lunes, 31 de marzo de 2008

La isla de Chelo. Un documental sobre los maquis, la guerrilla antifranquista

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Entre las muestras prácticas, reales, de lo que podría suponer la recuperación de la llamada memoria histórica, el documental de Odette Martínez Maler, Laetitia Puertas e Ismaël Cobo, titulada La isla de Chelo, es un ejemplo modélico. Todavía inacabado, he podido ver sin embargo una primera versión en el Congreso dedicado al tema, celebrado recientemente en la Universidad de Grenoble. En cincuenta minutos se recoge el testimonio de la guerrillera Consuelo Rodríguez López, conocida como Chelo.
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¿Quién fue esta mujer? Nació en 1919 en Soulecín, en la comarca de El Barco de Valdeorras (Orense), en una familia acomodada, compuesta por siete hermanos, en la que el padre había hecho una cierta fortuna en Cuba. Al comenzar la guerra civil, Consuelo tenía 17 años. Pero quizás esta historia, en realidad, empezara en octubre de 1937, cuando su hermano Rogelio regresa a la casa familiar, tras la caída de Asturias, con la intención de esconderse, ya que había sido llamado a filas por el ejército sublevado, pero se pasaría al bando republicano. Por su parte, Sebastián, otro de los hermanos, también obligado a unirse al ejército franquista, tras regresar herido del frente del Ebro en 1938, se ocultaría en su casa. Así, cuando la guardia civil fue a buscarlo, en 1939, se produce un tiroteo en el que muere un guardia y otro resulta herido, hecho por el que ambos hermanos deciden huir al monte, uniéndose a la guerrilla.

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El día en que Chelo cumplía 20 años, en 1939, se presentó en el pueblo un contingente de legionarios que torturó y mató finalmente a sus padres, ante los vecinos, para que sirviera de escarmiento general. Así, sus otros dos hermanos, Alfonso (gemelo de Chelo) y Domingo, pero también Consuelo y su hermana Antonia, terminarían por unirse a los maquis. Ellas actuaban como enlace de la Federación de Guerrillas de León y Galicia, fundada en 1942, actividad por la que fueron detenidas en varias ocasiones, permaneciendo presas en las cárceles de Valdeorras, Ponferrada y León. No debe olvidarse que el cuarenta por ciento de los maquis, aproximadamente, eran mujeres, quienes solían actuar en labores imprescindibles de intendencia, abastecimiento y propaganda.

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En julio de 1946 murió el comunista Arcadio Ríos, compañero sentimental de Chelo; su amor, como ella lo llama. “El tiro que acabó con su vida, también me mató a mí”, recuerda, hasta el punto de que, para no quitarse la vida, tuvieron que despojarla de la pistola que solía llevar. Su casa gallega, conocida como La Fortaleza, siempre estuvo abierta a los maquis. Chelo permaneció tres años en la clandestinidad, hasta que en 1949, fecha en que ya habían muerto sus cuatro hermanos guerrilleros, consiguió atravesar la frontera. Al llegar a Francia pensó que gozaría de libertad, pero no pudo evitar pensar que para qué la quería, con todo lo que había dejado atrás... Primero trabajó cuidando huertos y en el servicio doméstico, hasta que se trasladó a París, donde fue rehaciendo su vida. Se casó en 1953 con el guerrillero asturiano Marino Montes y en 1971 se instaló en la isla de Ré, cercana a La Rochelle, donde ha residido hasta hoy con sus hijos. En la actualidad cuenta con 88 años.
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Estos sólo son los datos fríos, ¿objetivos?, de una vida; pero lo que me resulta impresionante es el testimonio de esta mujer, su presencia, la forma en que toma la palabra en la película. Y quizá de aquí parta la pregunta que se hicieron los autores del documental: ¿cómo se pone en escena un testimonio sobre la guerrilla antifranquista? A la vista del resultado, con sobriedad y discreción, para que pese la misma palabra, la historia, el relato, y se imponga la imagen de la protagonista del testimonio, pero también sus silencios, las canciones que entona, el espacio en el que transcurrieron aquellos años, el pueblo, El Barco de Valdeorras, el monte, los lobos; la verdad, en suma, de una existencia valiente y trágica.
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Chelo defiende con firmeza sus acciones, su lucha, puesto que pelearon y mataron (en ningún momento lo esconde) por la libertad; pero también su amor por Arcadio, en un ambiente en que tan mal visto estaba mostrar los sentimientos. En el documental cuenta cómo se fija en él y lo elige, por su buen porte, por su valentía, y nos cuenta, con discreción, con las mínimas palabras posibles, sus noches de amor en un chozo del monte. De la misma forma que reivindica el llevar pistola, le enseñó a utilizarla Arcadio, para poder usarla en su defensa, para defenderse y no morir como perros, según recuerda que mataron a sus padres.
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El deseo de Chelo es que su testimonio permanezca y sirva para que quede en la memoria, para que no se olvide que aquellos maquis lucharon por una sociedad más justa, libre y democrática, por defender su dignidad, y que no fueron ni bandoleros, ni ladrones, ni forajidos, ni mucho menos aún, putas, como las denominaba la propaganda franquista, sino guerrilleros.
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Chelo es una de esas voces dormidas a las que se refiere Dulce Chacón en su novela, que ahora, al disponer de una interlocutora válida, alguien que le merezca confianza, según afirma en la película (Odette Martínez Maler es hija de Francisco Martínez López, Quico, y en la actualidad trabaja en la Biblioteca de Documentación Internacional Contemporánea, BDIC, de Nanterre); toma la palabra para contar su historia, explicando y reivindicando su actuación y la de sus compañeros. No menos imprescindible resulta reivindicar su memoria, como se hizo en el Congreso de los Diputados, el 17 de mayo del 2001, y en el 2007, la Xunta de Galicia.
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domingo, 30 de marzo de 2008

Las más bellas bibliotecas, 4

Boquitas pintadas, 9

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"Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia".
ARTHUR C. CLARKE
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"Erdogan [primer ministro de Turquía] exige la integración, es decir, la nacionalidad alemana, con los derechos sociales y políticos del resto de los alemanes, pero denuncia `la asimilación como un crimen contra la humanidad´. El mayor crimen que se puede cometer contra la población turca en Europa es tratar de asimilarla, despojándola de su lengua, religión y cultura. Con los mismos derechos que los demás -integración- el turco ha de permanecer consciente de su identidad nacional y religiosa en una Europa multicultural, sabiendo que Turquía es, y ha de seguir siendo, su punto de referencia".
IGNACIO SOTELO
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"Me preocupa que se haya perdido el interés por la invención de personajes. Muchos piensan que el personaje, como motor narrativo, ha muerto. Pero si quieres investigar la naturaleza humana, ¿cómo lo vas a hacer?".
IAN McEWAN
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"Fueron las organizaciones fascistas las que permitieron, por ejemplo, que la mujer participara en política. Cuando se acercó [el Duce] a los nazis fue el desastre, pero a veces un régimen autoritario permite a los desarraigados acceder a la política y luchar contra sus carencias".
GIANNI VATTIMO
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"Fui alumno y amigo de Althusser y sentía mucho afecto por él. Creo que su principal mérito fue intentar explorar lo que resultó ser un punto muerto, tomarse totalmente en serio la idea de que el marxismo era una ciencia y que a partir de él se podía elaborar una filosofía. Althusser lo intentó, con el talento que todos sabemos que tenía, y no lo consiguió. Resulta trágico pensar que se ha estado trabajando cincuenta años para llegar prácticamente a nada. En Althusser confluía además otra dimensión, que era su enfermedad (...), sufría un trastorno maniaco-depresivo...".
ANDRÉ COMPTE-SPONVILLE
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"Los juicios de la crítica son irrelevantes: menos del ocho por ciento de los espectadores se orientan por las críticas profesionales".
ROMÁN GUBERN
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"Jesús era un gran hombre de teatro, de increíble verbo y gran sentido de la organización de las historias que contaba: planteaba espacialmente sus discursos utilizando los declives del terreno, de manera que hablaba sin forzar mucho la voz a cinco o diez mil personas. ¡Qué sentido del escenario!". -
DARIO FO


* Foto de Peter Lindberg, "Tatiana Patitz", 1990.

viernes, 28 de marzo de 2008

Fernando Arrabal: A propósito de `Solo de trompeta´, de Antonio Fernández Molina

Solo de trompeta celebra la ceremonia del desplazamiento presidida por la locura.

Este libro surge en la literatura de aquí y de hoy como un puñetazo. Con recogimiento lo leo y lo releo.

Miguel, el enano, da una mano a Alicia y la otra a K., y con ellos y con otros fantasmas familiares, al corro, danza la figura y las figuras infernales e infantiles.

Y entonces el autor nos deja la leyenda de leyendas, disculpándose por la inocencia de sus propósitos.

Icemos la bandera de la paloma y del hidroavión; han entrado de rondón en el baluarte la confusión, el pánico, la memoria, con su trompeta y su solo de trompeta.

Desde lo real a lo imaginario Miguel y Aquilino (y Jano) saltan entre las tumbas transmitiendo la iniciación y la lagartija.

El enano, con el epidídimo cargado, injerta la cultura y el juego a palo seco. Sí.

Aquellos que desde mil novecientos treinta y tantos sólo habéis leído Mrs. Caldwell y alguna otra cosa más, volved a la novela de estas tierras. Ha sonado vuestro día: Antonio Molina acaba de escribir un libro fascinante, húmedo, competente, que marca una fecha: Solo de trompeta.

En la oscuridad siento correr entre mis piernas una babosa. Adivino que es blanca y que se llama "permanencia".

* Este texto apareció en los Papeles de Son Armadans, CXXV, agosto de 1966
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* El retrato de Antonio F. Molina es obra de Josefa Echevarría, su mujer.

jueves, 27 de marzo de 2008

Carta inédita de María Zambrano a Antonio Fernández Molina



La Piece, 12 de diciembre de 1969
Crozet-par-Gex. Ain
France

Señor Don Antonio Molina
Mi distinguido amigo:
Mucho le he agradecido el envío de su libro Solo de trompeta y la dedicatoria. Lo he leído en seguida, lo que es más bien raro en mí, por diversas razones. El "infierno" en que con tanta maestría introduce su libro desde la primera página, me es conocido, aunque desde otro punto de vista, más en verdad que esto mismo no se sabe bien. Es muy lúcido su libro que es lo que inevitablemente ha de ser una visita de tal naturaleza. El orden y la claridad, la impavidez desde luego, son imprescindibles para seguir ese viaje hacia el caos, si es que caos es el lugar donde cae Miguelín, el enano demente. Y se lamenta casi la intervención que irrumpe, ¿una última imposición de la sociedad? ¿Por qué no dejarlo descansar al fin, en ese lecho que sugiere su analogía con el estado prenatal? Por eso el final, esa irrupción, esa interrupción, es un grande acierto. La atonalidad se hace sentir en todo momento, y su condenación desde el momento en que mira fascinado la botella. A todos nos ha pasado quedar prendidos de ciertos objetos, mas -es otro acierto grande- hay algo distinto en ese quedarse ahí, en esa mirada. Se siente la condenación sobre todo en que no preside su imaginación ninguna idea salvadora; una habría bastado. Y ninguna de las presencias femeninas que lo rodean está dotada tampoco de ese poder en forma decisiva. Sin duda que es lo más bello, esa teoría de mujeres, figuras de la piedad casi todas. Y qué malamente quedan las que no están tocadas de piedad -no digo de compasión- como la señora enseñante. Y se ve desde el principio que es un pintor. Y le felicito por la elegancia de no haber parafraseado o dado simplemente la historia de Toulouse-Lautrec, porque puede ser muy bien el mismo, mas sin genialidad. Y ese es otro acierto: no haberlo hecho genial, ya que la genialidad no salva al visitado por ella. Salva una obra en un exceso de generosidad, eso sí, que puede formar parte de la santidad, que es lo solo que salva de la demencia, de la enanez. Mas todo devorado por una vocación se siente enano al lado o bajo la obra, y roza, por lo menos, la demencia. Así que yo veo en su Miguelín algo así como la materia y el estado subyacente inicial del llamado a crear, que venturosamente algunos sobrepasan, sin caer en el otro abismo, en el de la satisfacción propia, en el de la tonta vanidad.
Como ve, me he puesto a hablar con Ud., prueba fehaciente de lo mucho que su libro me ha interesado. Qué prosiga Ud. Y de desearle algo sería que pase al campo abierto donde tales tormentos y riesgos tienen lugar sin estigma físico alguno. Pues que no digo, "ah, todo eso es porque se quedó enano". No, a Miguelín le pasa como enano, a otros aun en la pura belleza física y moral les ha pasado. Este año 70 será el centenario de Hörderlin... ¿Quién se acordará de él en España? ¿Quién se acordó de él aun viviente? ¡Si a un semidios puede pasarle! Y en ese coro se dice: "... era un semidios, ¿cómo no le iba a pasar?". Y el enigma se perpetua.
Reciba Ud. un muy cordial y amistoso saludo de
María Zambrano

* Antonio Fernández Molina publicó su novela Solo de trompeta en 1965 en la editorial Alfaguara, entonces comandada por Camilo José Cela. Aparecía firmada por Antonio Molina.

Rafael Azcona: el último retoque

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"Mi muerte no será mía. Será de la familia, a la que le dejaré el muy considerable engorro de un cadáver", le comentaba Rafael Azcona a la periodista Nuria Navarro. Hoy dicen los periódicos que ha muerto Azcona, y que era el guionista más importante de la historia del cine español. Y debió serlo, sin duda, puesto que trabajó en algunas de las mejores películas de directores tan significativos como Marco Ferreri (El pisito y El cochecito, en las que aparecía fugazmente), Luis García Berlanga (Plácido, El verdugo y La escopeta nacional), Carlos Saura (La prima Angélica y ¡Ay, Carmela!), José Luis Cuerda (El bosque animado y La lengua de las mariposas) y Fernando Trueba (Belle Époque), por sólo citar una muestra mínima de su ingente producción.
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Hasta hace muy poco, menos de una década, apenas sabíamos nada de Azcona, ni siquiera circulaban fotos suyas recientes. Pero le acabó ocurriendo lo mismo que a Pepín Bello, y parece que en esta ocasión el responsable fue Juan Cruz, quien consiguió sacarlo de su alejamiento de la vida pública, de los medios de comunicación, cuando ya disfrutaba de una cierta leyenda de invisible. Sí ha logrado Azcona, en cambio, ser enterrado con discreción, quizás espantado ante el espectáculo en que el diario El País convirtió la muerte del poeta Ángel González.
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Él mismo ha contado que llegó a Madrid en 1951, con la intención de ganarse la vida y convertirse en escritor. Era entonces una ciudad de cafés, tertulias, pensiones, funcionarios, militares y sacerdotes disfrazados de curas, un Madrid gris y pobretón, plagado de pícaros, que intentaban sobrevivir como podían. Dicen los conocedores de su obra que estos años fueron el semillero de sus historias, pero también debieron influirle sus autores predilectos, Baroja y Valle-Inclán, para poder contar cómo eran los españoles. Nunca he olvidado que le gustaba decir que "el hombre es un animal sin alas; algunos remontan el vuelo, pero caen rápido".
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Pronto debió darse cuenta de que ni podría sobrevivir, ni estaba especialmente dotado para la prosa narrativa. Lo suyo eran, más bien, textos como los que, entre 1952 y 1958, publicaba en la La Codorniz, revista a la que llegó de la mano de Mingote, y donde creó el personaje del repelente niño Vicente. Pero de su primera novela, El pisito (1957), surgió la película de Marco Ferreri y su definitiva dedicación al cine. Como escritor, de haber perseverado, hubiera formado parte de la generación del cincuenta, junto a Ignacio Aldecoa, con quien compartió veraneos en la entonces idílica Ibiza, Ana María Matute, Jesús Fernández Santos o Carmen Martín Gaite.
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Tanto su obra literaria, reeditada en estos últimos años con retoques del autor, como sus giones, forman parte de lo viene llamándose la tragicomedia de la vida española, que tan bien ha estudiado Juan Antonio Ríos Carratalá. Pero Azcona adobó la existencia de sus antihéroes con las necesarias dosis de humor, ironía, ternura y piedad, para que pudieran sobrevivir con una cierta dignidad.
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No hay más que recordar algunas de las entrevistas que concedió para darse cuenta de que siempre intentaba quitarle importancia a su trabajo, quizá porque prefería pensar que el guión desaparece en el conjunto de la película; o como decía Ennio Flaiano, que el guionista existe porque los directores y los productores de cine no siempre tienen tiempo para ocuparse ellos del guión; o recordar aquel clásico dicho de Hollywood: "Había una actriz tan tonta que se acostaba con el guionista".
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Me gustaría creer, en fin, que esto no es una necrológica, sino sólo el cariñoso recuerdo de un espectador, de un simple aficionado al cine que disfrutó con sus películas. Valgan, por tanto, estas líneas, como un modesto tributo de respeto y admiración, de quien ha pasado tan buenos ratos con sus diálogos, en compañía de los personajes que se inventó, de esa fórmula (me consta que lo digo de una manera inapropiada) que antes se llamaba el toque Azcona. Así, mientras llega a las pantallas la nueva película de José Luis Cuerda, con guión de Azcona, basada en Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, no me resisto a repetir aquí la afortunada definición de David Trueba, quien lo ha llamado "nuestro Balzac de la tragedia grotesca".

martes, 25 de marzo de 2008

El Almanaque 2007 de la revista Ínsula

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La revista Ínsula (Arantxa Gómez Sancho es en la actualidad la editora, llevando a cabo su labor con acierto) ha publicado en marzo su Almanaque 2007, coordinado por Luis García Jambrina, e ilustrado por José Manuel Broto, en el que se hace un balance de la literatura del pasado año, en todos los géneros y lenguas de España. El coordinador es, asimismo, autor del trabajo sobre la poesía en castellano; Virtudes Serrano y Mariano de Paco se ocupan del teatro; Vicente Luis Mora del ensayo, aunque su caprichoso balance desmerece del conjunto, y Francisca Noguerol presenta la literatura iberoamericana vista desde España. Por su parte, Alex Broch y Dolores Vilavedra tratan la literatura catalana y gallega, respectivamente; mientras que Ibon Egaña, Jon Jortazar e Iratxe Retolaza comentan la ficción vasca. Yo mismo me he ocupado de la narrativa en castellano. De algunos de estos balances, sintetizados, dimos un anticipo en este blog.
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Todos los autores son profesores universitarios, historiadores de la literatura o críticos literarios, o las tres cosas a la vez, e incluso algunos han cultivado también la literatura de creación. A diferencia de los balances que suelen aparecer en la prensa durante los últimos días del año, al disponer de más espacio, aquí los comentarios aparecen más matizados y las valoraciones seguramente más ajustadas, aunque siempre seguirá siendo una primera evaluación, sin duda, provisional. No obstante, les será útil a los lectores, tanto para confrontar ideas como para animarlos a que se acerquen a alguno de los libros recomendados.

lunes, 24 de marzo de 2008

ORLANDO ROMANO

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"No envejece el amor"

La abuela se había casado y enviudado en siete oportunidades. Enterró a su último esposo a los noventa años y vivió hasta los ciento quince.
“El buen sueño es hermano de la supervivencia”, comentaba la familia: ella se encerraba en su dormitorio a las diez de la noche, y aparecía, siempre radiante, bien entrado el mediodía.
Por su diario íntimo se supo que a lo largo de aquellos últimos veinticinco años, por las noches, se consagraba al ardiente recuerdo de los finados, a veces de dos o más al mismo tiempo.
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"Locura de amor"
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Una mujer chiflada, desde niña, decía tener un secreto que no podía compartir con nadie; de hacerlo, según ella, moriría.
Avisado de esto, e intrigado, Harald Sigurdarson, rey de Noruega, le ordenó revelar el secreto:
La mujer, que era muy hermosa, habló. El monarca rió a carcajadas: (ella lo amaba); tanto misterio le pareció una estupidez.
─Vuelve a tu hogar, mujer. Te liberé de una pesada, larga e inútil carga.
Durante la noche, y sin que nadie la viese, la mujer entró a los aposentos de Harald Sigurdarson.
─¿Vienes a honrarme, mujer? ─le hizo un espacio en su lecho.
─A honrarle, mi señor, y a despedirme. Estoy muerta.

"Prohibición final"

Los Borruetz, pueblo bárbaro que llegó a dominar un extenso territorio del Asia Menor, veían en la belleza su peor enemigo, lo más propicio para atenuar la ferocidad de un guerrero: la prohibieron.
Jamás conocieron la derrota en sus combates por conquistar nuevas tierras, excepto en Capadocia, tumba de toda su hueste.
Las amazonas nunca supieron por qué los Borruetz habían combatido con los ojos vendados.
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"Fantasmas II"

John Aubrey refería que una noche vio a su gato correr y atravesar una y otra vez las paredes de su residencia; nunca más volvió a reproducirse aquel fenómeno.
Dos hipótesis alimentaba Aubrey: el animal fue un verdadero fantasma sólo transitoriamente, o acaso temía que la suerte lo abandonara.
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"Correo"

Una joven mexicana me envía un correo:
“Me ha gustado mucho su novela. Me encanta la forma de ser de sus personajes. ¿Es usted un hombre bueno?”.
Es el único e-mail que tengo sin responder.

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* Orlando Romano (1972) nació en Tucumán (Argentina) y es periodista y escritor. Algunas de sus obras más destacadas son: Cuentos de un minuto (microrrelatos, 1999), Perro-diablo (novela, México, 2007) y Escritores preferidos de nuestros escritores (entrevistas, 2007). Sus microrrelatos están incluidos en diversas recopilaciones, como la de Laura Pollastri, El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino (Menoscuarto, Palencia, 2007). En la actualidad, su vida transcurre entre Toledo (España) y Buenos Aires, y está considerado como uno de los mejores escritores jóvenes de microrrelatos en el mundo de habla hispana.
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* Lino Enea Spilinbergo, "Arrabal de Buenos Aires", 1933.

domingo, 23 de marzo de 2008

Roma, la muerte de César y los elogios fúnebres

La cadena de televisión Cuatro ha emitido durante este fin de semana la segunda temporada de la multipremiada serie Roma, con varios Emmy. El viernes y el sábado la ha programado a una hora intempestiva, y los tres días que ha durado aparecía sembrada de anuncios, lo que hacía imposible seguirla sin una cierta desesperación.
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La primera temporada concluyó con el asesinato de Julio César en el Senado, durante los idus de marzo del año 44 a.d.C., por Bruto, Casio y compañía, instigados por Servilia, madre del primero y antigua amante de César, y jaleados todos ellos por el esquivo y sinuoso Cicerón. De todos estos hechos da cuenta el historiador Suetonio. Esperaba, claro está, los elogios fúnebres, los célebres discursos de Bruto y Marco Antonio ("Amigos romanos, compatriotas, escuchadme: he venido a enterrar a César, no a ensalzarlo...") que empezaron a popularizarse con el Julio César de Shakespeare, pero sobre todo con la magistral película de Joseph L. Mankiewicz, estrenada en 1953 con el mismo título, interpretada por Marlon Brando y James Mason, uno de esos momentos mágicos de la historia del cine, del puro arte de la retórica, y un ejemplo imprescindible para entender cómo puede manipularse a las masas.



Bien, pues todo ello, se lo saltaron los guionistas de Roma, hasta cinco parece ser que ha tenido la serie, con lo que a todo aquel que no conozca los detalles de esta historia -si es que queda alguien- le habrá costado entender los hechos que se suceden, tras el discurso de Marco Antonio, contra los presuntos libertadores de la República. En fin. Aunque lo que habría que preguntarse es si existe todavía algún espectador que pretenda entender lo que se quiere contar en una serie de televisión, aunque esté tan cuidada como lo está Roma. La teleserie más cara de la historia (63 millones de euros), me imagino que ha sido pensada para un amplio público, de ahí las dosis de sangre, sexo, luchas y ritmo trepidante, pero también para interesar a los más exigentes, con un desarrollo más moroso cuando la historia y la acción lo requieren, aunque hayan prescindido de una de las escenas esenciales. Si de lo que se trata es de que sea fiel y verosímil, el objetivo parece cumplido.

sábado, 22 de marzo de 2008

José Comas, nuestro hombre en Berlín

Acabo de leer que ha muerto José Comas (1944-2008), corresponsal en Berlín del diario El País. A este excelente periodista (el año pasado le concedieron el Premio Salvador de Madariaga), al sociólogo Ignacio Sotelo y al joven Marc Bassets, entonces corresponsal de La Vanguardia, les debo lo que sé sobre la capital alemana, sobre el conjunto del país. Ellos fueron mis primeras lecturas, a comienzos del verano del 2006, cuando nos instalamos en la ciudad. Cuenta Juan Cruz en su blog que la última vez que estuvo con él le enseñó una fotografía de un puente en su pueblo asturiano y señalándole la línea recta que había de la piedra al agua, comentó: "Aquí, aquí quiero que caigan mis cenizas". Ojalá se cumplan sus deseos.
Nunca lo conocí, si es que puede afirmarse tal cosa de alquien al que tanto se ha leído sobre México, Buenos Aires o los Balcanes, lugares en los que trabajó como corresponsal, pero siempre tuve la impresión de que era uno de esos periodistas que honraban el oficio.

Las más bellas bibliotecas, 3

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Estas bibliotecas, la mayoría de ellas, sí están pensadas para trabajar; pero fijaos en lo distintas que son, en cómo les entra la luz, la diferente disposición de las mesas o del acceso a los libros, de la relación que se genera con los demás usuarios; por no hablar del entorno en el que se sitúan los edificios que las acogen, algo que aquí no podemos apreciar. Y todo ello, sin duda, las hace distintas.

viernes, 21 de marzo de 2008

Día mundial de la poesía

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"Romance de Fonte Frida y con amor"

.....Fonte frida, Fonte frida
Fonte frida y con amor,
do todas las avecicas
van tomar consolación,
sino es la tortolica,
que está viuda y con dolor.
Por ahí fuera a pasar
el traidor del ruiseñor;
las palabras que le dice
llenas son de traición:
-Si tú quisieses, señora,
yo sería tu servidor.
-Vete de ahí, enemigo,
malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo verde
ni en ramo que tenga flor;
que si el agua hallo clara
turbia la bebiera yo;
que no quiero haber marido
porque hijos no haya, no;
no quiero placer con ellos,
ni menos consolación.
¡Déjame triste, enemigo,
malo, falso, ruin traidor,
que no quiero ser tu amiga
ni casar contigo, no!
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"Endechas a la muerte de Guillén Peraza"

.....Llorad las damas, si Dios os vala,
Guillén Peraza quedó en La Palma,
la flor marchita de la su cara.
.....No eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.
.....Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres, sino pesares,
cubran tus flores los arenales.
.....Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo, dó está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza.
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Jorge Manrique

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Jorge Manrique

.....Yo soy quien libre me vi,
yo, quien pudiera olvidaros;
yo só el que, por amaros,
estoy, desque os conoscí,
«sin Dios, y sin vos, y mí».
.....Sin Dios, porque en vos adoro,
sin vos, pues no me queréis;
pues sin mí ya está de coro
que vos sois quien me tenéis.
Assí que triste nascí,
pues que pudiera olvidaros.
Yo só el que, por amaros,
estó, desque os conoscí,
«sin Dios, y sin vos, y mí».


Garcilaso


Garcilaso


.....En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
.....y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
.....coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
.....Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.


Garcilaso


Cristóbal de Castillejo

Dame, amor, besos sin cuento,
asida de mis cabellos,
y mil y ciento tras ellos
y tras ellos mil y ciento,
y después
de muchos millares, tres;
y porque nadie lo sienta,
desbaratemos la cuenta
y contemos al revés.



Gutierre de Cetina

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.


Gutierre de Cetina


* El 21 de marzo ha sido proclamado por la Unesco Día mundial de la poesía.

jueves, 20 de marzo de 2008

Boquitas pintadas, 8

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"La mitad de la literatura es música, la otra mitad es sentido".
JORDI LLOVET
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"Su figura [L.F. Celine] es ejemplar en el sentido de demostrar que la escritura depende antes de sí misma y del sentido último de la misma existencia humana que de cualquier interpretación interesada de la historia, sea digno o indigno del interés que guíe a esta última".
JOSÉ MARÍA GUELBENZU
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"Hablar de un lenguaje universal es algo abstracto, no implica a los demás. Lo universal no existe en el arte, sólo existe en la Bolsa. Cada artista está condicionado por el lenguaje y las peculiaridades de su país de origen y hay que partir de un lenguaje para encontrar a los demás porque si no se crea una realidad fantasmagórica".
JANNIS KOUNELLIS
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"Me gusta el realismo. Las leyes de la física mandando en los textos".
IAN McEWAN
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"La reina de Colombia es la impunidad (...) No se puede construir una sociedad desde la impunidad. Pero no sólo es la impunidad para los paramilitares, es la impunidad para las guerrillas, para todo el que asesina, para todo el que roba. Aquí todo está impune".
FERNANDO VALLEJO
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"Soy cristiano y al mismo tiempo un fanático anticlerical. La Iglesia es una institución con raíces demasiado terrenales, demasiado amiga del poder".
GIANNI VATTIMO
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"La unidad básica de la sociedad española no es la familia (también en eso se equivocó el franquismo), sino la horda".
ROSA MONTERO
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"El cine español arrastra cierto descrédito cultural, en parte como inercia de la actitud de las élites ante este cine durante el franquismo, élites que añoran, en cambio, a veces, el acusado y original perfil identitario de películas tan recias como Bienvenido, Mr. Marshall, Calle Mayor, Viridiana, La tía Tula o Furtivos, que reflejaban de forma ejemplar una España atávica y diferencial (la Spain is different que el ministro Fraga Iribarne convirtió en eslogan), pero que ha sido barrida, felizmente, por la modernización económica, política y de costumbres de nuestro país".
ROMÁN GUBERN
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* En la foto de Bansky aparece Kate Moss, remedando a la Marilyn Monroe que pintó Andy Warhol.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Sobre la cubierta de `Hoy, Júpiter´, novela de Luis Landero

En la cubierta de la última novela de Luis Landero (Hoy, Júpiter, Tusquets, Barcelona, 2007), en la que se reproduce una foto de Sven Hagolani, aparece en primer término un hombre con la mano extendida, mientras que al fondo, una sombra gigantesca, con un gesto semejante, se proyecta en la pared. Ambos visten con traje, están tocados con sombrero ¿Panamá? y en actitud de saludarse, de chocarse las manos, aunque el primero la tienda completamente y el segundo, la encoja.

Con algo de imaginación, no sería muy difícil sacarle punta a esta imagen, relacionarla con lo que se cuenta en la novela, elucubrar sobre la realidad y su imponente proyección. Lo que resulta evidente es que el envaramiento y hieratismo de la sombra, junto con la joroba que la corona, contrasta claramente con la inclinación del hombrecillo hacia delante, quien se esfuerza para acercar su mano a la pared, mientras que el hombrón parece dejar que todo el esfuerzo recaiga en el individuo del sombrero blanco, quien quizás estaría asomándose a otra proyección de su yo. No creo, sin embargo, que la función de la ilustración de la cubierta deba consistir en anticipar, sugerir o simbolizar el contenido del libro. Sí me parece, en cambio, que en esta ocasión hay una voluntad de captar la atención del posible lector, a menudo indeciso, con una imagen que pueda sorprenderle, sacándolo de su realidad cotidiana y abriéndole la puerta de otra atmósfera posible, que en este caso, anunciaría soledad e incluso inquietud.

El título de la novela, cuyo origen real se explica en el texto (p. 393), me parece un gran acierto, ya que esta poderosa metáfora remite a la ilusión, al autoengaño, a los sueños que necesitamos para seguir sobreviviendo. En la cita del Quijote que encabeza el libro puede leerse: “¿Quién está allá abajo? ¿Quién se queja?”. Es probable que en el relato de Landero casi todos los personajes estén “allá abajo”, y quizá por ello se quejen todos: Dámaso, Tomás y Bernardo, pero también el padre, e incluso Marta y Leoncio. Pero si entre ellos hay alguno que pueda salir de la cueva, quizá sea Tomás, a pesar de todos los pesares, con esa nueva vida posible que se le presenta en el desenlace. Asimismo, en la cita de Ortega y Gasset se apunta al sentido último de la narración, e incluso podría decirse que de toda la obra de Luis Landero, puesto que -en efecto- “el hombre se esfuerza y lucha por realizar (...) el personaje imaginario que constituye su verdadero yo”.

* Puede verse la reseña que le he dedicado a esta novela en Revista de Occidente, 322, marzo del 2008, pp. 135-144, con el título de "¿Soplo y sueño? Sobre Hoy, Júpiter, de Luis Landero".

martes, 18 de marzo de 2008

Algo más sobre el escritor Carlos Pujol

Fortunas y adversidades de Sherlock Holmes se titula el nuevo libro de cuentos de Carlos Pujol (Barcelona, 1936), aparecido recientemente en Menoscuarto. En la nota editorial se afirma que sólo un profundo conocimiento del género policíaco, de sus claves y tópicos, pero también una sabia reflexión sobre la literatura en general, sobre las fronteras entre ficción y realidad, pueden servir de soporte a la aparente facilidad de lectura y ejecución que muestra esta obra. De tal forma que el libro está llamado a satisfacer a los amantes de la figura del investigador que creó Arthur Conan Doyle (1859-1930), pero también a quienes –conociendo de Sherlock Holmes apenas los cuatro trazos más divulgados– quieran disfrutar de historias planteadas con sentido del humor, resueltas con sorpresa e ironía, desarrolladas con diálogos ágiles y salpicadas de detalles descriptivos sugerentes.

Con una prosa que rebosa inteligencia y amable ironía, en Fortunas y adversidades de Sherlock Holmes, el escritor catalán dibuja al popular detective ­–casi siempre a través de la mirada del doctor Watson­– con sus paradojas, rarezas y contradicciones: entre ellas, una curiosa incapacidad a la hora de resolver los enigmas de su propio corazón, una torpeza que Carlos Pujol aporta al perspicaz personaje para humanizarlo y pasearlo por las fronteras entre lo real y lo literario, tan difusas como si se trazasen sobre un fondo de niebla londinense.



Así pues, estos dieciséis cuentos que abordan episodios inéditos de la vida de la criatura creada por Conan Doyle, constituyen un delicioso juego sobre los límites de la ficción y un homenaje al célebre detective que nos enseñó a soñar y, de paso, a disfrutar con la lectura desde la adolescencia. En definitiva, Carlos Pujol indaga en la verdadera personalidad del célebre detective y en su entorno, hasta conseguir ofrecernos vertientes tan interesantes y misteriosas como los casos que supo resolver en vida.

¿Pero quién es Carlos Pujol? A pesar de su ya fecunda obra, lo cierto es que continúa siendo uno de los escritores españoles más secretos. Doctor en Filología Románica, discípulo de Martín de Riquer, fue profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Barcelona durante quince años. Ha ejercido la crítica literaria desde 1969, y en la actualidad colabora en el diario ABC. Desde 1963 desempeña las funciones de asesor literario en la editorial Planeta y quizá sea la persona que en más ocasiones ha formado parte del jurado de su célebre premio de novela, aunque dudo mucho que éste sea un dato del que le guste presumir.

Es también poeta, narrador, ensayista, traductor y articulista. Entre sus novelas más destacadas se cuentan La sombra del tiempo (1981), El lugar del aire (1984), Es otoño en Crimea (1985) y Los días frágiles (2003), por sólo citar unas pocas y no hacer esta lista interminable. Su último libro de poemas se titula Versos de Suabia (2005). Asimismo, ha recogido en diversos volúmenes sus ensayos sobre literatura inglesa y francesa, además de dedicar libros, entre otros, a Voltaire, Saint-Simon, Balzac y Joan Perucho. Entre sus autores traducidos figuran algunos de los mejores escritores de todos los tiempos, tales como Shakespeare, Racine, Ronsard, Baudelaire, Verlaine, Stevenson, Henry James, Proust, Hemingway y Simenon. De ese centenar largo de traducciones en su haber, él dice preferir las de poesía.


De lo único que le gusta presumir es de estar casado con la pintora Marta Lagarriga y de tener cuatro hijos y quince nietos. Antonio Machado escribió en su Juan de Mairena (1936) lo siguiente: "Que todo hombre sea superior a su obra es la ilusión que conviene mantener mientras se vive. Es muy posible, sin embargo, que la verdad sea lo contario. Por eso yo os aconsejo que conservéis la ilusión de lo uno, acompañada de la sospecha de lo otro. Y todo ello a condición de que nunca estéis satisfechos ni de vuestro hombre ni de vuestra obra". Para mí, que he tenido la fortuna y el gusto de tratarlo, Carlos Pujol es una de las personas más sabias, discretas y generosas que he conocido jamás, un lujo que no nos merecemos.

lunes, 17 de marzo de 2008

Sobre el microrrelato: otra Filosofía de la composición, y 2


Sexto. De forma semejante al poema o al cuento, el microrrelato se concibe y gesta como un texto literario, soberano, autónomo, como “un proyecto narrativo específico”, independiente, según ha recordado David Lagmanovich. A nuestros efectos, carece de sentido, por tanto, rastrear la narrativa existente en busca de frases que puedan leerse como posibles microrrelatos intercalados en otros textos de mayores dimensiones. De la misma manera que resultaría empobrecedor leer el teatro de Shakespeare y Oscar Wilde como un compendio de aforismos o frases memorables, o las narraciones de Borges como una miscelánea de sentencias con ribetes filosóficos.

Séptimo. Dada su brevedad extrema, el título adquiere un protagonismo superior que en la mayoría de los géneros literarios, a pesar de que no es infrecuente la carencia de éste, sobre todo en libros unitarios de microrrelatos (como en La sueñera, 1984, de Ana María Shua), o su mera funcionalidad o neutralidad. Quizá por ello el escritor húngaro István Örkény pedía expresamente que prestáramos atención a los títulos de sus textos; y el venezolano Luis Britto García sólo utiliza la vocal a en los títulos de sus libros (Rajatabla, 1970; Abrapalabra, 1980, y Anda nada, 2004). En otros casos, puede ser más largo que el texto (como ocurre en los Cuentos del lejano oeste, 2003, de Luciano G. Egido), o recoge todo el contenido (“El sabor de una media luna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles a la tarde”, reza un título de Luisa Valenzuela, cuyo texto completo es: “Qué bueno”); resulta ser la respuesta o solución a lo que se narra en el breve cuerpo de la pieza (“Los libros, los cigarrillos, tu hijo y sus juguetes, el rostro de tu esposa”, de Pedro Ugarte), o se plantea un diálogo de tú a tú con el texto igualándose en sentido y dimensión, siendo aquél reflejo de éste (Juan Pedro Aparicio: “Luis XIV / Yo”).

Si hasta ahora nadie ha sido capaz de explicarnos cuándo un cuento deja de serlo para convertirse en una novela corta, mucho nos tememos que tampoco estamos en condiciones de decir, a ciencia cierta, a partir de qué dimensión, de qué características estructurales o retóricas, un microrrelato se convierte en un cuento. A nosotros nos gusta decir, con Antonio Fernández Ferrer y Lauro Zavala, que debe caber en una página, para que el lector pueda abarcarlo de un vistazo, obteniendo así una primera impresión espacial y de sentido. Lo que sí puede afirmarse, en fin, es que la extrema brevedad es consecuencia lógica, natural, de una adecuada destilación de su esencia narrativa.


Octavo. Para comenzar un microrrelato suele utilizarse el clásico procedimiento del in media res, aunque no sea infrecuente que la historia comience a relatarse desde el mismo título de la pieza. El desenlace, en cambio, sabemos que puede ser abierto o cerrado, de confirmación o sorpresivo (de revelación), pero lo realmente importante es que sea congruente con lo narrado. Como ocurre con los libros de cuentos, lo ha aclarado Gonzalo Sobejano, los de microrrelatos se organizan, básicamente, mediante dos procedimientos: la yuxtaposición y la coordinación. Este segundo método, más complejo sin duda, por el que las piezas se organizan en función de algún principio (temático, espacial, temporal...), presenta algunas curiosas variantes, y una de ellas puede consistir en la creación de series internas formadas por varias piezas, que deben poder seguir leyéndose como independientes, pero que en su respectivo conjunto adquieren un sentido complementario, una nueva y distinta dimensión (según ocurre, por ejemplo, en libros de José María Merino y Pedro Ugarte).

Noveno. El microrrelato es un género en busca de su propia tradición, por lo que todavía se halla en fase de descubrimiento y construcción de su historia. Y ya sabemos que la trayectoria de un género debe entenderse como un proceso de continuidades y cambios a lo largo del tiempo. Apoyarse en la tradición supone siempre ir hacia delante, encontrar nuevos resquicios, dar un paso más. No en vano, la familiaridad con el pasado sólo debe concebirse como una manera de avanzar hacia lo desconocido, rastreando lo nuevo.
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A la luz de las teorías recientes, hoy podemos leer textos narrativos breves del pasado, difíciles de encasillar (se les llamaba poemas en prosa, historias, viñetas, fábulas, caprichos...), como microrrelatos. En Hispanoamérica, sobre todo en México (Julio Torri, Juan José Arreola, Augusto Monterroso, Edmundo Valadés, Guillermo Samperio...) y Argentina (Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Marco Denevi, Luisa Valenzuela, Ana María Shua...), sin olvidar Venezuela (José Antonio Ramos Sucre) ni Cuba (Virgilio Piñera), ha habido un desarrollo mayor, práctico y teórico, una conciencia mucho más acentuada de la singularidad del género. Aunque en España, desde Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna, tampoco han faltado narradores que se ocuparan de él (Lorca, Max Aub, Francisco Ayala, Ana María Matute o Ignacio Aldecoa), acaso haya sido durante estas tres últimas décadas (Antonio F. Molina, Javier Tomeo, Rafael Pérez Estrada, José Jiménez Lozano, Luis Mateo Díez, José María Merino, Pedro Ugarte, Hipólito G. Navarro y Julia Otxoa) cuando se ha empezado a escribir con plena conciencia acerca de las novedades que aportaba el microrrelato a la prosa narrativa breve. Y a pesar de todo, no podemos contentarnos con el conocimiento, todavía parcial, de la tradición hispana.


Alberto García-Alix, "Érase una vez París", 2003

Más grave aún nos parece el desconocimiento casi absoluto que tenemos del cultivo del género en otras lenguas y países, con la única excepción quizá de Estados Unidos. Hasta ahora, no hemos dejado de dar vueltas siempre alrededor de unos pocos nombres, aunque sean tan relevantes como los de Kafka, Samuel Beckett, el norteamericano Frederic Brown, el austriaco Alfred Polgar, los `cuentos de un minuto´ de István Örkény, el argentino J.R. Wilcock, quien escribió gran parte de su obra en italiano, el catalán Pere Calders, Giorgio Manganelli, el polaco Slawomir Mrozek..., sin que sepamos todavía, a ciencia cierta, qué hilazón posible existe entre ellos, o las razones que los hayan podido llevar a practicar esta modalidad narrativa.

Décimo. El microrrelato, por su propia naturaleza (nos referimos ahora a la tensión que se genera entre la voluntad de expresarse y una imprescindible concisión e intensidad extremas), necesita ir más allá, trascender lo anecdótico, traspasar sus propias hechuras, profundizando en el sentido que aparece levemente aludido y que sólo puede desentrañarse con la participación activa del lector, una experiencia que se repite en algunos otros géneros. Heine confesaba que ese esfuerzo precisa de tiempo: “no he sido breve porque no tuve tiempo”. Podría decirse, por tanto, que el esfuerzo que desarrolla el escritor queda compensado por el que despliega el lector, por la satisfacción que ambos obtienen. Si Julio Cortázar denominó al cuento “caracol del lenguaje”, podría tacharse al microrrelato de “caracol de la narración”. O de “sonrisa sin gato”, como hizo Anderson Imbert, recordando al personaje de Lewis Carrol en Alicia en el país de las maravillas.

A pesar de ser un tipo de textos que suscita cada vez más interés, los autores de microrrelatos siguen buscando sus propios lectores, que sólo pueden ser aquellos más exigentes, con capacidad crítica y sentido del humor, amantes de la interpretación; lectores cultos, en suma, dispuestos a adoptar una actitud nueva y distinta ante la ficción. Con todo, no debería olvidarse lo que Monterroso escribiera en su decálogo: “Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que, en el fondo, es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea: pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él”. Como toda literatura exigente, sea en el formato que sea, genéricamente pura o híbrida, los mejores microrrelatos no acaban de leerse nunca, ya que necesitan ser releídos una y otra vez.

Alerta y conclusión. Borges nos previno contra la charlatanería de lo breve, pero no pudo advertirnos contra aquellos otros textos llamados hoy ultracortos o hiperbreves (se componen apenas de una o dos líneas). Aunque no siempre sean ocurrencias, claro está, tienden -más a menudo de lo que sería deseable- a ser simples alardes de ingenio. Y eso que el escritor argentino no tuvo que sufrir ni los denominados microrrelatos de Verano, ni los de Navidad, literatura de encargo en auge, parece ser que sólo en España, mercenaria donde la haya, con frecuencia sólo cultivada –se nota que con una cierta desgana- por aquellos autores menos familiarizados con el género.


A ustedes, lectores, se les debe de haber ocurrido infinidad de réplicas, contrapropuestas y rectificaciones varias. A todos, sin duda, nos asaltan con frecuencia las dudas. Juan José Millás nos ha prevenido, asimismo, contra todos aquellos decálogos a los que le sobran diez puntos... Y no obstante, para concluir, les pediríamos que tuvieran en cuenta que con estos tanteos sólo hemos pretendido llamar la atención sobre algunos principios mínimos que, al menos, no debieran olvidarse. También nos gustaría dejar claro que no nos dirigimos a los autores, quienes deben escribir como se les antoje, aunque a veces sólo consigan hacerlo como buenamente pueden, además de denominar sus textos como mejor les parezca. El profesor y crítico literario José María Pozuelo, analizando las aportaciones de Claudio Guillén al estudio de los géneros literarios, ha recordado que los sistemas de géneros son órdenes mentales y no realidades o actos, pues el acto es siempre obra del escritor. Tampoco destinamos estas líneas a los críticos, cuya función no debería consistir nunca en constreñir la ficción, sino en explicarla y valorarla, ni siquiera a los historiadores de la literatura; sólo nos dirigimos a los lectores más exigentes, como suelen hacer los escritores que preferimos.

Siempre hemos desconfiado de la contundencia de los decálogos, aunque a veces hayamos admirado la capacidad de síntesis que atesoran y lo que tienen de juego, de apuesta lúdica. Por lo mismo, acaso también deberían recelar de las filosofías de la composición, a menos que estén escritas por el mismísimo E. A. Poe. Lo cierto es que lo único verdaderamente fiable es cuanto nos sugieren los textos literarios. La literatura se oxigena mediante constantes desafíos. En los géneros literarios conviven todas aquellas tensiones que se producen entre las normas que acarrea la tradición y las aportaciones propias del escritor, entre lo permanente y lo novedoso. Así pues, en el presente decálogo hemos pretendido llamar la atención sobre uno de los fenómenos literarios más sugestivos de estas últimas décadas, precisamente en vías de constituir una nueva forma literaria, aunque quizá todavía no haya logrado su configuración definitiva, plena. Como, pese a todo, algún nombre atractivo y razonable había que darle, hemos preferido llamarlo microrrelato. Si algo le debemos los lectores al género, amén de numerosos textos de la mejor calidad literaria, es haber propiciado una reflexión y un debate sobre otras posibilidades distintas del relato, sobre los límites de la narración. Vale.


* La primera y la última foto son de Katia Legendre.

domingo, 16 de marzo de 2008

Sobre el microrrelato: otra Filosofía de la composición, 1

Ver el mundo en un grano de arena
y el cielo en una flor silvestre.
Tener el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.
William Blake


Preámbulo. Cuando, según todos los augurios, están a punto de desaparecer los géneros literarios, tras haber fallecido el teatro y el cuento, como ya casi nadie ignora, mientras que la novela permanece en una eterna agonía, no deja de ser curiosa y sorprendente la aparición de un nuevo género narrativo breve, al que solemos llamar microrrelato, marbete que con el sentido que le damos hoy parece ser que fue utilizado por primera vez en 1977, por el escritor mexicano José Emilio Pacheco. Por tanto, ya no podemos seguir afirmando, a la manera de Juan Valera, que el cuento fue el último género que vino a escribirse.
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Primero. Si una vez existió la tierra de las mil danzas, podría ser este el género de los mil nombres, ya que casi cada escritor que lo cultiva y cada crítico que lo estudia aporta su propia denominación, dado el descontento que parecen producirle las ya existentes. Desde `minificción´ a `minicuento´ o `microcuento´, pasando por `relato hiperbreve´, `cuentos mínimos´ o `historias mínimas´, por sólo recordar las designaciones más sensatas y menos chirriantes, nos parece que sólo pueden entenderse todos estos marbetes como sinónimos.
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Las sutilísimas distinciones que circulan por la bibliografía (si un texto tiene tantas palabras lo denominamos así, pero si en cambio se compone de cuantas se llama asá, etc.), me temo que sólo responden a ganas de marear la perdiz, o al gusto por partir un pelo en cuatro... Habría que concluir, por tanto, con que los textos, tengan sólo ocho palabras o tres páginas, forman parte de un mismo y único género, de igual modo que tres versos constituyen un poema tanto como setenta y siete. Ni parece ser el momento más adecuado de la historia literaria, ni el microrrelato debería andar ahora en esas conjeturas de parcelarse en pareados, quintillas u octavas reales. Claro está que no existe una forma única y cerrada de microrrelato, ni tampoco de cuento, novela, ensayo, teatro o poesía, pero ello no debería llevarnos a clasificar y distinguir los textos narrativos breves en numerosas subespecies que ni aclaran, ni ayudan a su análisis y, en cambio, pueden convertir su exploración en un auténtico campo de Agramante. Los escritores han jugado en diversas ocasiones con el nombre de estas piezas, barajando algunos tan curiosos, sorprendentes o paradójicos como `novela´ (Rafael Pérez Estrada), `casos´ (Enrique Anderson Imbert), `cuentos fríos´ (Virgilio Piñera), `cuentos diminutos´ o `cuentos en miniatura´ (Vicente Huidobro), `cuentos gnómicos´ (Tomás Borrás), etc.


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Segundo. El microrrelato es un género literario independiente, ni tan joven ya, ni tan flamante, por lo que no debería confundirse con el aforismo o el articuento, ni siquiera con el poema en prosa o el cuento, y mucho menos aún con la fábula, la estampa, las piezas de un bestiario, o las ocurrencias de diverso pelaje, aunque a veces –como género omnívoro que es- pueda servirse de algunas de las características o procedimientos retóricos propios de estos textos en prosa.
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Tercero. Hubo una época, durante el paso de los siglos XIX al XX, en los tiempos que imperaba la estética del Modernismo, y en los años de las vanguardias, de aquello que vino a denominarse ‘arte nuevo’, en la que empezaron a escribirse textos narrativos breves. En muchos casos podríamos tacharlos de tentativas, aunque hubiera en sus autores cierta intuición de estar transitando una dimensión nueva, cuya denominación les planteaba dudas. De hecho, lo hacían con el nombre de otros géneros afines o se inventaban un marbete (`caprichos´ y `disparates´ los llamó Gómez de la Serna), ya que no se tenía conciencia plena de estar cultivando lo que luego aceptaríamos como una modalidad narrativa distinta. Pero de lo que se trata ahora es de tender puentes entre lo que fueron y significaron dichas piezas y lo que hoy en día entendemos por microrrelato.
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Cuarto. Estos textos aparecieron primero publicados en periódicos y revistas, e incluso en libros, aunque conviviendo siempre con cuentos, a veces ocupando el furgón de cola del volumen. Y sólo recientemente, en las tres últimas décadas, así como han ido surgiendo concursos dedicados al género, antologías o trabajos históricos y teóricos que analizan su singularidad y características, también han comenzado a publicarse con mayor frecuencia libros compuestos únicamente por microrrelatos, que pueden agruparse mediante distintos procedimientos, de manera similar a como ocurre con el cuento o el poema, aunque en nuestro caso, el género que se remeda (la fábula o el bestiario, por ejemplo) deba marcar la pauta del conjunto.
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Quinto (y casi una definición). El microrrelato es un género narrativo breve que cuenta una historia (principio éste irrenunciable), en la que debe imperar la concisión, la elipsis, el dinamismo y la sugerencia (dado que no puede valerse de la continuidad), así como la extrema precisión del lenguaje, que suele estar al servicio de una trama paradójica y sorprendente. Se presta, a menudo, a la experimentación; se vale con frecuencia de la reescritura o lo intertextual; y no debería faltarle la ambigüedad, el ingenio ni el humor. Al aislar y centrarse en una sola acción y en torno a unos pocos personajes, se intensifica su sentido cargándose de densidad, algo que no puede ocurrir en aquellas otras narraciones en las que la acción suele presentarse junto con otras distintas, teniendo que compartir su protagonismo. Su estrategia compositiva, como si de un relámpago de sentido se tratara, consiste en arrancar de inmediato para acabar al instante, mientras que en el cuerpo del texto, que es donde realmente se la juega el escritor, no puede haber errores ni vacilaciones, puesto que gran parte del tejido narrativo debe permanecer elíptico o sobreentendido. Por tanto, si toda la literatura debe componerse borrando, el microrrelato, como la mejor poesía, se ha escrito siempre desechando sin concesiones. No en vano a Monterroso le gustaba decir que tres líneas tachadas valen más que una añadida.
(CONTINUARÁ)



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* Fotos de Katia Legendre.
* Este artículo de FV aparece recogido en el libro de Teresa Gómez Trueba, ed., Mundos mínimos. El microrrelato en la literatura española contemporánea, Catedra Miguel Delibes y Llibros del Pexe, Gijón, 2007, pp. 117-124.

viernes, 14 de marzo de 2008

Las más bellas bibliotecas, 2

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¿Son todas estas bibliotecas un lugar de estudio, o se han convertido en escenarios tan hermosos como muertos, para ser visitados por turistas que apenas si pueden acercarse a los libros, y ya no digamos tocarlos?