido, podría acaso publicarlo? Según este señor, Aub, un memo, Merino, otro, Jiménez Lozano, otro más,y así... ¡Absurdo, completamente absurdo!
    En fin, pelillos a la mar.
    Un abrazo, Javier.

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  7. Puestos a polemizar, ¿por qué no dejar que cada cual cree lo que le de la gana?.
    Lo importante es la creación, sea en el género que sea.
    Pienso que cuando ésta se da, el escrito cobra vida. Y eso se nota, como a los copiadores, en la mayoria se ve el vacio en lo escrito.

    Saludos.

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  8. Reivindicaciones

    Y cuando despertó, Ibáñez aún estaba allí, aplastado por la pata de un dinosaurio que, aterrorizado, huía del capitán Ahab.

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  9. Muy ingenioso por tu parte, Fernando. A mí, el artículo de Ibañez, ni fu ni fa. Opino que no vale la pena polemizar, el artículo carece de profundidad. Me inclino a pensar que es algo que ha escrito por escribir y bueno, ya que me lo publican en el ABCD. Considero complicado sostener las afirmaciones que el Sr. Ibañez ha vertido.
    Por otra parte cada vez me aburren más los teóricos que pretenden sentar bases de cómo se escribe una novela o cómo se escribe un relato o cómo se escribe un poema... Creo que la postura de éstos se sitúa más cerca del desatino que de la reflexión. Que cada cual haga, lea o escriba lo que le venga en gana, lo único que debe hacer el lector es atender a la calidad de sus lecturas.

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  10. Me enteré de la polémica en el blog de Antonio Serrano y he llegado hasta aquí (en realidad, había venido antes, pero hasta ahora no me había decidido a comentar). Muy buena réplica. Por otra parte, la polémica me parece absurda (me refiero al planteamiento de Ibáñez), como ya comenté en el blog de Antonio, por esa manía de contraponer el relato breve a la novela, como si fueran excluyentes.
    Saludos de un cultivador esporádico del género breve.

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  11. Ibáñez ha conseguido lo que quería: revuelo en torno a su artículo. Es llamativo que por cada voz que se alza defendiendo el microrrelato como apuesta literaria, se alza otra contraria dispuesta a machacarlo. Como otros lectores que me han precedido, yo también tengo novelas en mi biblioteca sobrevaloradas o que son, sencillamente, un tostón insufrible. La calidad literaria sólo la marca un parámetro, que no atiende ni a modas, ni a intereses crematístico, ni a opiniones de la crítica: el tiempo. Leer hoy lo que otros escribieron hace cien, quinientos, dos mil años, esa es la prueba irrefutable.

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  12. Está claro que contraponer narraciones cortas a novela es, para empezar, un falso dilema. Existen novelas magistrales y novelas impresentables, como existen microrrelatos poderosos y también auténticos camelos. Camelo me parece también el artículo de Ibañez, de cuyas palabras se deduce que tal vez nunca haya leído "Desgracia" de Coetzee o "Expiación" de McEwan, por poner un par de ejemplos, o que, de haberlo hecho, quizá haya preferido el esplendor y el aroma de una única página seleccionada al azar. Creo que lo de Ibañez no pasa de una provocación facilona, que esperemos no crea en serio.

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  13. Sí, Matías, me llegó tu libro. Lo leeré con detenimiento. Muchas gracias.

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  14. Alguien dijo: "No hay que leer palabras.Hay que leer ideas". Y yo digo que para expresar ideas los hay que necesitan 300 paginas llenas de palabras mientras que a otros con pocas palabras les basta...
    Bueno, buenísimo ese espejo D. Fernando.

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  15. La verdad es que la mayoría de novelas se quedan en nada, pero igual pasa con todo.

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  16. Bueno, este tipo de subdebates alimentan estupendamente el mito de que los suplementos literarios masivos macroagonizan, no por la amenaza cierta de los emergentes blogs, sino porque ahora, parece, microensayo sobre lo grande y lo pequeño lo puede escribir y lanzar al mundo cualquiera con una rotativa disponible en el bar de su amigo de patio. A veces (sólo a veces), da una triste sensación de pataleta, de señor emborronando folios con pequeños esbozos de cuatro líneas que pretendían ser obras redondas (música de las esferas o del mundo, oh, títulos cardamomescos y perfumadísimos), para luego tirarlos impotente a la papelera después del enésimo intento de participar en ese concurso que únicamente pedía el miserable esfuerzo de cien palabras y la promesa de la autoría original de la obra. Bah, se le oye mascullar, entre hipidos y sollozos, bah, sólo cien palabras, eso lo gasto yo contra el árbitro del Atleti en el primer minuto de juego del próximo sábado. Y sigue con su hipnosis de bah y enciende el ordenador y busca dianas donde sólo hay letras, y toda la letra se le hace amenaza, y él que quería ser artista, pero ¡ay! las sombras chinescas, ¡ay! Y eso, y bah, decimos los demás (más o menos breves, más o menos leídos), tanto esfuerzo, tanto sudor, ¡una columna abecedaria! para derribar algo tan pequeño, tan estúpidamente borgiano... Hay veces en que a uno le apetecería defecar muy eufemísticamente bajo la sombra del pájaro lila.
    (........ pocas palabras bastan)

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  17. A la pregunta de M: "¿Habrá en "El perfume del cardamomo" algún microrrelato?", responderle que sí, hay varios. Uno de ellos de 6 líneas de extensión.

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  18. Ante el maniqueísmo:

    Ay, a mí lo que me gusta es la novela corta.

    Un saludo

    Nicolás Melini

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  19. Por cierto, Fernando, extraordinaria réplica, sí, coincido con Quiñones y Cervera. Queda desmontado en su simpleza cualquier artilugio de seudocrítica con espejos tan contundentes como el que has propuest. Parece mentira que ABC permita semejante tropelía iletrada, primitiva y zafia en su, a menudo, estupendo suplemento cultural. ¡Si es que te buscan, te buscan, y al final te encuentran...! Gracias por alentar nuestros rugidos.

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  20. La verdad es que el artículo en cuestión se descalifica por sí solo. Rezuma soberbia e ignorancia a partes iguales. ¿Cómo se puede crucificar un género literario de manera universal? Lea más, señor Ibáñez, y escriba menos sobre lo que no conoce. Qué triste.

    PD: ¿Por qué asusta a algunos escritores y críticos el microrrelato?

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  21. Me encanta la foto de Andrés Ibáñez. Me encanta Muchachada Nui y "las aventuras del joven Rappel". Me encanta la microficción. Y la novela.
    Adolfo Salazar

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  22. El sábado por la mañana me sacaron de la cama para mostrarme el artículo del señor Ibáñez. A medida que lo leía se me iba poniendo la cara roja, quizá por vergüenza ajena al ver que una persona que no tiene ni idea sobre el género que comenta, exponga tan inpunemente sus opiniones. Pensé en escribir una carta al director, pero veo que otra vez Fernando se me adelanta en tiempo y forma.
    Gracias Fernando.
    Nuestro honor queda a salvo.

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  23. Ahivá... Se ha cargao a Borges, Arreola, Cereijo, Monterroso, Shua, Jaramillo Levi, Fernández Molina, Brasca, Cortázar o Bergamín (por decir algunos monstruos) en un pispás. No creo, sin embargo, que sea un agravio adrede, sino desconocimiento de muchos de estos autores. Me recuerda a los que ven un cuadro de Tápies y dicen que eso lo hace su hijo de siete años. El microrrelato es tan exigente (el malo no existe: es un gag o un spot), que para cerrar uno de calidad, es preciso conocer toda la tradición literaria y olvidarla en cinco líneas. Enhorabuena por su blog, F.Valls. Saludos.

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  24. buah, cómo he disfrutado con esta entrada, su enlace y los comentarios. Por un momento regresé a los siete, a la pared trasera del patio de mi casa y a ver, por el hueco del muro, cómo se medían las pichinas los niños (a mí me gustaba el niño que la tenía más corta).

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